La friolera de más de 265.000 especies conforman la familia de mariposas y polillas en todo el mundo. Esto las convierte en el segundo animal más numeroso del planeta, detrás del orden Coleoptera, escarabajos. Están clasificadas en 30 familias y unas 50 superfamilias, y se engloban dentro de otra categorización que termina de distinguirlas: mariposas diurnas y nocturnas (polillas).
De estas, solo 20.000 de las especies son mariposas. El resto pertenece a la familia de las polillas, lo que quiere decir que hay 12 veces más polillas que mariposas.
Las mariposas se incluyen dentro del orden Lepidoptera (lepido=escama; pteron=ala). Las pequeñas escamas que poseen están cubiertas por un polvillo, responsable de los colores y dibujos que caracterizan a estos insectos. Estas escamas se distribuyen sobre sus alas dispuestas como las tejas de un tejado. Se trata de un tipo de apéndice que no posee ningún otro insecto; extremadamente delicadas, cuando atrapamos a una mariposa después ya no puede volar más: le fracturamos el ala.
Cambio radical
Lo que sí tienen todas las mariposas en común es un ciclo vital increíble: la metamorfosis, historia de una vida que se divide en cuatro capítulos (huevo, oruga, pupa o crisálida y adulto) y que aún hoy deja atónitos por su extrañeza a los científicos de todos los rincones del mundo. Es un ciclo que nos muestra magníficamente en estas fotografías Ingo Arndt.
La vida media de una mariposa dura desde 24 horas a varios meses en el caso de algunas especies, por lo que no tienen tiempo para florituras: una vez logran salir de la crisálida al mundo e ingerir los mínimos nutrientes para la supervivencia, su primera misión es buscar pareja y plantar el huevo.
Así, sin perder el tiempo. Una vez fecundadas, las mariposas buscan la planta de la que después se alimentarán las pequeñas larvas, asegurándose como una buena madre avispada de que no haya más huevos en ella, para que la comida sea solo de los suyos.
Esta clase de metamorfosis, conocida como holometábolos (o metamorfosis completa) es todo un prodigio natural: en estado larval no tienen ojos compuestos, ni patas, ni siquiera esbozos de alas. Mientras se transforman para pasar al estado adulto, mudan y cambian varias veces la delicada piel que las protege, hasta que llega el momento de la pupación y su cuerpo termina de formarse. La propia larva participa en el proceso activamente, luchando por salir del refugio improvisado.
Concluida la etapa de metamorfosis y de apareamiento, la mariposa vuela hasta agotar sus energías. Se cumple un ciclo más de vida.
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