Su nombre es Okinoshima y tiene 800.000 m2 de terreno, lo que la convierte en la tercera isla más grande de Japón. El año pasado, el país nipón la nominó como candidata para convertirse en Patrimonio de la Humanidad, candidatura que ha sido aceptada recientemente por la UNESCO. El lugar es considerado sagrado y desde allí se hacen varios rituales con el fin de orar por la seguridad de las misiones diplomáticas o de sus embarcaciones.
Pero lo más llamativo de la isla, ubicada en el mar de Genkai, no es su belleza, que sea un lugar sagrado o sus rituales: es que tienen prohibida la entrada a las mujeres, muy a pesar de que, supuestamente, es un lugar donde se rinde tributo a una diosa del mar o de que según la leyenda, los antiguos dioses Shinto colocaron a tres emperatrices con la finalidad de salvaguardar la nación.
El santuario solo tiene permitida la entrada a sus sacerdotes excepto durante un festival que se celebra durante el mes de mayo, cuando unos 200 hombres están acreditados para acceder al lugar. Según narra la historia de la isla, entre los siglos IV y IX, los marineros practicaban una serie de ritos en el santuario. Su fin era asegurarse de que sus barcos estuvieran listos para emprender un largo viaje en el mar y que saliesen ilesos de la aventura. Además, Okinoshima fue un lugar donde se practicaron diversos intercambios culturales entre los habitantes de la península coreana y los japoneses. La leyenda afirma que fruto de estos intercambios, la tierra de la isla esconde un gran número de tesoros persas y coreanos. De hecho, en la isla se han desenterrado unos 80.000 artefactos, incluyendo joyas y ornamentos, que han ido a parar al tesoro nacional.
¿Por qué no admiten mujeres? La norma que marca esta imposición es muy antigua y hay varias explicaciones, ninguna de ellas convincente y mucho menos coherente. Por un lado, afirman que al estar tan lejos, el viaje era peligroso para mujeres embarazadas. Por otro, dicen que las mujeres eran «impuras» por culpa de la menstruación y que contaminarían el lugar sagrado con su sangre.
Los hombres también deben seguir ciertas normas, como quitarse los zapatos al llegar a la isla y realizar un ritual de purificación. Tampoco está permitido llevarse nada de recuerdo.
Aunque afirman que se sentirán honrados si el lugar llega a ser considerado Patrimonio de la Humanidad, los residentes de Okinoshima temen de que el lugar pueda llenarse de turistas que no respeten sus tradiciones, ya que no desean «que la gente se acerque a sus dioses sin la debida reflexión». Lo que sí tienen claro los sacerdotes, es que aunque la isla entre a formar parte del patrimonio universal, las mujeres seguirán sin poder entrar.
Fuente: mentalfloss.com
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