«Si el coronavirus fuera un castigo de la Naturaleza, sería pequeñísimo. Vamos a tener castigos mucho más grandes y difíciles de controlar: Cambio Climático, pérdida de biodiversidad, subida del nivel del mar…», es la respuesta de Miguel Delibes de Castro cuando le pregunto si el coronavirus es nuestro karma
Delibes de Castro ha pasado la vida como investigador en la Estación Biológica de Doñana, y cuenta que le eligieron para trabajar allí porque sabía escribir (herencia de cuna). A pesar de lo que podría parecer por el titular de esta entrevista es, llamativamente, un hombre calmado. Y digo llamativamente porque vivimos tiempos incendiarios. Es biólogo, y runner (corría maratones antes de que los runners llevaran pulsera), y conoce de veras la serenidad que uno siente cuando vive en armonía con los pájaros y el río.
Pero que nadie se confunda, Delibes de Castro no tiene nada de abrazador de árboles, ni es un gurú. Es un científico que conoce el modo en que se reproducen los linces, la templanza necesaria para lidiar con los lobos, y cómo conservar con cariño y ciencia una estación biológica bellísima, de dunas y humedales, que nació en tiempos en los que en España se cazaban linces como a conejos.
En estos días ha ocurrido algo excepcional en el planeta. La especie elegida que decía Juan Luis Arsuaga, ha sido confinada en sus cuevas de hormigón, vulnerable ante un virus invisible al ojo humano que no puede cazarse a machetazos. El parón ha hecho que no solo biólogos y naturalistas propongan detenernos a repensar cómo vivir de un modo sostenible antes de que la Tierra aúlle y muerda más. Para hablar de esto llamé a Miguel Delibes de Castro, a quién mejor.
¿El confinamiento nos ha afectado peor a los humanos que a las mariposas, las aves, los linces…?
El aislamiento ha supuesto más para nosotros que para otras especies. Hemos tenido la oportunidad de pensar, de pararnos, de mirar, de ver que el mundo está muy influido por nuestras acciones. Hemos visto todo lo que ha cambiado la Naturaleza por este encierro. El aire está más limpio, Venecia tiene el agua transparente… Son indicadores claros de lo que estamos haciendo sin darnos cuenta día a día. Estamos modificando el mundo en general para peor: enturbiando el aire, llenándolo de ruidos, de contaminación, con nuestra vida ordinaria, sin ni siquiera estropear una fábrica o romper la muralla de una mina.
La pandemia nos ha enseñado que no lo podemos todo
Un amigo mío decía en broma que hemos aprendido que deberíamos confinarnos voluntariamente al menos un mes al año, y con esto el mundo iba a estar un poco más limpio. Y no hace falta ser naturalista ni biólogo para verlo. Es lo que nos ha enseñado esta pandemia, que no lo podemos todo, y que sin darnos cuenta modificamos todo lo que hay a nuestro alrededor.
¿El hombre es una catástrofe para la naturaleza?
No en términos tan rotundos, pero en la historia de la vida siempre ha habido un motivo catastrófico para las extinciones: el impacto de un meteorito, explosiones volcánicas, etc. En este caso el motivo, el origen de una extinción catastrófica si ocurre, habríamos sido nosotros. Cuando esta especie, la humana, detiene su actividad, detiene sus negocios, sus compras, sus viajes… la naturaleza, en general, mejora.
Con la pandemia hemos confinado a una especie que tiene características de especie invasora, porque tiene mucho control de su expansión y afecta a ecosistemas. Y cuando un virus nos ha obligado a confinarnos, en los ecosistemas se ha notado.
¿Qué ecosistemas han mejorado?
Es difícil medir, porque no se podía salir a la calle, tampoco los investigadores podíamos hacerlo. En muchos casos es pura constatación: hay hierba más alta, no han echado herbicida en la ciudades, algo que a algunos les puede parecer que está más descuidado, pero eso hace que haya más mariposas, más escarabajos, más insectos.
¿Qué te parece hacer de todo el planeta Reserva de la Biosfera, una Doñana total?
Yo creo que el objetivo último de la conservación debe ser que tratemos a todo el planeta como una reserva natural suave, no heavy, dura, como Doñana. Lugares como Doñana son escaparates donde ponemos lo más bonito. Tienen que existir reservas como Doñana, o un parque en el Amazonas, o una reserva de orangutanes en Borneo, pero todo el resto del planeta también tiene que estar bien cuidado. Las reservas de la biosfera donde se propone a la vez conservar la naturaleza y promover el desarrollo sostenible son el modelo de lo que debería ser toda la Tierra. El objetivo es aprender a desarrollarnos y vivir respetuosamente con la Naturaleza.
Una propuesta de Edwar O. Willson, el creador del término biodiversidad, es vivir en medio planeta y el otro medio dejarlo libre
Y, ¿por dónde empezamos?
Como algunos investigadores y conservacionistan piensan que no lo podemos hacer mejor, una propuesta de Edwar O. Willson, el creador del término biodiversidad, es vivir en medio planeta. Sugiere que usemos medio planeta y la otra mitad se deje sin usar. Una cosa que a mí me atrae más pero me parece difícil es tratar a toda la Tierra con cariño, como una reserva de la biosfera suave. Lo que propone Willson es decir: como somos muy agresivos, vamos a imponernos la limitación de no usar media Tierra. Una la dejo sin usar, y en la otra hago cultivos bajo plástico, minas… y todo lo que hacemos para tener lo que necesitamos. Willson tiene un libro que se llama Medio planeta en el que propone esa reserva dura de media Tierra.
A mí esa opción me da tristeza
A mí me parece que constituye la evidencia de un fracaso. Como no sabemos existir en la Tierra más que como destructores, vamos a imponernos no existir en media Tierra. Se parece a imponernos aislamientos de seis meses al año. Pero a mí me da tristeza también, coincido contigo.
Joaquín Araujo cuenta que ha plantado mil árboles para empezar a cambiar cosas
¿Sólo mil? Yo creo que él ha plantado cientos de miles.
Y si proponemos que todas las personas del mundo tienen que plantar 1.000 árboles en su vida, igual que hay que aprobar la ESO
Esa opción me parece muy atractiva como aventura personal, incluso como aventura social, pero me parece que acciones como esa maquillan lo que estamos haciendo por detrás. Plantamos mil árboles pero al mismo tiempo vamos cada poco a comprar cómodas y armarios, que están hechos cortando árboles para nosotros. Mientras se destruya la selva en Indonesia para plantar palmera de aceite y hacer biocombustible, o se tale el Amazonas para cultivar soja, para dar de comer a las vacas que luego nos comemos en la hamburguesería, pues lo de plantar mil árboles es solo lavar imagen. Estaría bien, pero de nuevo sería autoengaño. Plantamos mil árboles pero llevamos a los niños a comer hamburguesas que vienen de las vacas que ha habido que alimentar con plantaciones de soja en el Amazonas. No funciona.
¿El confinamiento nos ha ayudado a ver esto?
Nos hemos dado cuenta de algunas cosas que estábamos haciendo mal al constatar los efectos de dejarlas de hacer. Dejamos de usar los coches y vemos que el aire está limpio. Dejamos de hacer ruido y oímos a los pájaros y el viento. Dejamos de usar barcos y se limpia el agua costera en el mar. Pero seguimos sin darnos cuenta cuando compramos hamburguesas, compramos muebles, o compramos cerezas en Navidad de Argentina, que vienen en un barco que quema petróleo. Eso que fue la famosa huella ecológica, un intento de medir qué parte de nuestro comportamiento está influyendo más para dañar la Naturaleza, si lo conociéramos, nos pondríamos en mejor disposición para conservarla.
Sabemos que no podemos comer hamburguesas masivamente, pero al mismo tiempo recibimos mensajes de ¡consume! ¡compra! ¡viaja! ¡reactiva la economía!
Eso es lo que más me preocupa y lo que me hace ser pesimista para salir de esta crisis. Aunque surgen muchas ideas, y una crisis es una buena situación para ponerlas en marcha, la reacción inmediata es salir cuanto antes de la crisis, y para ello no poner en marcha nuevas ideas, sino las clásicas. En la crisis de 2008 aprendimos a dónde nos puede llevar el ladrillo, y la forma de salir de aquella crisis ha sido volver a la construcción, y medimos la salida de la crisis por lo que construimos… Decimos con alegría: «ya se ven muchas grúas en el horizonte».
Vaya frase apocalíptica: «Ya se ven muchas grúas en el horizonte»
Así ha sido. Volvemos a caer en la burbuja inmobiliaria porque es lo que sabemos hacer. Y en esta crisis actual, lo primero que se ha dicho es que hay que activar el turismo, poner a volar todos los aviones… y quizá hay que activar el turismo de otra manera, hacer que la gente no vaya de viaje lo más lejos posible, que no se vaya a las Maldivas, porque no hace falta. Quizá son cosas que pueden hacer una vez en la vida, pero no todos los años. Es una barbaridad que los jóvenes se vayan a pasar el fin de semana a Berlín de fiesta. Quizá podemos pensar que hay que modular esto. Hemos visto que no movernos tanto nos genera una cierta inquietud, pero no nos pasa nada. No dejamos de leer, incluso con frecuencia charlamos más con las personas a las que queremos.
¿Qué es para ti modular el sistema?
Las ideas para salir de la crisis de otra forma se quedan enterradas por el aluvión de propuestas tradicionales: volvamos cuanto antes a hacer lo anterior, que es lo que nos ha llevado a la crisis. Evidentemente no podemos evitar en un mundo globalizado la movilidad universal, pero quizá podemos modularlo, sin necesidad de imposiciones en las fronteras, ni termómetros, pero podemos incentivar a la gente a que se mueva menos. Y si se mueve menos, una nueva pandemia se movería más despacio, la podríamos detectar mejor, y no ocurriría que en dos o tres meses llegue a todo el mundo.
Desde el Gobierno, en España, parte de las ayudas van a ser reverdecedoras, pero la verdad es que no me fío mucho. Si conseguimos salir de esto, se nos olvidará relativamente pronto
Hay oportunidad de pensar el consumo, el turismo… Yo he firmado alguna propuesta de científicos dirigidos a la UE y al Gobierno, para pedir una salida verde. Desde el Gobierno, en España, parte de las ayudas van a ser reverdecedoras, pero la verdad es que no me fío mucho. Si conseguimos salir de esto, se nos olvidará relativamente pronto. Tenemos que generar los mecanismos, los sistemas económicos y sociales para vivir respetando la Naturaleza, y no solo cuando no nos queda otro remedio. También bajó la contaminación con la crisis de 2018, pero todo volvió a ser igual, no es que hubiéramos aprendido, es que no nos quedó otro remedio.
Y qué te parece educar desde la satisfacción que produce no viajar tanto, estar más tranquilos, estar más con los nuestros, comprar en el mercado cercano…
Creo que hay conquistas como el teletrabajo relacionado con la conciliación familiar que probablemente han llegado para quedarse. En muchos sitios se ha visto que no es malo que la gente trabaje desde casa, que incluso rinde más, y si consigue un buen acuerdo para atender a sus niños y estar con sus parejas, trabajando desde casa, pues están mejor, se ahorran una hora de viaje al centro, el riesgo a contagiarse en el metro, y disminuye el consumo de energías.
Que no haga falta que te digan que la playa ha llegado a su máximo, sino que tú mismo evites ir cuando está llenísima
Es un buen momento para potenciar la producción cercana, en lugar de las lejanas que hay que transportar; alentar las huertas y los mercados al lado de casa, generando más empleo en el campo, desmaquinar un poco ese campo. Quizá con esto perdemos en economía empleando mano de obra, pero lo ganamos socialmente. También hay que alentar repartirnos más, ir a más sitios cercanos, no ir todos al mismo tiempo, que no haga falta que te digan que la playa ha llegado a su máximo, sino que tú mismo evites ir cuando está llenísima. Todo esto son oportunidades para darnos cuenta cada uno de nosotros de que podemos vivir de otra manera, y mejor. Y a escala social, démonos cuenta de que somos vulnerables, que hay que cuidar el entorno, lo público, la sanidad, la ciencia … La investigación es imprescindible siempre, porque no vamos a saber qué va a venirnos después.
No podemos poner un dique para que el mar no suba, porque acabará subiendo por encima del muro si seguimos liberando CO2. Somos muy fuertes, pero no omnipotentes
¿Ahora creemos más en la ciencia?
La caricatura que más gracia me hacía durante la pandemia era ver a Donald Trump perplejo de no encontrar la solución en dos días. No podía creerse que un virus fuera más fuerte que él y que su nación. Decía: “En dos días tendremos la vacuna, en 10 días la solución”, y proponía beber matarratas o un cóctel de lejía, porque él estaba convencido de que los EE.UU eran más fuertes que el virus. Trump ha quedado ridículo, Bolsonaro también, dando la mano a los contagiados, y Johnson en el Reino Unido tomándose a broma «una cosa tan pequeña». Igual que esto, vendrán otros problemas, más locales, como huracanes, tifones, sequías, subida del nivel del mar… Todo esto es más fuerte que nosotros. Podemos orientarlo cambiando nuestros comportamientos. No podemos poner un dique para que el mar no suba, porque acabará subiendo por encima del muro si seguimos liberando CO2. Somos muy fuertes, pero no omnipotentes.
Se ha presentado la pandemia como un castigo por tratar mal a la Naturaleza. ¿Crees que es así?
Yo pienso que si fuera un castigo sería pequeñísimo. Vamos a tener castigos mucho más grandes y difíciles de controlar: cambio climático, pérdida de biodiveridad, subida del nivel del mar… No van a ser tan rápidos como un virus que en dos meses se reparte por el mundo. Pero serán más duros de sobrellevar de lo que está siendo esta pandemia.
La palabra castigo no me gusta. El duque de Medina Sidonia preguntó en el s.XVIII al padre Sarmiento, que era su confesor y asesor científico, si habría menos atunes en la almadraba porque daba poca limosna. Y le dijo: “No creo en esa razón porque para ser científica no explica nada, y para ser moral, es corta”. Como castigo a no dar limosna, era realmente pequeño (sonríe).
Mis amigos de WWF han dicho: respetar la naturaleza es ponerse mascarilla. Respetar la naturaleza es necesario, pero no solo para detener un virus. Es necesario, porque los males para la humanidad van a ser mucho mayores.
¿Un partido político que ofreciera llevar en sus listas científicos tendría más calado?
Hay que buscar economistas que planeen un nuevo modelo que nos permita salir de este círculo vicioso, el de consumir más para poder vivir igual
Los partidos políticos tradicionales tienen la obligación de integrar científicos, ambientalistas, técnicos especializados… Como hizo Obama: tenía un equipo de asesores de calidad, y tomó decisiones claras sobre Cambio Climático, por ejemplo. Pero luego llegó Trump y los echó a todos. Hay que buscar economistas que planeen un nuevo modelo económico que nos permita salir de este círculo vicioso, de consumir más para poder vivir lo mismo. Esto supone destruir más, contaminar cada vez más, calentar más el planeta. Yo sé que eso no se debe hacer, pero cómo escapa uno del círculo vicioso, no lo sé hacer. Deben ser responsables políticos, que cobran para eso, los que encuentren la salida con el auxilio de científicos y técnicos, y creo que los partidos políticos ante los grandes problemas se entenderían mejor si tuvieran asesores. Un asesor científico del PP y otro del PSOE se entenderían mejor que los líderes. Y si estos tuvieran la influencia que deberían tener, iría todo mejor.
Hay instituciones científicas que deberían asesorar al Gobierno
Sí, los asesores no son solo individuos. Yo soy miembro de la Academia de Ciencia, y una de las misiones es asesorar al Gobierno, pero nunca nos piden asesoría. Si asesoramos sin que nos lo pidan, pues no llega. Sería maravilloso que el Gobierno, los partidos políticos, las Cortes tuvieran una jornada mensual con las grandes academias, las universidades etc…
Ahora está habiendo más inversión en ciencia que nunca, eso es esperanzador, ¿no?
Ahora, poner mucho dinero de golpe para investigar el coronavirus puede que ayude algo, pero puede también que se gaste más porque es más de lo que pueden metabolizar los expertos en el tema
Pues sería esperanzador si hubiera un pensamiento profundo de dónde invertir. Lo que decía Luis Enjuantes: “Toda la vida mendigando por cuatro duros y ahora no sé en qué gastarlo”. Esto es algo propio de nuestro sistema capitalista: si quiero algo, me lo compro. Y esto no funciona, es mentira, hay que invertir cuando no te hace falta para cuando haga falta. Ahora, poner mucho dinero de golpe para investigar al coronavirus puede que ayude algo, pero puede también que se gaste mal, porque es más de lo que puede metabolizarse por los expertos en el tema.
Ojalá nos llegue del cielo una nube de sentido común
Sentido común y sentido científico, que no siempre es sentido común, porque nos hace ver más lejos de lo que el sentido común nos informa. Con ciencia podemos prever lo que puede ocurrir y poner las medidas antes de que suceda.
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