El reciente terremoto que ha afectado a Turquía y a Siria, y ha dejado millares de muertos y heridos, tenía que suceder tarde o temprano
Los terremotos son un fenómeno geológico que provoca una sacudida de la corteza terrestre. Ocurren a diario en todo el mundo, aunque muchos de ellos son imperceptibles. La web estadounidense USGS, que monitorea e informa sobre terremotos en el mundo, muestra 52 seísmos tan solo en las últimas 24 horas.
De hecho, en 2016 se detectó en Turquía lo que se conoce como un terremoto lento. Duró 50 días, y aunque tenía una magnitud de 5,8 en la escala de Richter, no fue percibido por nadie. Sin embargo, el país también ha sufrido otros terremotos devastadores, como el de Erzincan de 1939, de magnitud 7,8, que costó la vida a más de 32.000 personas, o el de Izmit de 1999, con una magnitud de 7,4 en la escala de Richter, y que segó las vidas de más de 17.000 personas.
El terremoto de la madrugada del lunes, con hipocentro (el punto interior de la Tierra en el que se origina un movimiento sísmico) a 18km de profundidad, epicentro en la poblada ciudad de Gaziantep, y con más de 125 réplicas, es uno de los más potentes de la historia de movimientos sísmicos de la zona.
En realidad, fueron dos seísmos distintos los que azotaron a varias ciudades turcas y sirias. El primero de ellos duró 30 segundos y tuvo una magnitud 7,8 en la escala de Richter. El segundo se situó a unos 80km al norte del seísmo inicial y tuvo una magnitud de 7,6.
El hecho de que el hipocentro del terremoto fuese bastante superficial hizo que fuera más fuerte, ya que, a menor profundidad, mayor es la propagación de las ondas sísmicas. Además, sucedió en general en ciudades muy pobladas, y que en muchos casos no poseen edificios sismorresistentes.
Turquía está situada en un punto caliente de actividad sísmica. Tiene al norte la placa euroasiática, en la parte sur la placa africana y en la parte sureste la placa de Anatolia.
La placa de Anatolia o arábiga es una placa tectónica continental cuyas fallas recorren todo el territorio turco. Las fallas son los puntos en los que las distintas placas entran en contacto.
Las placas tectónicas se mueven continuamente, a razón de 3 a 6 centímetros al año. Con el movimiento, se va acumulando energía en los puntos de contacto, o fallas, de las placas. Cuando la energía acumulada en las fallas se libera bruscamente, se producen ondas sísmicas que viajan kilómetros a través de las rocas fracturadas hasta llegar a la superficie terrestre. La tierra tiembla.
Los eventos sísmicos no son predecibles. No hay instrumental o tecnología que permita ponerles fecha, por más que se haya viralizado un tweet que supuestamente advertía de la inminencia del terremoto de Turquía. Solo se pueden calcular las probabilidades de que ocurran terremotos significativos en zonas específicas dentro de un periodo determinado de años. Los sismólogos saben dónde pueden ocurrir, pero no cuándo, al menos con precisión.
Jordi Díaz, sismólogo del Geo3Bcn-CSIC, explicaba a eldiario.es que, aunque no se pueda predecir la ocurrencia de un terremoto, “en las zonas especialmente sensibles se dan con una periodicidad que se mide en décadas, de manera que si no ha ocurrido uno en muchos años se puede decir que está al caer”. Para Diaz, la mejor protección es invertir en la construcción de edificios mejor preparados para resistir temblores intensos.
Un estudio de 2019 publicado en la revista Nature hizo observaciones geodésicas en alta mar, y mostró que un segmento de la Falla de Anatolia del Norte en el Mar de Mármara central estaba bloqueado y, por lo tanto, acumulaba tensión.
Los investigadores usaron una red de dispositivos transpondedores acústicos que midieron la deformación de la corteza con precisión milimétrica en el lecho marino durante 2,5 años, sin detectar desplazamientos de falla. La ausencia de deformación y la baja sismicidad monitoreada por sismómetros del fondo del océano indicaron un bloqueo completo de la falla hasta al menos 3 km de profundidad, y presumiblemente, hasta 5,5 km de profundidad.
Según el estudio, estos dos factores en el Mar de Mármara equivaldrían a un terremoto de magnitud entre 7,1 y 7,4, y urgía a valorar la peligrosidad en la zona y a realizar estudios marinos similares en regiones con un alto potencial de peligro por fallas activas mar adentro.
Pase lo que pase, puesto que no pueden aproximarse lo suficiente a las fechas en que ocurrirán los temblores, los expertos coinciden en que la mejor forma de prepararse para un posible terremoto, sobre todo en zonas propensas, es construir infraestructuras y edificios que soporten seísmos, y así evitar en lo posible los muertos y heridos que, en el caso del terremoto del 6 de febrero de 2023, se cifran en miles, y que sin duda aumentarán en los próximos días.
REFERENCIA
Interseismic strain build-up on the submarine North Anatolian Fault offshore Istanbul
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