NATURALEZA

Este antepasado del tiburón blanco tenía una dieta sorprendente

Los fósiles excepcionalmente conservados de un antiguo tiburón que convivió con los dinosaurios han revelado por fin cómo era este depredador y por qué pudo extinguirse

El descubrimiento absolutamente increíble de varios fósiles de tiburones totalmente articulados del Cretácico Superior, hace 105 a 72 millones de años, está arrojando una luz muy necesaria sobre el misterioso árbol genealógico de los tiburones.

En los yacimientos fósiles de Lagerstätte, en Vallecillo (México), los paleontólogos han hecho el hallazgo de su vida: varios fósiles excepcionalmente bien conservados de un género extinto llamado Ptychodus.

Estos fósiles conservan no sólo los huesos articulados de los tiburones, sino también algunas de sus estructuras cartilaginosas, los contornos de todo su cuerpo y posiblemente incluso órganos. Estos detalles revelan cómo encajan los dientes y las vértebras de los tiburones en el contexto de sus cuerpos, una nueva herramienta para estimar sus tamaños y dónde encajan filogenéticamente.

La anatomía de un tiburón Ptychodus revelada por su fósil excepcional. (Vullo et al., Proc. R. Soc. B, 2024)

Los fósiles confirman finalmente que los Ptychodus son un tipo de tiburón perteneciente a la familia de los Lamniformes, que incluye a los grandes tiburones blancos. Los Ptychodus eran más pequeños que los tiburones blancos actuales, ya que alcanzaban los 9,7 metros de longitud. Aunque su estrategia de alimentación tampoco podría haber sido más diferente: sus dientes consistían en placas trituradoras que permitían a los animales darse un festín con los animales con caparazón que, de otro modo, serían demasiado difíciles de comer.

«Nuestros resultados apoyan la opinión de que los lamniformes eran ecomorfológicamente muy diversos y representaban el grupo dominante de tiburones en los ecosistemas marinos del Cretácico», escribe un equipo de paleontólogos dirigido por Romain Vullo, del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia.

«Ptychodus pudo haberse alimentado predominantemente de presas nectónicas de caparazón duro, como ammonites y tortugas marinas, más que de invertebrados bentónicos, y su extinción durante el Campaniano, mucho antes de la crisis de finales del Cretácico, pudo estar relacionada con la competencia con los emergentes mosasaurios globidensinos y prognatodontinos de dientes romos».

Los fósiles de Ptychodus han constituido un misterio desde que en 1729 se hallaron en Inglaterra los primeros fósiles de sus dientes trituradores. La mayoría de los restos que se han encontrado en los siglos transcurridos han sido dientes y vértebras, las únicas partes del esqueleto de un tiburón que son de hueso. El resto, al ser cartílago, no suele sobrevivir lo suficiente como para fosilizarse, lo que deja mucho a la imaginación.

Por muy fragmentarios que sean, esos pocos restos encontrados en todo el mundo ofrecen suficientes pistas como para insinuar el animal que los dejó.

Hay tiburones que adoptan una estrategia alimentaria similar en la actualidad, conocida como durofagia, lo que proporciona precedentes de una dieta de este tipo. La relativa ausencia de otros restos cuando se han encontrado tantos dientes en yacimientos fósiles del Cretácico Superior confirma que probablemente tenía un esqueleto de cartílago. Además, las escasas vértebras de Ptychodus que tenemos coinciden con las de otros tiburones.

Basándonos únicamente en el tipo de restos que suelen dejar los tiburones, es imposible deducir con certeza cómo eran esos tiburones. Incluso nuestra comprensión del famoso megalodón se basa en un montón de conjeturas.

Pero entonces tenemos algo como el Vallecillo Lagerstätte. Un Lagerstätte es un tipo de lecho fósil que tiende a preservar los restos increíblemente bien, incluidos los tejidos blandos que normalmente se descomponen antes de que pueda tener lugar el proceso de fosilización. En el Lagerstätte de Vallecillo es donde los paleontólogos encontraron seis ejemplares de Ptychodus que por fin están revelando la forma literal de este antiguo depredador.

Una placa dental superior de un tiburón Ptychodus. (Vullo et al., Proc. R. Soc. B, 2024)

Ninguno de los fósiles era de un tiburón especialmente grande, y el más largo alcanzaba poco más de 2 metros de longitud total. Pero, lo que es más importante, los fósiles mostraban a los tiburones con el mayor detalle anatómico que jamás hayamos visto, lo que permitió a los investigadores extrapolar esa anatomía a otros dientes recuperados, deduciendo una longitud máxima de 9,7 metros.

Ahora también sabemos cuántas vértebras tenían estos tiburones, qué tamaño tenían sus cuencas oculares, cuántas aletas tenían, el tamaño de sus cabezas y la forma de sus cuerpos. Esto permitió a los investigadores clasificar con seguridad a los tiburones como lamniformes y determinar que podían nadar a gran velocidad.

También tenían una forma corporal distinta a la de cualquier tiburón durofago vivo, lo que pone de manifiesto lo difícil que puede ser determinar la morfología de un tiburón basándose únicamente en sus dientes. De hecho, es posible que Ptychodus fuera el tiburón durofago más grande que haya existido, mucho mayor que el mayor de los actuales.

«El ecomorfotipo taquipelágico revelado por el material recién descubierto de México pone en tela de juicio la opinión generalizada de que el género durofago Ptychodus era un grupo de tiburones que vivían en el fondo y se alimentaban principalmente de invertebrados bentónicos con concha, como los bivalvos inocerámidos», escriben los investigadores.

«Las nuevas pruebas indican que Ptychodus era un depredador de aguas abiertas y natación rápida que se alimentaba de organismos pelágicos bien blindados como grandes ammonites y tortugas marinas, confirmando así el estilo de vida nectónico más activo sugerido anteriormente basándose en las características morfológicas de los centros vertebrales y las escamas placoideas.» Las maravillas, esperamos sinceramente, nunca cesarán.

REFERENCIA

Exceptionally preserved shark fossils from Mexico elucidate the long-standing enigma of the Cretaceous elasmobranch Ptychodus

Amina Jover

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