Un estudio comprueba que creer en teorías de la conspiración no hace disminuir la ansiedad y la sensación de amenaza, sino que al contrario las aumenta
Algunas personas se empeñan en creer que la tierra es plana, el viaje a la luna fue un montaje, o que el coronavirus se creó en un laboratorio para después controlar nuestras mentes con microchips inyectados con las vacunas y controlados por las antenas de 5G.
Una explicación psicológica habitual es que estas creencias son «funcionales», es decir, tienen un efecto beneficioso para quien las cree porque proporcionan una explicación sencilla (aunque equivocada) a fenómenos que son complejos de entender, y por tanto dan una sensación de seguridad y disminuyen la ansiedad provocada por circunstancias de incertidumbre. Pero ¿de verdad sirve creer en conspiraciones para sentirse mejor?
Esta pregunta es la base de una nueva investigación publicada en el Personality and Social Psychology Bulletin. Los resultados, en contra de lo que se suponía antes, indican que las teorías de la conspiración no disminuyen la ansiedad ni ayudan a las personas a enfrentarse a la sensación de incertidumbre y amenaza.
Los científicos de la Universidad de Osnabrück vieron en la pandemia de COVID-19 una oportunidad para estudiar este fenómeno con detalla. «Normalmente, las creencias conspirativas de la gente son relativamente estables a lo largo del tiempo. Sin embargo, durante la pandemia se desarrollaron muchas teorías conspirativas nuevas, y cabía esperar cambios en estas creencias», indica la autora principal Lisa Liekefett.
Las personas que creen en conspiraciones están más ansiosas que otras personas
La investigación se llevó a cabo con dos estudios realizados en Alemania, el primero con 405 participantes y el segundo con una muestra de 1.012 individuos más, a los que se realizó un seguimiento por medio de encuestas. En ambos estudios se midió la mentalidad conspirativa, es decir, la tendencia general a creer que los acontecimientos importantes son el resultado de conspiraciones. Se evaluaba la respuesta a afirmaciones como «los acontecimientos que superficialmente parecen carecer de conexión suelen ser el resultado de actividades secretas» o «en el mundo ocurren muchas cosas muy importantes, de las que nunca se informa al público».
Pero los investigadores no encontraron pruebas de que los aumentos de la mentalidad conspirativa estuvieran asociados a reducciones posteriores de la ansiedad, la aversión a la incertidumbre o la amenaza existencial. De hecho, su primer estudio proporcionó pruebas «de que las personas que creen en conspiraciones podrían sufrir más debido a sus creencias», según Liekefett.
Según el estudio, las personas que creen en conspiraciones están más ansiosas que otras personas, manejan peor la incertidumbre y se sienten más amenazadas. Entonces, ¿por qué la gente cree en ellas? Según los autores, «es posible que las creencias conspirativas hagan que la gente se sienta mejor de otras formas, por ejemplo, aumentando la autoestima o proporcionando conexiones sociales».
REFERENCIA
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