Un nuevo estudio desentraña la compleja relación entre honestidad y autenticidad es compleja, y desvela como podemos ser a la vez auténticos y deshonestos
Una reciente investigación ha comprobado que la autenticidad a veces requiere hacer uso del engaño.
Lo que determina si el engaño se considera auténtico es si está impulsado internamente y motivado por razones prosociales, es decir, que benefician a otras personas.
Nos podemos preguntar ¿ser auténtico significa ser honesto todo el tiempo, y compartir los verdaderos sentimientos y opiniones, pase lo que pase? Por ejemplo, ¿deberías decirle a tu jefe que su colonia huele a desinfectante? ¿Deberías decirle a tu pareja que el plan de negocio de su hermano es una estupidez? ¿Deberías decirle a la hija pequeña de un amigo que su dibujo de un perro se parece más a una mesa con ojos?
Si ser auténtico consistiera en hacer todas esas cosas, deberíamos preguntarnos, ¿hablar así nos hace sentir más auténticos? y por otro lado ¿los demás nos perciben como más auténticos? Estas son las preguntas que se han planteado los investigadores de la Universidad de Columbia en su artículo para intentar distinguir entre honestidad y autenticidad.
Ser auténtico no es lo mismo que ser honesto. La honestidad significa veracidad, decir la verdad, mientras que la autenticidad se refiere a expresar con precisión y coherencia los valores fundamentales y las cualidades internas de una persona.
Por lo tanto, la autenticidad incluye algo más que la expresión franca de lo que se nos pasa por la mente. Al fin y al cabo, el verdadero yo de un individuo consiste en muchos pensamientos, sentimientos e identidades cambiantes, algunos de los cuales pueden no ser conscientes o comprensibles. De hecho, según los investigadores es posible ser auténticamente deshonesto, es decir, decir mentiras de forma que uno se sienta fiel a sí mismo, y ponen los siguientes ejemplos en los que se da:
Las dificultades de ser auténtico y honesto con uno mismo y con los demás
En general, la autenticidad requiere tener conciencia de los propios estados interiores y a la vez la expresión y comunicación veraz de esos estados. Pero lo habitual es que no siempre seamos sinceros con nosotros mismos. De hecho, el autoengaño es un obstáculo importante para tomar conciencia de los estados interiores y comunicarlos a los demás.
Por ejemplo, a menudo intentamos aferrarnos a creencias positivas poco realistas, lo que requiere interpretar la información nueva de forma sesgada para hacernos sentir bien. Un ejemplo clásico es «soy mucho mejor conductor que la media de las personas» y «mi yo verdadero es mejor y más moral que el yo verdadero de los demás».
Los demás no tienen acceso a nuestros estados internos (sólo nosotros lo tenemos, y de forma limitada), y por tanto no pueden saber con certeza si estamos siendo auténticos. Por eso se basan en atajos mentales y en reglas empíricas llamadas heurísticas. La heurística, a su vez, está influida por factores como el contexto. En concreto, el contexto determina si la autoexpresión puede percibirse como auténtica o falsa. Estos son algunos ejemplos:
Para dar sentido a la compleja relación entre ser veraz y auténtico, necesitamos entender un par de términos. Por un lado, el concepto del otro o el autoconcepto se refieren a la imagen mental de otra persona o de uno mismo. Por otro, la coherencia significa que el comportamiento de una persona tiene sentido, es predecible y parece coherente con lo que sabemos de ella.
Es más probable que nos sintamos auténticos cuando nuestro autoconcepto es coherente. Del mismo modo, el comportamiento de un desconocido parece auténtico si nuestra imagen mental de él es coherente.
Por tanto, la honestidad predice la percepción de autenticidad sólo cuando aumenta la coherencia. Es decir, una gran autenticidad es el resultado de una combinación de gran honestidad y gran coherencia.
La moralidad también importa. Cuando la deshonestidad se percibe como moralmente aceptable (por ejemplo, mentiras prosociales en lugar de hipocresía), el comportamiento resultante parece más auténtico.
En general, para ser interpretado como auténtico, el engaño debe estar motivado por la benevolencia, la lealtad u otros valores personales prosociales, como por ejemplo, proteger a alguien de un daño. En este caso, el engaño se considera motivado internamente y coherente con el autoconcepto de la persona, y por tanto, se percibe a la persona como auténtica.
La sociedad y sus normas no son enemigas de la autenticidad. De hecho, la autenticidad no es sólo una construcción individual sino también social. El contexto sociocultural desempeña un papel importante en la creación y configuración del autoconcepto (por ejemplo, a través de la comparación y la validación social).
En resumen, tanto la honestidad como la deshonestidad pueden ser necesarias en la búsqueda de un yo auténtico y coherente. Lo más importante es ser fieles a nosotros mismos.
REFERENCIA
Yours truly: On the complex relationship between authenticity and honesty
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