“Gran parte de lo que haces es funcionamiento zombi, mecanismos que muchas veces se nos escapan a nosotros mismos para entender por qué hacemos las cosas que hacemos”, explica el psicobiólogo Manuel Martín-Loeches en esta entrevista sobre su último libro: ¿De qué nos sirve ser tan listos? (Ed. Planeta) Un libro que voy a regalar cinco veces estas navidades, y no porque tranquilice ni sosiegue, sino porque es una revelación sin concesiones sobre el ser humano, nuestro cerebro, sus usos y costumbres.
“Ser tan listos no puede ser en balde. No es posible que tengamos un órgano, el cerebro, que es una maravilla de la evolución, que consume tanta energía y que es tan grande, que nos fuerza a nacer antes de tiempo (o no cabríamos por el canal del parto) para nada: para cometer errores, para creer en mentiras, para sufrir innecesariamente viviendo guerras que él mismo ha provocado. Algo no cuadra. O sí”, introduce Martín-Loeches en su libro.
Manuel Martín-Loeches es catedrático de Psicobiología y responsable de la Sección de Neurociencia Cognitiva del Centro Mixto UCM-ISCIII de Evolución y Comportamiento Humanos. Es coautor de más de 100 artículos científicos sobre el cerebro y la cognición humana, el lenguaje, la religión, la estética y las emociones. No es una extravagancia considerarle uno de los mayores conocedores del comportamiento humano. Inicié esta entrevista contrastándolo con él.
Pregunta: Aunque sé que eres un hombre humilde: ¿podemos afirmar que estás entre las personas que mejor entienden a la humanidad?
Manuel Martín Loeches: ¡Vaya! Pues voy a tener que dejar de ser humilde. Creo que sí, que estoy entre las personas que mejor entienden al ser humano. Pero no es una cosa mía, somos muchos. La comunidad científica entiende ya bastante. En el libro yo me he hecho cargo de esa comprensión, de recoger lo que sabemos de cómo somos.
Pregunta: Y, siendo así, ¿también estás entre las personas que mejor se entienden a sí mismos?
Manuel: Esa es una pregunta psicoanalítica.
Pregunta: ¿Y cuál es la respuesta?
Manuel: Pues no. No creo que me entienda más o mejor que otras personas.
A pesar del conocimiento sobre cómo funciona un cerebro, no te entiendes mejor que otras personas. Hay mucho de nuestro comportamiento que es de funcionamiento zombi, inconsciente, que no tiene nada que ver con el inconsciente de Freud, pero sí tiene que ver con mecanismos que muchas veces se nos escapan a nosotros mismos para entender por qué hacemos las cosas que hacemos. Y es posible que a mí se me escapen muchas cosas sobre mí mismo. En este sentido estoy en igualdad de condiciones que el resto de los seres humanos.
Pregunta: Entonces, si no sirve el conocimiento, ¿estamos perdidos?
Manuel: No, no, no, no tiene nada que ver. Es así, pero tampoco pasa nada, no es grave. Cuando estás metido en tus propios problemas o en tus propias soluciones no entiendes muy bien cómo has llegado a donde has llegado y es mejor que alguien externo lo observe y lo analice con frialdad, porque tú te dejas llevar por muchos impulsos, emociones, sesgos y errores acumulados. Y entonces no lo ves bien. Es mejor que lo vea otra persona, incluso mejor, varias otras personas.
Pregunta: ¿Así que no es bueno callarnos nuestros dramas?
Manuel: Entenderse a uno mismo es difícil porque hay que salir de las propias trampas que uno ha generado y ha construido durante toda su vida. “Trampas” tiene un sentido peyorativo, pero no tienen por qué tenerlo. No dejan de ser nuestras narrativas o las historias que nos contamos a nosotros mismos, que, bueno, son las nuestras. Así que es mejor ver otros puntos de vista.
«Mis hijos adolescentes son muy impredecibles y mi cerebro, por muy grande que sea, es de otra generación, tiene otra edad y las posibles predicciones que yo pueda hacer con respecto a los gustos, intenciones, comportamientos y demás de mis hijos no valen»
Pregunta: Y respecto a tus hijos o tus relaciones sentimentales… ¿ayuda tu conocimiento?
Manuel: Fíjate, con mis hijos tengo un problema y es que son adolescentes. Somos la especie más impredecible. Es una de las razones por la que hemos generado un cerebro tan grande, para intentar predecir el comportamiento de los demás y anticiparnos a ellos y que no nos pille por sorpresa. Mis hijos son muy impredecibles y mi cerebro, por muy grande que sea, es de otra generación, tiene otra edad y las posibles predicciones que yo pueda hacer con respecto a los gustos, intenciones, comportamientos y demás de mis hijos no valen.
«Es realmente crítico que la clínica no tenga un acceso directo a la actualización en investigación en neurociencias y psicobiología»
Pregunta: Cuando una va al psicólogo, o al psiquiatra, ¿está actualizada la información que tienen sobre nuestro comportamiento?
Manuel: Quienes hacen clínica normalmente no hacen investigación. Son dos mundos que cuesta que se comuniquen. Desde fuera, o por lo menos desde mi perspectiva, es realmente crítico que la clínica no tenga un acceso directo a la actualización en investigación en psicobiología, que incluye neurociencias, hormonas etc.
Pregunta: Amamos, odiamos… sentimos. ¿Cómo va vuestra comprensión de las emociones?
Manuel: Hemos ido tirando del hilo, buscando, entre otros, circuitos cerebrales que tengan que ver con el amor, el odio, los celos…. Y al final te acabas dando cuenta de que todos son compartidos. Casi todos los circuitos cerebrales que tienen que ver con las emociones también tienen que ver con reacciones viscerales del cuerpo.
Pregunta: ¿Las vísceras?
Manuel: Sí. Son circuitos que monitorizan el estado del cuerpo, están a cargo de reacciones que se producen con respecto a sucesos que han ocurrido o que van a ocurrir. La composición de las emociones es más completa y más acertada cuando se tiene en cuenta el estado del cuerpo, incluyendo las vísceras, que de hecho es quizá la parte más importante para las emociones. En función de eso y de lo que está pasando, el cerebro hace una simplificación y le pone una etiqueta. Dice, por ejemplo, que lo que está pasando es amor, o miedo. Y esa etiqueta no es la misma para todo el mundo. Depende mucho de nuestra cultura, y de nuestras experiencias.
Pregunta: ¿Por eso son tan complejos los experimentos sobre el comportamiento humano?
Manuel: Cada vez se hacen experimentos más acertados. Pero te voy a mostrar dos ejemplos interesantísimos para que veas lo complicado que es esto. Demostraron que si trabajas con palabras que tienen que ver con la senectud, con la vejez, las personas del experimento después caminaban más despacio. Intentaban estudiar cómo el cerebro se deja influir por cosas sin saber que nos están influyendo. Otro experimento demostraba que los jueces, antes de comer, y también justo después, firmaban más sentencias condenatorias. Lo más interesante es que ninguno de esos experimentos es reproducible. Es decir, si se repite, no se llega a los mismos resultados.
Comentario: Qué curioso, porque en ambos casos me parece que las conclusiones tienen lógica
Manuel: Exactamente. Lo interesante es que pensamos que es lógico firmar condenas si tienes hambre. Son ejemplos que explican muy bien cómo es de potente nuestro sistema de creencias. Si lo que te cuentan se ajusta a lo que crees, va a misa.
Si podemos abrir el cerebro y meter electrodos dentro, tipo los de Neuralink de Elon Musk, eso sí que dará pie a ir más allá en investigación.
Pregunta: ¿Ayudaría a entendernos poder leer los pensamientos?
Manuel: Se está haciendo. Ya se han hecho experimentos que permiten escuchar pensamientos, tu voz interior. También se está avanzando bastante con imágenes.
Hay un pequeño problema y es que todo esto lo estamos haciendo con técnicas que nos permiten abordar el cerebro desde fuera, sin abrirlo. Si lo pudiéramos abrir y meter electrodos dentro, tipo los de Neuralink de Elon Musk, eso sí que daría pie a ir más allá y ver con mucho detalle pensamientos e imágenes no preprogramados, lo que ni siquiera somos conscientes que pensamos.
Desde fuera la información que obtenemos es muy ruidosa porque la actividad eléctrica se difunde por una masa que es semi líquida, el cerebro. Nos llega muy disuelta, digámoslo así, a la superficie.
Pregunta: ¿Abrirías un cerebro humano para conocer todo esto?
Manuel: Se hizo en su momento.
«Los neuroretoques van a ser posibles. La posibilidad de que esto evolucione es altísima. Es como la estética, cuando te retocas la cara para quitarte arrugas»
Pregunta: Y, ¿podríamos alterar nuestros circuitos voluntariamente?
Manuel: Los neuroretoques van a ser posibles. La posibilidad de que esto evolucione es altísima. Es como la estética, cuando te retocas la cara para quitarte arrugas. Por ejemplo, podremos contar con una secuencia de estímulos que haga que las mañanas de los lunes sean estupendas, o que atenúen la depresión o estimulen la energía que necesitas para llevar a cabo un proyecto. Ahora se hace con pastillas, pero con neuroretoques puedes hilar muy fino. Esa es la idea. Y sí, ¿por qué no? Ser posible, va a ser posible.
«Vivimos dos realidades, dos mundos paralelos, el que nos hace resolver las cosas prácticas, y el mundo del mito, el que cada uno se construye»
Pregunta: ¿Hay otro modo de entendernos a nosotros mismos que no sea implantándonos un chip?
Manuel: Entendernos significa conciliar los dos mundos paralelos, la realidad, y el mito. Hay algo que aparece repetidamente en mi libro: el miedo a la muerte que tiene nuestra especie. El miedo a la nada, un temor que ningún otro animal tiene, que nos ha empujado a crear mundos que nos entretienen, que nos llenan, que nos dan alegrías, que dan sentido a la vida.
Aquí entra la creación de mitos, la fe, las religiones, incluso la ciencia. Vivimos dos realidades, dos mundos paralelos, la vida real y el mito, el que cada uno se construye. Esa narrativa propia nos permite, entre otras cosas, entender la muerte que a todos nos espera, e incluso si tiene sentido o no las cosas que hacemos. Somos tan listos que nos hemos inventado esas realidades paralelas, a sabiendas o no.
Pregunta: ¿Y hay una conexión entre la vida real y el mito?
Manuel: Yo creo que esa conexión la da la ciencia. Por fin hemos encontrado una narrativa científica útil para explicar al ser humano. La ciencia permite conectar el mundo que llamamos real con el mundo imaginario, para dar sentido a nuestra vida, para dar respuestas a nuestro cerebro, para darle cierta satisfacción, para creer que no todo está perdido. Creo que por ahí van los tiros.
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