La pandemia de COVID-19 ofreció a los investigadores la oportunidad de aprender más sobre otro tipo de contagio: las ideas
La pandemia de COVID-19 brindó a la comunidad médica mundial la oportunidad de dar pasos de gigante en la comprensión de cómo desarrollar vacunas y aplicar medidas de salud pública destinadas a controlar la propagación de enfermedades, pero la crisis también ofreció a los investigadores la oportunidad de aprender más sobre otro tipo de contagio: las ideas.
El matemático y profesor adjunto de Biología Nicholas Landry, experto en el estudio del contagio, está explorando cómo afecta la estructura de las redes de interacción humana a la propagación tanto de enfermedades como de información, con el objetivo de comprender el papel que desempeñan las conexiones sociales no sólo en la transmisión de enfermedades, sino también en la difusión de ideas e ideologías.
En un artículo publicado este otoño en Physical Review E con colaboradores de la Universidad de Vermont, Landry explora un enfoque híbrido para entender las redes sociales que implica inferir no sólo los contactos sociales sino también las reglas que rigen cómo se propagan el contagio y la información.
«Con la pandemia, tenemos más datos que nunca sobre las enfermedades», afirma Landry. «La cuestión es qué podemos hacer con esos datos y cuántos datos hacen falta para averiguar cómo está conectada la gente».
La clave para hacer uso de los datos, explicó Landry, es comprender sus limitaciones y saber cuánta confianza podemos tener al utilizar modelos epidémicos para hacer predicciones.
Las conclusiones de Landry sugieren que reconstruir las redes sociales subyacentes y sus repercusiones en el contagio es mucho más factible para enfermedades como el SARS-CoV-2, el Mpox o el rinovirus, pero puede ser menos eficaz para entender cómo se propagan enfermedades más altamente infecciosas como el sarampión o la varicela.
Sin embargo, en el caso de las tendencias o informaciones extremadamente virales, Landry sugiere que puede ser posible rastrear cómo se propagan con más precisión de la que podemos lograr para las enfermedades, un descubrimiento que informará mejor los esfuerzos futuros para comprender las vías tanto del contagio como de la desinformación.
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