Los poetas malditos la describieron como la bajada a los infiernos. Después de una noche de excesos, la absenta fermentaba en sus cuerpos con la misma impiedad que sus pasiones y tormentos, llevándoles a una muerte prematura y salvaje. Con pluma más prosaica, pero certera, los científicos siguen encontrando razones para investigar el álter ego forzoso del placer: la resaca. Sería uno de esos regalos de la medicina encontrar una píldora que acabara con estos síntomas de un plumazo. Y en ello están. Pero las razones que les impulsan a encontrar el remedio contra la resaca van más allá.
[image id=»20307″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]Si el bebedor la sufre en sus carnes, al empresario le duele en su bolsillo, a juzgar por las cifras que arroja la consultora Behavioural Healthcare. En España, más de la mitad ha tenido que afrontar los trastornos derivados de la ebriedad de sus empleados, y hasta un 5% del absentismo laboral está provocado por las resacas.Uno de cada diez empleados trabaja con resaca al menos una vez al mes. Y aún hay un dato más demoledor: el 30% de los accidentes laborales los causan el abuso de alcohol y las drogas.
Fuera de nuestro país, los ciudadanos tampoco brillan por su recato a la hora de empinar el codo. En Inglaterra, más de medio millón de trabajadores empieza cada día su jornada laboral con resaca, según un estudio de la compañía Drinkware. El balance es: 2.700 millones de libras anuales en el sistema sanitario a causa de las borracheras; 17 millones de jornadas laborales perdidas y unos 20.000 millones de libras menos en las arcas estatales.
La resaca es la cara visible del exceso de alcohol. “Dependiendo del nivel de alcoholemia, así será la resaca”, añade el doctor Antonio Gual, del Institut de Neurociències de l’Hospital Clínic de Barcelona, “y se desencadenará un cuadro en el que no faltará una crisis de angustia, y a veces de depresión, al querer el organismo deshacerse del estado en que se encuentra”. Pero, con el placer que nos provoca una reunión con chupitos y otras bebidas, ¿por qué la consecuencia es tanto malestar si hay exceso? ¿No hay nada que la ciencia pueda hacer al respecto?
En el Imperial College de Londres, el polémico profesor David Nutt trabaja en la elaboración de una bebida alcohólica sintética que pueda mantener la sensación de embriaguez, pero que sea inocua para el organismo y libre de resaca. Podría estar disponible en cinco años, si no fuera porque sus controvertidas opiniones acerca de la droga suponen un mazazo a su credibilidad en el Gobierno británico, que debería respaldar y autorizar la venta de este compuesto. La controversia surge porque entre sus componentes están las benzodiacepinas, medicamentos psicotrópicos que actúan sobre el sistema nervioso y que tienen efectos sedantes y ansiolíticos.
El neurólogo José Félix Martí Masso, jefe de Servicio de Neurología del Hospital Donostia, dice: “Es verdad que la resaca intensa es más un mecanismo protector del alcoholismo que inductor de un daño cerebral en sí mismo; sin embargo, supone una toma de alcohol en grandes cantidades que, de forma crónica, es tóxica para el cerebro. Hay un gran número de enfermedades cerebrales que se producen por el exceso de alcohol”.
Científicos de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad de Southampton han conseguido un gran avance (véase el recuadro de la derecha, Gusanos beodos) al identificar un neurotransmisor implicado en la resaca.
Si consiguen neutralizarlo, probablemente se detendría la cascada de efectos indeseados que sentimos tras la ingesta abusiva de alcohol. El doctor Francisco Pascual, de la Sociedad Científica de Estudios sobre el Alcohol, asegura: “De momento, ningún milagro tradicional cura el cuadro de abstinencia que sigue a una noche de juerga. Ni siquiera valdría el alivio que supondría una pequeña dosis de alcohol, ya que, si bien restablecería el equilibrio en los circuitos neuronales, precipitaría la dependencia”. Solo la ciencia puede dar con algún remedio realmente eficaz.
El último llega de la Universidad de Barcelona, en colaboración con el Laboratorio de Magnetismo y Nanotecnología de la Universidad de Santiago de Compostela, y acaba de ser portada de la revista Journal of the American Chemical Society (JACS). Se trata de nanopartículas formadas por átomos de plata que podrían evitar los daños celulares provocados por el etanol.
¿Y no sería suficiente el martirio de la resaca para disuadirnos la próxima vez que tuviésemos ocasión de emborracharnos? Investigadores de la Universidad de Binghamton, en Nueva York, han experimentado con ratones; cuál no sería su sorpresa al comprobar que los roedores adolescentes sufren resacas más leves y con niveles más bajos de ansiedad, por lo que su recuperación es más rápida y la borrachera acaba siendo mucho más gratificante que para un adulto.
En las ratas mayores, sin embargo, la resaca abortó cualquier comportamiento social, su ansiedad fue más alta y el alcohol acortó su vida. En ellas, las consecuencias tan adversas y su mayor vulnerabilidad ante el alcohol sí resultaron disuasorias para un consumo posterior. Los resultados de este experimento, publicados en Alcoholism: Clinical&Experimental Research, permiten deducir que esta resistencia de la población más joven, aunque transitoria, les llevaría a desdeñar los efectos adversos del consumo inmoderado de alcohol, algunos irreversibles: pérdida de memoria, trastornos mentales y riesgo de adicción solo siete meses después de emborracharse con regularidad. En España, el último informe de Sanidad sobre la evolución del consumo de drogas corrobora esta actitud, y desvela una tendencia creciente de los jóvenes a las borracheras intensivas y un descenso del consumo en la población general.
Otro de los grandes embrollos que empiezan a esclarecer los científicos es por qué unas personas soportan las resacas mejor que otras, aun cuando sus niveles de alcohol sean similares o incluso más altos. Hace tiempo, los investigadores empezaron a usar herramientas novedosas de medición de la resaca. Una de las más populares es la llamada Hangover Symptoms Scale de la profesora Damaris Rohsenow, de la Universidad de Providence. Ella la probó con 54 marinos suecos y 135 universitarios de Boston, a quienes hicieron beber cerveza, vodka o bourbon hasta alcanzar 1,2 g/kg en hombres y 1 g/kg en mujeres.
Después de 8 horas de sueño, les pasaron el cuestionario y puntuaron de 0 a 7 varios síntomas: sed, agotamiento, dolor de cabeza, mareos y desmayos, falta de apetito, dolor de estómago, náuseas y taquicardias. Las puntuaciones sirvieron a Rohsenow para establecer relaciones entre la intensidad de los síntomas y la presencia de tóxicos en cada clase de bebida. Y aunque demostró que las bebidas oscuras provocan efectos colaterales más desagradables, la disfunción cerebral se mantenía a la mañana siguiente en cualquiera de los casos.
Este tipo de mediciones ha permitido también comprobar que la mujer es más propensa a desarrollar resaca. Martí Masso encuentra otros agravantes: “Las resacas empeoran a medida que envejecemos, seguramente a causa de la disminución de la enzima alcohol deshidrogenasa. También los enfermos con migraña tienen resacas peores, y probablemente los hipertensos”. Habla también de cómo la mayoría de la gente del Este de origen asiático presenta una mutación en el gen de esta enzima que les provoca síntomas de resaca grave. Sin embargo, estas personas son menos propensas a volverse alcohólicas.
Y una última observación muy curiosa para la ciencia que estudia la resaca: en Finlandia, las hemorragias cerebrales tienen lugar con mayor frecuencia los lunes, después de las borracheras del fin de semana…
Redacción QUO
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