Un animal clonado no tiene por qué haber sufrido ninguna manipulación genética: solo es una réplica de otro. Lo que ocurre es que los animales transgénicos, es decir, aquellos a los que se les ha sometido a alguna modificación en su código genético, suelen producirse mediante clonación. Esta técnica podría permitir la reproducción de ganado tratado con ingeniería genética que no tenga priones, las proteínas que lo hacen susceptible de sufrir el mal de las vacas locas. También podría hacer posible replicar animales tratados genéticamente para resistir enfermedades o con menor impacto ecológico, como el Enviropig (ecocerdo), cuyos desechos contienen menos fósforo, un contaminante problemático resultado de las granjas de cerdos. La veda del supermercado se ha abierto solo para los primeros: todavía no está autorizado el consumo de animales transgénicos.“El empleo de animales clonados transgénicos no pasa por la cadena alimentaria”, tranquiliza Puigdomènech. “En lo que se está trabajando es en que estos animales lleguen a generar sustancias de interés médico, como hormona de crecimiento e insulina”. Por lo tanto, aun cuando los animales transgénicos vayan directamente solo al laboratorio y a la farmacia, lo que parece seguro es que, antes o después, todos terminaremos comiéndonos a algún hijo de clon.

Redacción QUO