El estrés académico afecta a tres de cada cinco alumnos en estos últimos meses de curso. La presión del entorno, el miedo al fracaso y el elevado nivel de autoexigencia impiden mantener el control sobre la mente y el cuerpo en plena forma. Como consecuencia de ese estado de irritabilidad, cansancio generalizado y nerviosismo, los estudiantes tienden a alterar sus horas de sueño, frenar su actividad física y alimentarse mal. Son los datos que arroja un estudio publicado en European Journal of Nutrition y presentado en el 26º Congreso Europeo, que acaba de celebrarse en Glasgow. Sus autores establecen un vínculo directo entre el estrés de los exámenes y los antojos. Los alumnos recurren más a la comida rápida y se olvidan del consumo de frutas y verduras.
Según esta investigación, dirigida por Nathalie Michels, de la Universidad de Gante (Bélgica), el 75% no sigue las recomendaciones básicas de la OMS. En su lugar, su dieta durante esta etapa se centra en comidas rápidas, grasas y dulces. El estudio incluyó a 232 estudiantes de diferentes universidades belgas antes y después de los exámenes.
Hambre emocional
Además, los resultados permitieron diferenciar los hábitos de los llamados comedores emocionales, que comen como respuesta a sus emociones negativos, de los comedores externos, que escogen sobre todo comidas dulces y grasas dejándose llevar por la vista o el olfato. También identificaron a estudiantes más sensibles a la recompensa, sedentarios o con niveles exagerados de estrés y con mayor probabilidad de cambiar sus hábitos.
La realidad contemplada en los campus universitarios ha llevado a la doctora Michels a pedir que se diseñen políticas de prevención que incluyan el manejo del estrés y la educación nutricional, sobre todo porque, según indica, los malos hábitos se instalan fácilmente y con clara intención de quedarse.