Se dice que alguien que es «un pan sin sal» es aburrido, monótono… en definitiva una persona sosa. Y para que un dicho retrate tan negativamente la unión de este condimento con el alimento, por algo será. A los españoles, en concreto, nos priva que nuestras comidas tengan sabor, y eso incluye la herramienta básica para rebañar los platos: el pan. Gran parte de nuestra dieta debe estar regada con sal, hasta el punto de que al menos el 80% de la población española supera la media de 5 gramos de sal recomendada por la Organización Mundial de la Salud (tal y como apuntan datos de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición -AESAN-). De hecho, la propia OMS advirte que nuestro país alcanzaría una media del 9.8%, y gran parte de esa culpa viene por el consumo de pan.
Según un informe de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), alrededor del 20% de la sal que consumimos de «manera oculta» a través de otros alimentos, viene integrada en el «pan nuestro de cada día», por lo que es necesario que los panaderos controlen la que añaden para que no suponga un problema de salud grave a quienes lo comen. Ya en 2005, el Ministerio de Sanidad y el sector de la panadería firmaron como objetivo que el contenido máximo de sal en una barra de pan fuera del 1’8 % (es decir, 1’80 gramos por cada 100), y a pesar de que en los años siguientes la reducción fue notable, en cuestión de casi 15 años la cifra ha llegado a situarse en una media más cercana al 1.5%. Pero esto es algo que tendrá que cambiar antes de 2022.
Según la nueva Ley del Pan que ha puesto en vigor el Gobierno, el pan común deberá tener como máximo 1.31 gramos de sal por cada 100 gramos. Algo que deberá ser una obligación dentro de 2 años y medio y que podrá ser motivo de multa en caso de que no se llegue a respetar esta normativa. Esta cantidad sirve de referencia para quienes se comen cerca de media barra de pan diaria, y ya supondría más del 20% de la sal que se recomienda a diario. Así que si sois muy «paneros», es bueno que controléis la cantidad y con qué otros productos lo combináis, porque un simple bocadillo de embutido puede ser ya una bomba de relojería para nuestras arterias (al menos un 26% de sal).
¿Cuál puede ser la media de un adulto?
Saquemos calculadora y hagamos cuentas básicas para que veáis lo que implica. Una barra de pan puede llegar a pesar unos 250 gramos y cubre una cuarta parte de las necesidades calóricas de un adulto. Si nos comiéramos esa cantidad, incluso con los niveles máximos de sal que obliga la nueva ley, estaríamos añadiendo a nuestro cuerpo ya unos 3.275 gramos de los 5 máximos que recomienda la OMS.
Y eso que estamos excluyendo otros alimentos con lo que combinar como los mencionados embutidos, las aceitunas, las anchoas, pescados ahumados, sopas, caldos, salsas preparadas y preparados de pescado y de ave, así como cualquier producto ultraprocesado o de comida rápida. Lo bueno es que en España, la media no llega a comer una gran cantidad diaria de pan. De momento, se sitúa en unos 94 gramos al día, lo que deja un margen amplio para cumplir con los límites recomendados.
¿Cómo afecta a mi salud altas dosis de sal?
Si tu dieta se basa en una línea parecida a esta es bueno que te pares a pensar lo que le estás haciendo a tu cuerpo. Y es que no es nueva la relación directa de un alto consumo con una alta tasa de mortalidad por problemas de salud cardiovasculares. Y gran parte de ese mal viene por la conocida como «enfermedad silenciosa» o hipertensión arterial en la que la sal es una mala amiga.
Un estudio publicado el pasado mes de junio en la revista Circulation, de la Asociación Americana del Corazón, apuna que existen 3 factores de riesgo asociados a desarrollar una enfermedad cardiovascular: la tensión, las grasas trans y el consumo alto de sodio. Tras una investigación en la que incluyeron datos de la OMS, detectaron que la reducción de al menos un 30% de sodio en las comidas podría llegar a disminuir la presión arterial y evitar unas 40 millones de muertes.