Todo hace sospechar que el sambenito aquel de “detrás de cada gran hombre…” podría empezar a invertirse. Las cifras hablan: aumento de las mujeres en las universidades, en los puestos de responsabilidad de las empresas y en política (con Angela Merkel por tercera vez líder de la lista elaborada por la revista Forbes como la mujer más poderosa del planeta). El hombre, dicen sociólogos y especialistas, se está quedado atrás. ¿Razones?
De momento, la guerra ha estallado en las aulas. La intención del colegio Montessori de Salamanca de segregar a sus alumnos por sexos a partir del próximo año ha atizado un debate que, sigiloso, se ha ido armando de poderosas razones científicas, aunque nunca irrefutables. El Consejo Escolar de este centro, que ha paralizado su decisión de manera temporal, invoca la educación diferenciada como la metodología pedagógica idónea para frenar las desigualdades de “rendimiento, reconocimiento y comportamiento entre los chicos y las chicas”.
Ellas rinden más, tienen excelentes expedientes y una madurez más temprana. El neurólogo Francisco José Rubia, catedrático de Medicina de la
Universidad Complutense de Madrid, advierte de que: “Ya deberíamos dejar de vincular la educación diferenciada con ciertas creencias religiosas o ideologías ultraconservadoras”. Numerosas investigaciones sobre la eficacia académica de la escuela mixta en comparación con la diferenciada destacan que los alumnos de centros con educación separada obtienen mejores resultados académicos. Por ejemplo, los que escolarizan por sexos obtienen calificaciones más altas en la Selectividad, especialmente los colegios femeninos. Esto ocurre cada vez más en distintos países del mundo: las mujeres avanzan puestos en rendimiento escolar, mientras que en el varón aumentan los porcentajes de abandono de la escuela.
En Reino Unido, el 12% de las escuelas públicas son diferenciadas. En este país hay un porcentaje más alto de niñas que reciben este tipo de educación que de niños. En los últimos años, las presiones sociales y económicas han obligado a admitir chicas en los colegios privados masculinos, pero la mayoría de los femeninos se mantiene fiel a su convicción de los últimos 40 años. El rendimiento de sus alumnas es impecable. El Financial Times publica cada año el Top independent schools de Gran Bretaña, y de sus 25 mejores centros, el 94% ofrece enseñanza diferenciada.
En Estados Unidos (sobre todo en las zonas más deprimidas), Reino Unido y Alemania, estos colegios reciben amparo legal, apoyo social y reconocimiento de la Administración, que avala y autoriza la implantación de clases diferenciadas por sexo incluso en colegios e institutos públicos. Esta última opción de clases single sex en centros mixtos es una novedosa técnica pedagógica que permite aprovechar las bondades de ambos tipos de educación.
En España, la polémica está aún más candente por la negativa por parte de algunos gobiernos autonómicos de financiar los colegios single sex. Aquí, la reivindicación de educación diferenciada toma como argumento las tasas de fracaso escolar, a la cabeza de la UE en abandono temprano de la educación. Las cifras negativas se nutren cada vez más de varones. “El niño está un año y medio por detrás de la niña en lectura y escritura, y menos comprometido en el colegio”, según EASSE (European Association Single Sex Education). Investigadores de la Universidad de Granada comprobaron, por ejemplo, que la probabilidad de que un chico repita es más del doble en los colegios mixtos públicos.
Una de las más fervientes defensoras de la educación single sex es la presidenta en España de EASSE, María Calvo Charro. Dice que, además del alto rendimiento académico: “Cada alumno es valorado como único e irrepetible. Estas aulas ayudan a superar los estereotipos. A las niñas se les fomentan aquellas capacidades que les permitirán liderar desde su peculiar perspectiva de vida. Los niños aprenden la importancia de su implicación en la vida familiar para conseguir una sociedad más justa e igualitaria”.
Según la neuróloga María Gudín, del Hospital General de Ciudad Real, el cerebro marca los distintos modos de aprendizaje: “A cada área le corresponden funciones intelectuales concretas, pero estas son el resultado de lo que se nos ha dado de modo congénito y de cómo lo hemos desarrollado durante nuestra vida”.
Desde el período embrionario, el cerebro se ve sometido a la acción de las hormonas, que hacen que se desarrollen más unas partes u otras, dependiendo del sexo. Según explica la doctora Gudín: “En los mamíferos se da una primera fase de cerebro intrínsecamente femenino, o quizá neutro. Las características masculinas se imponen por la acción de las hormonas testiculares”.
Por tanto, el cerebro unisex no existe. El desarrollo intelectual de niños y niñas difiere, y por eso las escalas de valoración en los tests neuropsicológicos son distintas. “Que un niño a los dos años no hable no es algo patológico. Pero en una niña puede ser indicio de una patología”, añade Gudín.
De todos modos, las disparidades entre lo que es congénito y lo adquirido en la diferenciación sexual del ser humano continúa siendo un tema sin aclarar. “Las diferencias en el funcionamiento cerebral entre el hombre y la mujer, y su implicación en el aprendizaje y adquisición de habilidades, deben ser tomadas en cuenta a la hora de diseñar estrategias psicopedagógicas en la educación”, explica la doctora.
En matemáticas, por ejemplo, según el Informe PISA, las chicas se quedan 9 puntos por detrás. En escritura, lengua y comprensión lectora, ellas les sacan 35 puntos. Como la mujer se desarrolla intelectualmente antes que el varón, en las clases mixtas, por regla general, las niñas suelen ir por delante. “Aunque parezca curioso, los beneficiados son los chicos, que están siendo más estimulados. Ocurre en toda la infancia y en la adolescencia. Las condiciones se igualan en la universidad”.
La brecha se acentúa aún más en el desarrollo emocional. Según Gudín: “Las niñas, en general, son mucho más afectivas que los niños; son más intuitivas. La educación separada aportaría innumerables ventajas”. Calvo Charro añade que los conflictos que generan las dos velocidades que se dan en el proceso de maduración durante al pubertad “lleva a los profesores a perder hasta un 80% de su tiempo salvando crisis entre sexos”. Por razones biológicas, la forma de pensar y de procesar la información de féminas y varones es diferente. Ni mejor, ni, por supuesto, peor.
Por otra parte, investigaciones recientes han descubierto qué fácil es sesgar los resultados de la educación. Lo comprobó la organización The National Academies en un estudio con 200 mujeres que tenían grandes dotes para las matemáticas. Se las dividió en dos grupos. Al primero se le comunicó que el fin del experimento era averiguar la razón de la superioridad masculina en matemáticas. El otro fue informado de que solo participaba en una investigación sobre su rendimiento matemático.
Presionado por el hecho de la superioridad masculina en las calificaciones, el batacazo del primer grupo fue impresionante. Por el contrario, el segundo grupo mantuvo, e incluso mejoró, su rendimiento habitual.
Otra investigación, liderada por el Instituto de la Universidad Europea en Florencia, comparó los resultados en las áreas de Matemáticas y Lengua entre distintos países, y encontró que la brecha se difumina en las sociedades con mayor igualdad de género en función de los criterios de medición económicos, sociales y políticos empleados. Los cinco países que encabezan la lista son Suecia, Noruega, Finlandia, Islandia y Nueva Zelanda.
Tras recabar infinidad de estudios, Janet Shibley Hyde, psicóloga de la Universidad Wisconsin Madison, concluye que existen más parecidos que diferencias entre los sexos. No concede demasiada importancia a la superioridad femenina en habilidad verbal: “El hecho de que una madre o un profesor piensen que el alumno no está capacitado para estudiar matemáticas puede tener un enorme impacto en sus resultados y en la elección de su futuro”.
Emma Pérez Madorrán, directora del Colegio Europeo de Madrid y una de las impulsoras de la educación temprana en España, cree que: “Sigue sin haber una evidencia científica clara para decir que una educación sea superior a la otra.
La educación integral de la persona abarca, además del aprendizaje cognitivo, el aspecto social, afectivo y emocional. La convivencia de niños y niñas en la misma aula lo facilita”. Teniendo en cuenta la plasticidad cerebral y psicológica en los primeros años, “debemos trabajar desde la educación infantil los valores de respeto y valoración positiva de las diferencias entre los sexos, sin que ello implique distinción en el desarrollo cognitivo de niños y niñas”, concluye.
Algunas organizaciones educativas, encabezadas por CEAPA, reclaman en un manifiesto que la educación en igualdad de oportunidades y respeto de los derechos y libertades fundamentales solo puede darse en los centros escolares mixtos. “Es el mejor contexto para prevenir los prejuicios y estereotipos sexistas, y prevenir la violencia de género”. Si es así, cabe preguntarse hasta qué punto merece la pena sacrificarlo para conseguir un expediente brillante. Albert Einstein, pésimo estudiante, no lo necesitó para revolucionar la física y nuestra visión del mundo. Tampoco Agatha Christie, Walt Disney, Balzac, Napoleón, Churchill, Dalí, Jack London, Alejandro Dumas, Pío Baroja ni Antonio Machado fueron, ni por asomo, alumnos ejemplares.
56% de las mujeres leenhabitualmente, frente al 51% de los hombres | 36% de los alumnos varonesabandona el sistema educativo a los 16 años | 83% de aprobados femeninosen la Universidad, frente al 81% de los masculinos | La población de universitariasha crecido un 407% en 25 años |
Redacción QUO
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