Cada vez que usas tu ordenador, entras en contacto con más de 1.000 colonias de bacterias, 400 más que en la taza del inodoro. Toda una vida microscópica se esconde entre los intersticios de las teclas de números, vocales y consonantes, que pocas veces limpias. Por lo menos, así lo han constatado las analistas del laboratorio Biolab que, torunda y placa Petri de 55 mm en mano, han examinado para Quo los microorganismos que hay en objetos cotidianos. En el teclado de nuestro director, Jorge Alcalde, han hallado un verdadero nido de Kocuria varians, un tipo de coco que, afortunadamente para él y para el resto del equipo, es generalmente inofensivo. Pero no siempre ocurre así. Los agentes patógenos inundan nuestro entorno, y la capacidad para defendernos de ellos depende de múltiples factores. “No es lo mismo ingerir cien Salmonelas que cien millones”, argumenta Ana Escario, directora del laboratorio Biolab. “Generalmente, el sistema inmunitario puede con unos cuantos, pero no con miles”. Las personas inmunodeprimidas se convierten así en un excelente caldo de cultivo para la aparición de enfermedades.
¿Es capaz nuestro organismo de enfrentarse a tanta provocación bacteriológica como experimenta cada día? Cada año se producen en España cerca de 8.000 infecciones alimentarias. Hace apenas unos meses, el restaurante londinense Dinner by Heston Blumenthal, dirigido por el propio Blumenthal, que cuenta con tres estrellas Michelin en su local Fat Duck, echaba el cierre provisional por la gastroenteritis que sufrieron 24 comensales. Y en 2013, el considerado el mejor cocinero del mundo, René Redzepi, asistía impotente a la intoxicación de 63 clientes en su restaurante Noma. ¿Tan fácil es una contaminación?
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El agua bendita de la iglesia de Jesús de Medinaceli tiene tres veces más colonias de bacterias que una moneda de un euro
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La normativa es muy estricta, pero la realidad es tozuda. La tabla de cortar de la cocina tiene 200 veces más bacterias que el inodoro, y en el fregadero la multiplicación llega a 100.000 respecto a la tapa del váter, según Higiene Council. Ni siquiera una actividad tan trivial como ir a la compra está exenta de riesgos. En la barra del carro de un supermercado cercano a nuestra redacción encontramos 113 unidades formadoras de colonias en una superficie de 5 mm2, más que en la barandilla del Metro de Atocha de Madrid, donde el recuento se quedó en 67. Una de las especies halladas en el carro, Micrococcus spp, es típica de la microflora cutánea, mientras que los Bacillus localizados –subtilis, amyloliquefaciens y megaterium– habitan en el suelo, agua, polvo y aire, y pueden participar en procesos infecciosos tales como abscesos y sepsis, ya que son oportunistas. Al recuento se sumó un Staphylococcus warneri de carácter generalmente inofensivo, aunque en ocasiones puede incidir en el desarrollo de enfermedades relacionadas con el aparato urinario.
Analizamos el supermercado
Nuestra investigación en el supermercado no se quedó en los carros, sino que llegó a las estanterías de refrigerados. Allí, ordenadamente apiladas, convivían las bandejas de solomillos de ternera con las de lomos de cerdo, pechugas de pollo… y algo más. Las muestras que Jenifer Fernández y Blanca Aparicio tomaron de un envase de carne picada desvelaron que había 98 colonias de bacterias, tres veces más que en el manillar de una bicicleta de alquiler. Concretamente, en el envoltorio encontramos Staphylococcus xylosus –un patógeneo emergente en los entornos hospitalarios– y Bacillus mycoides –una bacteria habitual en los pesticidas por su capacidad para inhibir el crecimiento de hongos–. En ambos casos se trata de familias cuyo crecimiento se produce a partir de 10-15ºC, una particularidad que no casa con los 2ºC, como máximo, a los que deben estar los expositores frigoríficos de los comercios. “La temperatura a la que proliferan no es siempre la misma”, explica Ana Escario, directora de Biolab. “Todas las bacterias encontradas en las muestras de este reportaje son mesófilas, es decir, crecen entre 5 y 37ºC. ¿Qué pasa si bajan de este rango? Detienen su crecimiento, pero siguen ahí. Alguna podrá llegar a morir, pero la mayoría estará latente”.
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En el Metro de Atocha encontramos menos microorganismos que en el ascensor del hospital Ramón y Cajal
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Esta es la razón por la que en la tapa de un refresco de una máquina expendedora no hay bacterias, mientras el recuento llega a 75 Staphylococcus lentus si se analiza a temperatura ambiente. El frío también influye en las fuentes públicas, pero sobre todo, el hecho de que al estar en un circuito cerrado el cloro no se evapora. Nada que ver con los grifos domésticos: en un 52% Higyene Council ha encontrado bacterias dañinas para la salud como Escherichia coli.
Nuestro análisis sobre el agua nos llevó también a uno de los lugares de culto más populares de Madrid: la iglesia de Jesús de Medinaceli. Famosa por su supuesta capacidad milagrera, la imagen congrega cada primer viernes de marzo a miles de feligreses que, devotos, acuden a pedirle ayuda. El primer paso del ritual consiste en santiguarse con agua bendita, lo que no quiere decir pura. El análisis que de ella nos hizo Biolab arrojó un recuento de bacterias de Burkholderia cepacia de 312 colonias/ml, una especie que se encuentra principalmente en ambientes acuáticos y terrestres, y aislado en fibrosis quística e infecciones crónicas granulomatosas. La segunda parte de la tradición pasa por aguardar una cola para besar los pies del Cristo. Los responsables del templo no nos permitieron tomar muestras de la imagen, pero estremece imaginar el resultado.
Las vías de transmisión son diversas. El cólera y la fiebre tifoidea se propagan mediante el agua contaminada; una comida en mal estado puede causar botulismo, intoxicación por E. coli y Salmonela; la tuberculosis se transmite por las tos y los estornudos de las personas infectadas; y la faringitis estreptocócica mediante contacto con los enfermos. A veces, una bacteria es inofensiva en una parte del cuerpo, pero se vuelve patógena cuando entra en contacto con otras, como ocurre cuando E. coli pasa del intestino a las vías urinarias. Y no siempre atacan de la misma manera. Algunas veces destruyen los tejidos, otras proliferan impidiendo el desarrollo normal de los órganos y en un tercer caso liberan toxinas mortales para las células, según explican los responsables de medicinasalud.org. Y casi siempre, lo hacen en personas con un sistema inmunitario deficitario.
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Las bacterias crean resistencia a los desinfectantes en el proceso industrial, igual que a los antibióticos en el organismo
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Cada día de hospitalización aumenta un 1% el riesgo de que un paciente contraiga una infección por un organismo multirresistente, según la Conferencia de Interciencia de Agentes Antimicrobianos y Quimioterapia (ICAAC) del pasado septiembre, mientras que el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) asegura que diariamente uno de cada 18 pacientes de un centro hospitalario contrae una infección. Averiguar los motivos no es fácil y es una de las preocupaciones del equipo directivo de los centros sanitarios.
Contagio hospitalario
Hace una década se sospechó que el origen de las neumonías que causaba Burkholderia cepacia en las clínicas –también hallada en el agua bendita que analizó para Quo Biolab– podía provenir del suero. Experimentalmente, se bloqueó la producción de determinados proveedores, pero la medida no surtió efecto. Se apuntó a las membranas de los equipos de suministro, pero los fabricantes sirven el material esterilizado. Aunque, ¿sigue siéndolo una vez entregado? Cuando a un paciente se le acaba el suero, el sanitario le coloca una palomilla en la vía de entrada, deja el conducto de plástico colgando y cambia la botella. Las bacterias del ambiente anidan en las partes que se hallan sin proteger y pueden penetrar en el organismo del enfermo con las consecuencias adversas que ello conlleva. La solución pasa por lavar el material con una solución alcohólica. ¿Se hace en los principales hospital de España? Ni en La Paz ni en el Ramón y Cajal han atendido a nuestros requerimientos informativos. Ninguna explicación, pues, a que en el pulsador del ascensor de este último haya más de 1.000 bacterias, casi 15 veces más que en la barandilla del Metro de Atocha, entre ellas Burkholderia cepacia, además de Staphylococcus haemolyticus y warneri, y Stenotrophomonas maltophilia. Si son perjudiciales o no, varía según el estado físico de cada persona, pero no hay que olvidar que la mayoría de los enfermos en un hospital no se encuentran en muy buenas condiciones.
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Escherichia coli resulta inofensiva en el intestino, pero se vuelve patógena cuando pasa a las vías urinarias
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Eliminar los patógenos no es muy complicado. “Algunos desinfectantes, como el yodo, lo consiguen penetrando a través de la pared bacteriana y destruyendo la bacteria; otros, como es el caso de la lejia, creando un entorno muy hostil gracias a un pH muy básico que impide la vida bacteriana”, explica Ana Escario. “El jabón no las mata”, continúa, “pero las elimina de la piel, las arrastra; actúa como un tensoactivo que las repele. El alcohol, sin embargo, al no tener casi agua, actúa por deshidratación, porque las bacterias necesitan un medio acuoso para vivir. Es muy diferente de la oxidorreducción –quemadura– que produce el agua oxigenada”.
Y también muy distinto de la protección que ofrecen los materiales bacterioestáticos. Bajo esta denominación han empezado a comercializarse encimeras y otros productos del hogar. Según explican en Silestone, el secreto se basa en la liberación controlada de iones de plata previamente encapsulados en el interior de una matriz inerte. Cuando las bacterias, sobre todo Staphylococcus aureus y Escherichia coli, entran en contacto con la superficie, esta matriz libera los iones que dañan su mecanismo de reproducción. En ensayos realizados en Cosentino se ha constatado que el número de microorganismos puede llegar a ser hasta un 99% menor en el material con protección bacteriostática respecto a otros.
En Japón, la fiebre por la asepsia hace que muchos ciudadanos se protejan con mascarillas, y ya tienen a su disposición cajeros con bactericidas y otros terminales que eliminan los gérmenes con calor. Aquí no llegamos a tanto, a pesar de que el análisis que Biolab hizo de un euro dio como resultado 97 colonias de bacterias; sorprendentemente, tres veces menos que el agua bendita de la iglesia de Jesús de Medinaceli. A lo mejor es que empieza a haber dinero que no es tan negro.
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