Algunas de las mutaciones que nos permiten a los humanos defendernos de las infecciones, también nos hacen más propensos a ciertas enfermedades inflamatorias y autoinmunes, como la enfermedad de Crohn. En un estudio publicado en Trends in Immunology, los autores, liderados por Jorge Domínguez-Andrés, describen cómo los orígenes afectan la probabilidad de que las personas de ascendencia africana o euroasiática puedan desarrollar enfermedades relacionadas con el sistema inmune. Los autores también señalan evidencia de que el sistema inmune humano todavía está evolucionando dependiendo de la ubicación o el estilo de vida de una persona.
«En el pasado – explica Domínguez-Andrés –, la esperanza de vida de las personas era mucho más corta, por lo que algunas de estas enfermedades inflamatorias y autoinmunes que pueden aparecer en la segunda mitad de la vida no eran tan relevantes. Ahora que vivimos mucho más tiempo, podemos ver las consecuencias de las infecciones que sufrieron nuestros antepasados».
Una de las mejores defensas del cuerpo contra las enfermedades infecciosas es la inflamación. El equipo de Domínguez-Andrés analizó datos de estudios de genética, inmunología, microbiología y virología e identificó de qué modo se alteró el ADN de personas de diferentes comunidades comúnmente infectadas con enfermedades bacterianas o virales. Si bien estos cambios hicieron más difícil que ciertos patógenos infecten a estas comunidades, también se asociaron con la aparición, con el tiempo, de nuevas enfermedades inflamatorias como la enfermedad de Crohn, el lupus y la enfermedad inflamatoria intestinal.
«Parece haber un equilibrio: los humanos evolucionan para construir defensas contra las enfermedades, pero no podemos evitar que la enfermedad ocurra, por lo que el beneficio que obtenemos por un lado también nos hace más sensibles a nuevas enfermedades por otro lado –añade Domínguez-Andrés –. Hoy sufrimos o nos beneficiamos de las defensas incorporadas en nuestro ADN por los sistemas inmunes de nuestros antepasados para combatir infecciones o acostumbrarnos a nuevos estilos de vida».
Por ejemplo, el parásito de la malaria Plasmodium sp. ha infectado a poblaciones africanas durante millones de años. Debido a esto, los procesos evolutivos han seleccionado personas con ADN que favorecen la resistencia a las infecciones. Al hacerlo, esto también ha contribuido a que los africanos modernos sean más propensos a desarrollar enfermedades cardiovasculares, como la aterosclerosis.
«Hasta ahora, todos los estudios que realizamos se centran en poblaciones con ascendencia europea y africana – concluye Domínguez-Andrés –, pero también deben extenderse a otras para mejorar la representación de la diversidad genética humana. Los estilos de vida y la naturaleza ecológica realmente pueden diferir e influir en las respuestas inmunes. Por lo tanto, se necesita hacer más trabajo”.
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