Restringir el consumo de azúcar durante el embarazo y en los primeros años de vida reduce significativamente el riesgo de enfermedades crónicas en la mediana edad
Una dieta baja en azúcar durante el embarazo y los primeros dos años de vida puede reducir de forma notable el riesgo de enfermedades crónicas en la adultez, según un nuevo estudio que aporta pruebas contundentes sobre los efectos de por vida del consumo de azúcar en las primeras etapas de la vida.
Los Investigadores de la USC Dornsife, UC Berkeley y la Universidad McGill aprovecharon un “experimento natural” de la Segunda Guerra Mundial para analizar cómo el racionamiento del azúcar influenció la salud a largo plazo.
Publicado en la revista Science, el estudio revela que los niños que experimentaron restricciones en el consumo de azúcar durante sus primeros 1,000 días tras la concepción tuvieron hasta un 35% menos de riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y hasta un 20% menos de riesgo de hipertensión en la edad adulta. La ingesta baja de azúcar por parte de la madre antes del nacimiento ya era suficiente para reducir los riesgos, pero la restricción continua después del nacimiento aumentaba los beneficios.
El Reino Unido impuso límites a la distribución de azúcar en 1942 como parte de su programa de racionamiento alimentario durante la guerra. El racionamiento terminó en septiembre de 1953.
Los investigadores utilizaron datos contemporáneos de la base de datos U.K. Biobank, que contiene historiales médicos, datos genéticos, de estilo de vida y otros factores de riesgo de enfermedades, para estudiar el efecto de esas restricciones de azúcar en la salud de los adultos concebidos en el Reino Unido justo antes y después del fin del racionamiento.
“Estudiar los efectos a largo plazo del azúcar añadido en la salud es un desafío”, explica Tadeja Gracner, autora principal del estudio y economista senior en el Centro de Investigación Económica y Social de la USC Dornsife. “Es difícil encontrar situaciones en las que las personas estén expuestas al azar a diferentes entornos nutricionales desde temprano en la vida y hacerles seguimiento durante 50 o 60 años. El fin del racionamiento nos proporcionó un experimento natural novedoso para superar estos problemas”.
Durante el racionamiento, el consumo promedio de azúcar era de unas 8 cucharaditas (40 gramos) al día. Tras el fin del racionamiento, el consumo de azúcar y dulces aumentó drásticamente a aproximadamente 16 cucharaditas (80 gramos) diarias.
Es importante destacar que el racionamiento no implicó una privación extrema de alimentos en general. De hecho, las dietas parecían estar dentro de las pautas actuales del Departamento de Agricultura de los EE. UU. y la Organización Mundial de la Salud, que recomiendan no consumir azúcares añadidos en niños menores de dos años y no más de 12 cucharaditas (50 gramos) diarias para adultos.
El incremento inmediato y significativo en el consumo de azúcar, pero no de otros alimentos, después del fin del racionamiento, creó un interesante experimento natural: las personas estuvieron expuestas a distintos niveles de consumo de azúcar en la primera infancia, dependiendo de si fueron concebidas o nacieron antes o después de septiembre de 1953. Aquellos concebidos o nacidos justo antes del fin del racionamiento vivieron en condiciones de escasez de azúcar, en comparación con aquellos nacidos después, que crecieron en un entorno más rico en azúcar.
Luego, los investigadores identificaron a los nacidos en esa época en los datos de U.K. Biobank recolectados más de 50 años después. Usar una ventana de nacimiento muy estrecha en torno al fin del racionamiento permitió a los autores comparar los resultados de salud en la mediana edad de cohortes de nacimiento similares.
Vivir el período de restricción de azúcar durante los primeros 1,000 días de vida redujo sustancialmente el riesgo de desarrollar diabetes e hipertensión. En quienes desarrollaron estas enfermedades, el inicio de la diabetes se retrasó cuatro años y el de la hipertensión, dos años.
Es relevante señalar que la exposición a la restricción de azúcar solo en el útero ya era suficiente para reducir los riesgos, pero la protección contra enfermedades aumentó tras el nacimiento, una vez que probablemente se introdujeron alimentos sólidos.
La magnitud de este efecto es significativa, ya que puede ahorrar costos, extender la expectativa de vida y, quizá más importante, mejorar la calidad de vida, según los investigadores.
En Estados Unidos, las personas con diabetes tienen un gasto médico promedio anual de aproximadamente $12,000. Además, un diagnóstico temprano de diabetes se asocia con una expectativa de vida significativamente menor, ya que cada década en la que se adelanta el diagnóstico reduce entre tres y cuatro años la esperanza de vida.
Estas cifras resaltan el valor de las intervenciones tempranas que podrían retrasar o prevenir esta enfermedad, destacan los investigadores.
Las preocupaciones de los expertos sobre la salud a largo plazo de los niños que consumen grandes cantidades de azúcares añadidos durante los primeros años de vida, un periodo crítico de desarrollo, siguen aumentando. Sin embargo, ajustar el consumo de azúcar infantil no es fácil: el azúcar añadido está en todas partes, incluso en alimentos para bebés y niños pequeños, y los niños están expuestos a numerosos anuncios de snacks azucarados en la televisión, señalan los investigadores.
“Los padres necesitan información sobre qué funciona, y este estudio proporciona algunas de las primeras evidencias causales de que reducir el azúcar añadido al inicio de la vida es un paso poderoso para mejorar la salud infantil a lo largo de su vida”, dice Claire Boone, coautora del estudio de la Universidad McGill y la Universidad de Chicago.
El coautor Paul Gertler, de UC Berkeley y el National Bureau of Economic Research, añade: “El azúcar en la primera etapa de la vida es el nuevo tabaco, y deberíamos tratarlo como tal, responsabilizando a las empresas alimentarias de reformular los alimentos para bebés con opciones más saludables y regulando la publicidad y los impuestos sobre los alimentos azucarados dirigidos a niños”.
Este estudio es el primero de una investigación más amplia que explora cómo las restricciones de azúcar en los primeros años de vida afectaron a un conjunto más amplio de resultados económicos y sanitarios en la edad adulta, como la educación, la riqueza y la inflamación crónica, la función cognitiva y la demencia.
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