Su origen se remonta al ländler, una danza floclórica del siglo XII que se bailaba en Austria y las zonas del Sur de Alemania. Esta danza se extendió por Europa en el siglo XVIII y se hizo muy popular entre las clases bajas, pero no fue aceptada por la nobleza y la alta burguesía hasta finales de siglo, cuando incluyeron este baile en sus grandes y prestigiosos salones. Es entonces cuando surgió el vals, tal y como hoy lo conocemos.
Apareció en las ciudades austríacas, principalmente en Viena, al transformar y modernizar la danza tradicional. Aunque mantuvo el ritmo y los giros propios del ländler, refinó su forma y estructura, sobre todo sustituyendo la fiereza y el taconeo por la suavidad y fluidez propios del vals vienés. Pero en muchos sectores de la alta sociedad fue visto como un baile “inmoral” hasta bien entrado el siglo XIX.
Redacción QUO
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