La revolucionaria idea de vender hielo se le ocurrió al estadounidense Frederic Tudor, pero los inicios no fueron fáciles, y su negocio no tuvo la acogida esperada, por lo que entró en quiebra varias veces antes de triunfar. El primer intento de vender agua congelada en las calurosas tierras caribeñas fue en 1806, pero el cargamento se derritió en el puerto de la isla de Martinica. En 1820, tras una excelente campaña de marketing, triunfó en el Caribe, y más tarde, en Europa, hasta el punto de que reunió una fortuna equivalente a 9 millones de euros actuales.
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