El origen exacto es difícil de situar, pero está claro que el mito nació del paganismo del norte de Europa, y que derivó de un rito de fertilidad extendido entre las culturas antiguas. Era común que las parejas engendrasen hijos durante el solsticio de verano, un momento del año que se consideraba propicio para el embarazo. Curiosamente, coincidía con el inicio de la migración de las cigüeñas, que volvían al punto de partida nueve meses después.