En el año 1970, arqueólogos rusos descubrieron en las estepas de Kazajistán, un túmulo funerario con el esqueleto de un noble escita. Los restos humanos estaban vestidos con una lujosa armadura con ornamentos de oro y eso hizo que se le bautizara con el apodo de «El Guerrero Dorado».
Los escitas eran un pueblo guerrero de origen indoeuropeo. Y el esqueleto encontrado (que vivió en torno al año 700 adC) se convirtió en uno de los símbolos nacionales de Kazajistán, tras independizarse de lo que entonces era la Unión Soviética, en 1991.
Recientemente, un equipo de forenses quiso extraer muestras de ADN de los restos del guerrero, pero comprobaron que estaban demasiado deteriorados. Y, lo que es peor: el deterioro amenaza con ir a peor y destruirlos por completo.
Por ese motivo, las autoridades científicas del país han tomado una decisión extrema. Van a enterrar los huesos del guerrero en una cápsula del tiempo, acondicionada para impedir que sigan degradándose. El objetivo es que sean desenterrados en un futuro no demasiado lejano, cuando la tecnología del país permita restaurarlos y conservarlos para las generaciones futuras.
Fuente: BBC.