«Elvis no concede entrevistas». Ésa era la respuesta del famoso coronel Tom Parker, el manager de Elvis Presley, cuando la prensa le pedía un encuentro. Quizá porque el Rey habría tenido que explicar cómo había pasado de cantar el rock and roll más salvaje y sexualmente insinuante de los 50 a tener un repertorio lleno de versiones melosas de otros autores en su última etapa, la setentera. Ahora se han cumplido 35 años de su muerte, pero también 58 desde que puso un pie en el primer estudio de grabación.
Elvis sería un enérgico cantante sobre el escenario y un «jefazo» en los ensayos –mira aquí cómo pide que el guitarrista venga a hacer un mísero coro–, pero fuera era un pusilánime, un hombre inseguro y lleno de culpabilidad (cristiana, añaden algunos biógrafos). Así que el terreno estaba abonado para que el mandón y maquinador de Parker decidiera hasta el último detalle, aunque sus elecciones fueran descabelladas.
Al principio, en la etapa de Sun Records, no había duda de que el repertorio debía ser rock and roll, blue grass, algo de country y un poquito de gospell (la música religiosa negra). Pero después Presley cambió de discográfica, comenzó a cantar cosas más melosas, aunque aún muy aceptables y, finalmente, en 1960 comenzó siete años de cochambrosas películas regadas de ñoñerías musicales con pocas canciones para recordar.
Él y el coronel se dieron cuenta de que iba de cabeza a la debacle y decidieron ofrecer a la televisión CBS un show que pasó a la historia: el Comeback special de 1968, en el que el Rey regresaba a su música «seria» con versiones de su viejo repertorio también edulcoradas pero muy esperadas.
Cuando parecía que Elvis volvía tal como lo habían conocido, comenzó su locura de pastillas, actuaciones en Las Vegas e imitación de sí mismo –aunque de aquellos primeros setenta aún logramos arrancar Always on my mind, Suspicious minds y otras pocas joyas–. Y fue cuando también Parker dejó ir su paranoia de hacer lo que fuera con tal de conservar el negocio más que al músico, y comenzó a elegir verdaderos bodrios para su repetorio de directo y de grabación. Y el culmen fue este It’s impossible.
¿Te suena? Es Somos novios, de Armando Manzanero. ¿No es una locura? ¿Y cómo llegó a eso? Muy fácil y estrambótico: porque el coronel incluía en el repertorio canciones que le gustaban a su mujer. Y así es como Elvis se convirtió en un ‘Julio Iglesias’.
Redacción QUO
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