Me llamo Roc y hace dos años que estoy en coma”. Es la voz de uno de los protagonistas de la serie de Antena 3 Pulseras rojas, un adolescente que se comunica con sus compañeros de hospital desde su estado vegetativo. “En este espacio extraño entre la vida y la muerte”, explica, “uno puede acabar volviendo, marchándose o quedándose como yo”. Postrado en una cama, Roc no responde a ningún estímulo ni parece estar consciente. Dejando a un lado la parte de ficción, ¿es posible que una persona como él esté consciente? Es algo que quizá pueda contarnos también el piloto de Fórmula 1 Michael Schumacher ahora que ha despertado del coma, que le ha tenido postrado siete meses.
Cinco respuestas correctas a seis preguntas
Por lo pronto, nos situamos a principios de 2010 en la universidad de Cambridge. El neurocientífico Adrian Owen se encuentra ante un paciente en estado vegetativo. El hombre está aparentemente inconsciente y no reacciona a ningún estímulo. En el interior de una máquina de resonancia magnética, los investigadores le hacen una serie de preguntas mientras monitorizan su actividad cerebral.
“¿Tu padre se llamaba Thomas? ¿Se llamaba Alexander? ¿Tienes algún hermano? ¿Tienes hermanas?” Una por una, y cada 30 segundos, las señales del escáner muestran las respuestas del paciente. No, sí, sí, no… Las gráficas contienen una señal cerebral clara y sorprendente para los científicos. El paciente ha respondido correctamente a cinco de las seis preguntas, y para la sexta no han recibido una señal clara.
“Nos quedamos impresionados al comprobar que el paciente era capaz de responder correctamente a las preguntas con solo cambiar su pensamiento”, recuerda Owen. Antes de realizar el experimento, los investigadores le habían explicado lo que debía hacer para responder. Para contestar “sí”, debía pensar en el acto de jugar al tenis, una actividad que se refleja en el área motora suplementaria del cerebro.
Para responder “no”, debía imaginarse vagando por las habitaciones de su casa, lo que activaría la circunvolución del parahipocampo, relacionada con la orientación espacial. El estudio mostraba que, de los 54 pacientes estudiados, cinco fueron capaces de modular su actividad cerebral cuando se lo pedían. ¿Significa esto que tenían consciencia? Owen está convencido de que sí.
Volver del otro lado
En 1997, Kate Bainbridge sufrió una infección viral en el cerebro que la dejó en estado vegetativo. Los médicos que la atendieron consideraron que su situación era irreversible y que no reaccionaba a estímulos externos. Hasta que Adrian Owen decidió escanear su cerebro. Durante varias semanas, analizó la actividad cerebral de Kate mediante resonancia magnética y descubrió que algunas respuestas eran iguales que las de cualquier persona sana. Si le ponían delante la foto de un familiar, por ejemplo, las regiones cerebrales de la chica se activaban de la misma forma que en cualquier otro individuo. Unos años después, Kate salió del estado vegetativo y pudo contar lo que había vivido. “La imposibilidad de comunicarse era terrible”, aseguró.
¿Existen más casos como el de Kate? La investigadora Davinia Fernández-Espejo trabaja en el Brain and Mind Institute de la Universidad de Ontario (Canadá). Su objetivo es detectar si los pacientes de este tipo están conscientes, y para ello está utilizando el electroencefalograma (EEG). Sus estudios apuntan en la misma dirección que los de Owen: un porcentaje de los pacientes en coma tiene actividad cerebral que podría ser asociada con la consciencia. “En 2011 estudiamos 19 pacientes en estado vegetativo”, explica Fernández-Espejo, “y vimos que tres de ellos tenían consciencia. Les pedíamos que se imaginaran moviendo la mano derecha y moviendo los dedos de los pies, y la actividad cerebral de tres de ellos nos indicaba que nos estaban entendiendo. Y el seguimiento de órdenes es un criterio para demostrar que una persona está consciente”.
Algunos neurocientíficos pusieron en duda el hallazgo y atribuyeron los resultados a una respuesta automática del cerebro a ciertas palabras. Para desmontarlo, el propio Owen realizó una prueba suplementaria: introdujo a una serie de sujetos sanos en un escáner y, sin darles instrucciones, monitorizó su reacción al decirles aleatoriamente las palabras “tenis” o “casa”. Los resultados demostraron que no había señal en las áreas cerebrales que debían activarse, de modo que el cerebro no había respondido de forma automática.
No engañarse
Lo que convierte esta investigación en un asunto vital es que no hay diferencias entre los pacientes que no tienen indicio de consciencia y los que sí. Es decir, puede haber pacientes “atrapados” en un cuerpo inerte sin que los demás sepan que son conscientes de lo que sucede.
La reacción de las personas en estado vegetativo que abren los ojos o realizan algún movimiento también puede llamar al engaño. “Es cierto que estos pacientes tienen reflejos y hacen ciertos movimientos”, explica la científica española. “Las familias a veces los interpretan como intencionales. Muchos conservan el reflejo de risa o llanto, pero esto no basta para diferenciarlos.” El objetivo de estos estudios es conseguir identificar a aquellos que tienen consciencia. Los trabajos de Owen arrojan una cifra escalofriante: un 20%. La esperanza está en abaratar los experimentos de encefalograma que encabeza Fernández-Espejo. Se podrán hacer más preguntas, lo que aclarará cuál es el verdadero estado de su cerebro. “Con una sola prueba”, dice Owen, “no puedes asegurar que esa persona esté diciendo que sí, pero si tienes 175 preguntas correctas de 190, está bastante claro”.
“Quizá en un futuro”, concluye Fernández-Espejo, “consigamos que hablen o den órdenes sencillas, como algunos pacientes tetrapléjicos”.
Redacción QUO
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