En Papúa Nueva Guínea, entre los años 50 y 60, se observó que los miembros de la tribu Fore morían de lo que se pensó originalmente que era una enfermedad genética. La enfermedad impedía a la persona hablar, comer y caminar, hasta que, finalmente, moría con grandes temblores.
El Instituto neurológico nacional de Estados Unidos tenía un interés especial en esta rara enfermedad cerebral, y al estudiarla descubrieron que se trataba de un agente infeccioso. El científico Carleton Gadjusek envió el cerebro de una mujer de la tribu a su laboratorio de Maryland. Homogeneizaron parte del tejido y se inoculó en un chimpancé llamado Georgette. No ocurrió nada inmediato, pero al cabo de unos años se dieron cuenta de que estaba acurrucado en su jaula temblando con los ojos. Murió.
La tribu había participado en el canibalismo ritual. Cuando una persona moría, las mujeres preparaban el cadáver para su ‘degustación’, eliminando brazos y pies, desnudando los músculos de las extremidades y como cierre, el cerebro a modo de manjar.
La enfermedad se transmite, y se genera a consecuencia de consumir tejidos cerebrales de personas difuntas. Se conoce como KURU, y está causada por un prión similar al de las vacas locas.
Redacción QUO
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