SER HUMANO

¿Qué será de nuestra mente cuando hayamos muerto?

El melón está abierto: ¿Qué haremos con nuestra mente después de muertos? ¿Tendrá una vida propia más allá del famoso túnel? ¿Habrá vida después de la muerte física? Y si, por si acaso no es así, hacemos una copia de seguridad para lograr la eternidad en la nube…

Si hay vida después de la muerte sigue siendo una incógnita. Y aunque la generalidad científica apuesta por el apagón definitivo después del último aliento, la famosa idea del túnel, y las experiencias narradas por científicos con reconocido prestigio siguen causando inquietud, o, al menos, la sensación de que será algo imposible de demostrar.

Pero, en los tiempos que corren, el desarrollo de las tecnologías empieza a proponer nuevos alojamientos para la mente (sea esta o no refugio del alma). ¿Qué  será de nosotros cuando hayamos muerto?

De los proyectos más ambiciosos en este sentido está 2045, financiado por el millonario ruso Dymitry Itzkov. Según el visionario tecnológico, una serie de robots y avatares nos permitirían alcanzar la liberación de la consciencia y albergarla en sistemas informáticos cuánticos. Si todo sale según lo previsto, en 2045 estará listo un avatar holográfico del hombre donde estarán los contenidos de la mente humana.

Pero el desarrollo de la Inteligencia Artificial y la búsqueda de la eternidad genética empiezan a ofrecer propuestas para mantener nuestro cerebro vivo dentro de  un código eterno. Estos son los nuevos dilemas tras la muerte en el s.XXI

Nectome, una copia de seguridad del cerebro

Nectome es una startup fundada en 2016 por dos investigadores de la división de inteligencia artificial del MIT. El proceso de conservación que ofrecen recibe el nombre de criopreservación estabilizada con aldehído o vitrificación y se trata de un embalsamamiento de alta tecnología que permitiría mapear el conectoma, es decir, las sinapsis entre las neuronas del cerebro. De esta forma, de acuerdo con sus desarrolladores la conciencia podría permanecer intacta durante cientos e incluso miles de años. «Creemos que dentro del siglo actual será posible digitalizar esta información y utilizarla para recrear tu conciencia», explica la compañía en su página web.

Y si hay algo después del túnel

«Sí, hay vida después de la muerte. He estado sumido en un profundo coma durante una semana, en el que viajé a otra dimensión del universo;una dimensión que nunca antes pude llegar asoñar que existiese.» Así arranca el neurocirujano de la Universidad de Harvard Eben Alexander su relato en primera persona sobre la vida después de la muerte.  Pero hoy, la vida después de la muerte va más allá de un vuelo al paraíso. El avance de las nuevas

Lo que viene a decir este médico en su libro Proof of Heaven (La prueba del cielo) es que la conciencia persiste más allá de la muerte, ajena al cuerpo y al cerebro. Puede que siete días en coma den para mucho, pero no lo suficiente para pensar que lo suyo son chifladuras o que despertó con una mente visionaria.

Su testimonio forma parte de un fenómeno que tiene como principales artífices a los propios científicos cuyos libros se están convirtiendo en best-sellers y copan las listas de ventas en todo el mundo. Con ellos asistimos a un despliegue de modos de tratar la muerte y de definir su rostro de un modo mucho más liviano. Esta nueva concepción de la muerte arrincona a las plañideras y suma las investigaciones más avanzadas, el saber más atávico y la personalidad y las creencias de cada cual.

Sin lágrimas, ni morbo. Ni siquiera hay escenarios lúgubres. Pero si reprimimos también la zozobra que provoca nuestro fin, ¿qué nos queda entonces? Quedan el hechizo, que es ancestral, y la eterna incógnita de partida: ¿Hay algo más allá de la vida? A fin de cuentas, ¿a quién no le gustaría conocer el aspecto del alma cuando deja el cuerpo?

¿Y por qué ahora este furor por la muerte? El psiquiatra José Miguel Gaona tiene una explicación: “Es verdad que el ser humano siempre ha buscado trascendencia. Es un anhelo universal desde los hombres más primitivos. Con los avances de la medicina moderna, la lucha contra la enfermedad ha rayado en una búsqueda incesante de alargar la vida. Lo que ahora ocurre es que las técnicas médicas han desdibujado los límites de la muerte. Una persona puede estar, médicamente hablando, muerta, sin latido cardíaco y con un electroencefalograma plano y, sin embargo, volver a la vida”.

Una persona puede estar, médicamente hablando, muerta, sin latido cardíaco y con un electroencefalograma plano; y sin embargo, volver a la vida

Precisamente, el gran enigma es cómo actúa ese cerebro agonizante. Clínicamente, la muerte es un proceso, no un único momento irreversible. Ese lapso de tiempo es lo más próximo a la muerte que se conoce, y por eso suscita tanto interés. El 20% de las personas que sobreviven a una parada cardiorrespiratoria describe alguna experiencia cercana a la muerte (ECM). Para la neurociencia es un campo de investigación muy interesante.

25 millones de resucitados

Cafés de la muerte. Nacieron en Londres, y se están extendiendo por el mundo. Ya hay uno en Madrid. El de la foto se llama Christon Café, y está en Tokio

Juan José López Martínez, autor de libros como El eterno presente del alma, ha recopilado durante 25 años de profesión en el servicio de Urgencias del Hospital Santa María del Rosell, en Cartagena, centenares de testimonios de personas en su lecho de muerte o durante experiencias cercanas a la muerte. “Curiosamente, todo el que ha pasado por ello te dice exactamente lo mismo”, asegura.

Sam Parnia, también médico, ha trabajado en las salas de emergencia de más de 25 hospitales en Europa y en Estados Unidos, lo que le ha permitido investigar la conciencia inmediatamente después de la muerte. El resultado, su libro Erasing Death (Borrar la muerte).

Y así podríamos seguir contando hasta llegar a los 25 millones de casos de personas que, según el cardiólogo holandés Pim van Lommel, han pasado por una ECM en los últimos 50 años, como deja claro en su obra Consciencia más allá de la vida.

Entre ellos, el de la doctora Mary C. Neal, una cirujana ortopedista que sufrió un accidente en kayak del que fue declarada clínicamente muerta. En su libro Ida y vuelta al cielo, describe su breve visita al paraíso y la sabiduría que le sobrevino con la experiencia de su muerte.

La palabra de estos médicos e investigadores que publican a tutiplén sus vivencias y teorías, aun a riesgo de jugarse su prestigio, ha servido de punta de lanza para esta vigorosa corriente en torno a la muerte.

“Hasta ahora habíamos escuchado las opiniones de científicos y médicos sin haber estudiado realmente las experiencias cercanas a la muerte y ridiculizando a aquellos que las han vivido, o empleando teorías demasiado reduccionistas”, cuenta José Miguel Gaona, quien, igual que sus colegas, ha plasmado en su libro Al otro lado del túnel su particular visión sobre el umbral de la vida.

Y aunque solo sea para expresar escepticismo, los científicos más incrédulos también avivan este fenómeno. El catedrático de Neurobiología holandés Dick Swaab, por ejemplo, achaca la visión del túnel a la falta de riego sanguíneo en el globo ocular. Tanto es así que las publicaciones científicas de todo el mundo le están dedicando espacios muy generosos a este asunto. La revelación con todo tipo de pormenores de Eben Alexander acerca de la existencia del cielo es una de las que ha provocado mayores reacciones en los diarios más importantes del mundo y miles de comentarios en las redes sociales.
La revista Newsweek le dedicó una de sus portadas.

Según la consultora Global Industry Analyst, el negocio de la inmortalidad mueve unos 60.000 millones de euros al año

¿Qué utilidad tiene todo este bullicio? “El intento de comprensión lleva de algún modo a asumir el proceso de la muerte y saber vivir sin la angustia de que un día nos llegará.” Así piensa la periodista Isabel Roba, impulsora y coordinadora de una tertulia sobre la muerte que se celebra en la cafetería madrileña La LiVrería el primer lunes de cada mes. Es la prueba palpable de que el furor por la muerte y lo trascendente ha calado en España. Los cafés de la muerte surgieron en Londres en 2011, y hoy ya se celebran en cualquier país del mundo, con una agenda que supera los 900 eventos.

Estas veladas convocan a personas de cualquier edad y condición con dos únicos requisitos: el respeto y la confidencialidad de lo que allí se dice. ¿Y qué se cuenta en ellas? “No son terapéuticas”, advierte Roba. “Nadie viene a buscar consuelo por la pérdida de un ser querido. El tono es filosófico, cultural y sociológico. Se habla, por ejemplo, sobre el significado de la vida y de esa necesidad de ver el final como un acontecimiento más amable y menos estremecedor. O del epitafio que llevará inscrito tu lápida.”

El pionero de los cafés de la muerte –por cierto, ya tienen marca registrada en Londres– es Jon Underwood, quien se inspiró en las discusiones abiertas sobre la muerte del sociólogo suizo Bernard Crettaz.

Dicen que su próxima aspiración es disponer algún día de un espacio permanente, algo así como una cátedra de la muerte.

Caitlin Dought ofrece consejos para tratar la muerte desde un canal en YouTube. Habla de compromiso con el más allá.

Y cómo no, ahora que cualquiera puede tomar por fin la palabra en un asunto que parecía exclusivo de los profesionales de la medicina y de las funerarias, el interés por la muerte empieza a sentirse también en los foros virtuales. “La tecnología”, explica López Martínez, “está permitiendo compartir de forma más rápida y masiva estas inquietudes e incógnitas, aunque sean las mismas de siempre”.

Sin duda, el desafío más lúdico es la fiesta de Halloween, que ha hecho del espanto que provoca la muerte un negocio creciente; aunque en este momento lo único que provoca escalofrío, y mucho, son sus cifras. En España, los locales de ocio facturan en una sola noche unos 20 millones de euros, según la asociación de empresarios Noche Madrid, y la venta de disfraces crece en los días previos un 40%, lo que supera incluso al Carnaval. Y no es nada si se compara con los 6.000 millones que mueve la noche del miedo en Estados Unidos: unos 75 dólares por cada estadounidense en dulces, disfraces y decoración.

Hasta Google se engalana con sus atuendos más fúnebres, y las calles y los centros comerciales se abarrotan de calaveras, novias cadáver, esqueletos, fantasmas y vampiros. Para deleite del sector hotelero, su impacto en nuestro país se ha duplicado en los últimos cinco años. Según la Alianza Empresarial por el Turismo y el Ocio Nocturno Pronoche, cada año se convocan unas 5.000 macrofiestas temáticas, 30.000 bares y restaurantes se suman a la celebración y diez millones de personas acuden la noche de Halloween a la llamada de las brujas.

Investigar sobre el más allá

Harto pretexto para celebrar la muerte. Y para investigarla. Como dice José Miguel: “Las redes sociales han puesto de manifiesto que todos aquellos individuos que de manera tímida y aislada no se atrevían a hablar sobre estos temas confluyen en grupos donde intercambian ideas y experiencias”. Scott Simon, locutor de la radio NPR, tuiteó actualizaciones acerca de la agonía de su madre desde su habitación del hospital, a más de un millón de seguidores en Twitter. Algunos opinaron que Simon estaba invadiendo la privacidad de su madre, y otros lo tacharon de egocéntrico, al haberse enfocado más en sí que en la madre en su lecho de muerte. Recientemente, el cantante Alejandro Sanz, puso esta discutida frase en su Twitter: “Se ha ido la jefa”, como despedida de su madre.

Hasta los duelos tienen como escenario Facebook. Uno de los más influyentes en España es el “Proyecto túnel”, donde casi 10.000 personas, de las que aproximadamente un 10% han vivido una experiencia cercana a la muerte, comparten momentos acerca de este tipo de cuestiones.

“En este grupo y otros parecidos”, explica el psiquiatra, “hemos observado el poder terapéutico que para personas que han vivido una experiencia cercana a la muerte y que nunca se lo habían comunicado a nadie supone contactar cómodamente entre ellos y establecer una relación en la que desahogan sus vivencias y dejan de considerarse enfermos mentales o bichos raros”.

Una empresaria de pompas fúnebres y sus consejos finales

En Estados Unidos, la californiana Caitlin Dought ha fundado la Orden de la Buena Muerte, que cuenta con miles de seguidores en YouTube. Desde su particular saloncito de la muerte, esta joven y sexy empresaria de pompas fúnebres responde a preguntas prohibidas; pasando por el nuevo Salón de la muerte (Death salon), en el que ayuda a las personas a vencer fobias. La californiana, de 29 años, se ha convertido en la vanguardista de la aceptación de la muerte, un nuevo movimiento que pide compromiso con el más allá.

Si, como dice José Miguel Gaona, estamos programados para tener ese horror al vacío, a la nada, es lógico que el ser humano intente encontrar el modo de trascender. Ahí tenemos los últimos ardides de la ciencia para postergar la muerte indefinidamente: clonación, modificación genética y otros artificios tecnológicos para reparar los estragos de la edad y para mantener activo el cerebro copiándolo primero vía informática y almacenándolo después.

El físico Stephen Hawking, uno de los ateos más contumaces después de afirmar una vez más que no se necesita un Dios para poner en marcha el universo, se declara ferviente defensor de esta última posibilidad, la de ganar científicamente a la muerte la batalla por la eternidad. Un futuro que está en la mente de muchos científicos contemporáneos.

Scott Simon, locutor de EEUU, tiene más de 1,2 millones de seguidores. Tuiteó la enfermedad de su madre hasta su fallecimiento

Incluso Google quiere encontrar la eternidad

Para el mundo occidental, la muerte es la más firme competidora del éxito y la belleza; y como sea, hay que ganar la guerra. Este es el propósito de Larry Ellison, fundador de Oracle y la quinta persona más rica del mundo. A un hombre que ha podido adquirir hasta una pequeña isla en Hawái y casi todo lo que ella contiene, incluido su cementerio, solo le irrita una cosa: no poder comprar la eternidad. Pero lo va a intentar. De momento, se ha comprometido a pagar 30 millones de euros anuales para luchar, si no contra la muerte, sí al menos contra las enfermedades y disfunciones que limitan la vida útil del organismo. Así se explica que, de acuerdo con la consultora Global Industry Analyst, el negocio de la inmortalidad pueda mover unos 60.000 millones de euros.

En este negocio no podía quedar fuera el omnipresente Google, que se ha embarcado, a través de la compañía Calico, en la búsqueda de un fármaco capaz de prolongar la vida con biotecnología y herramientas digitales.

José Miguel Gaona sigue de cerca otro de los proyectos más ambiciosos en este sentido, 2045, financiado por el millonario ruso Dymitry Itzkov: “Una serie de robots y avatares nos permitirían alcanzar esa liberación de la consciencia y albergarla en sistemas informáticos cuánticos”. Si todo sale según lo previsto, en 2045 estará listo un avatar holográfico del hombre donde estarán los contenidos de la mente humana.

 

Luca Landi

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