Se pasa el día investigando la mente. Ella mismo es, de hecho, una de las 101 mentes más innovadoras que hay en España.
– Se puede modificar el cerebro de una persona variando su entorno?
Sí. Lo que se denomina plasticidad cerebral es muy importante durante el desarrollo porque modifica la conectividad y los mapas cerebrales. Es decir, nuestro cerebro está organizado en el espacio topológicamente en redes neuronales de cuya actividad surge la actividad mental. Elementos importantes en esas redes son la arquitectura de sus elementos, es decir, de las neuronas y de su conectividad. Esa red también tiene una organización topológica. El cómo se organiza en el espacio, es decir, los sistemas de comunicación de esa neurona, cambian en función del entorno.
– ¿Pueden las embarazadas hacer algo durante el proceso de gestación para mejorar el desarrollo cerebral de su bebé?
La neuroplasticidad es un fenómeno que se produce durante toda la vida de una persona. Por supuesto, hay elementos durante el desarrollo prenatal, pero en ese momento hay una predominancia de la parte genética. Es en la etapa postnatal cuando todas estas estimulaciones ambientales, ese entrenamiento cerebral contribuye a modificar o a determinar la estructura y la función neuronal. Eso no quiere decir que no se pueda actuar en la etapa adulta, pero la situación es un tanto diferente durante los primeros años de vida porque es cuando se establecen las conexiones neuronales; hay un crecimiento en las estructuras. Cuando el individuo es adulto, la plasticidad es más local y la remodelación se produce a un nivel más microscópico, de célula única, de circuito único; es menos masivo, por decirlo.
– ¿Se puede dar algún consejo a las futuras madres?
Las recomendaciones son de sensatez porque todavía no tenemos pruebas científicas que permitan dar esos consejos. En modelos animales sí que hay muchos datos de lo que llamamos enriquecimiento ambiental. Se trata de un paradigma experimental que consiste en poner ratones en entornos con diferentes juguetes y tareas que favorezcan al aprendizaje y la memoria. Sería como el colegio en los niños normales. Esas actuaciones modulan la capacidad de aprender, la respuesta al estrés, retrasan la neurodegeneración y producen cambios estructurales a nivel de diferentes áreas del cerebro, de la corteza cerebral, del hipocampo… O sea, lo que se intenta es, dentro de una población, ver qué elementos de su estilo de vida han podido contribuir a una determinada capacidad cognitiva, etc. ¿Qué me dice a mí la sensatez en el caso de las embarazadas? Hábitos de vida saludable, evitar los tóxicos… todos sabemos lo que hay que hacer. En la etapa prenatal también se pueden poner en práctica otras actitudes como es intentar no estresarse, pero eso es un poco difícil de controlar.
– ¿Qué consecuencias se derivan el estrés prenatal?
Se ha visto que tiene relación con las primeras capacidades de los niños. En modelos animales, produce alteraciones en la cognición y también cambios a nivel cerebral. Hay una cierta relación también con algunas patologías concretas, como el asma, y se ha observado que produce trastornos del aprendizaje. Pero bueno, a veces genera más tensión pensar que no te tienes que estresar que hacerlo.
– ¿Sometemos a los niños a una carga excesiva de actividades?
Durante un cierto tiempo ha habido una cierta tendencia a la sobreestimulación en los niños a nivel postnatal. Yo haría una llamada de alerta en este sentido. Está fenomenal que el niño aprenda de todo y ya sabemos que hay un periodo plástico en los primeros años, pero, tranquilidad, porque esta etapa se extiende durante mucho tiempo. Lo más importante es que haya un buen entorno familiar y una buena estimulación social, un buen apego y dedicación por parte de los padres. No delegar.
– Sería estupendo si el conocimiento se pudiera potenciar de forma artificial
Sabemos que se puede favorecer químicamente, pero si la plasticidad no se relaciona con ningún aprendizaje, puede ser hasta malo. Por eso es tan importante el entorno. El cerebro está diseñado para aprender de la experiencia. Si hay algún problema en esos mecanismos celulares, bueno pues nosotros podemos favorecerlos, pero no podemos sustituir a la experiencia.
– Sin embago cuanto más mayores somos, menos memoria tenemos
Pero tenemos otras cosas. La cognición va variando a lo largo de la vida. Y lo hace porque el desarrollo es un proceso continuo. Hasta los tres años aprendes muchísimo. Pasas, en un espacio cortísimo de tiempo, de no saber andar a hablar y tener toda una serie de habilidades que no tenías. En cambio, no tienes esa memoria de hechos de la que sí gozas después. Muy poca gente se acuerda de cosas de esa edad. A partir de ahí ya empiezas a tener recuerdos y, poco después, se incrementa la creatividad. Más tarde, se abre paso la inteligencia que deriva de la experiencia, de la formación. No se trata tanto de adquirir conocimientos concretos, sino de la capacidad para aplicarlos.
– La lucha contra la pérdida de memoria en una obsesión en nuestra sociedad.
Tenemos que procurar reducir los niveles de estrés. Pelearse por cosas de trabajo puede ser aceptable, pero no por si hay que cortarle el pelo al niño o no. Tenemos que ser un poco selectivos en nuestras formas de estresarnos.
– ¿Y algún consejo práctico?
Hay cosas que funcionan, aunque no en todo el mundo por igual y, por supuesto, sin efectos inmediatos como a los humanos nos gustaría. El estar aprendiendo durante toda la vida es muy bueno. La universidad para la tercera edad es una iniciativa fabulosa. Pero también mantener la actividad social, el contacto. Me gustaría hacer una llamada de atención porque las personas ancianas en nuestra sociedad han perdido la relevancia que tenían y que sí siguen teniendo en otros sociedades. Antes eran personas a las que se valoraba. Se entendía que ellos sabían mejor cómo hacer determinadas cosas gracias a su experiencia acumulada. En este momento, todo lo que no sea productivo… En cuanto perdermos la capacidad de adaptarnos, de ser felices o de producir ya no servimos para nada. ¿Qué sucede? Que estamos favoreciendo que el deterioro cognitivo sea mayor. Es importante que las mayores sigan manteniendo el contacto social, sintiéndose útiles, que no caigan en estado depresivos, que tomen conciencia de que continúan siendo válidos para la sociedad, porque además lo son. El problema es que tenemos que reconoceroslo nosotros mismos. Fíjate, la crisis ha tenido su lado menos malo. Y es que los mayores se han vuelto a sentir útiles formando parte de nuevos movimientos ciudadanos o sosteniendo a la familia.
– Usted ha llevado a cabo experimentos en los que analiza la relación de los ratones con la comida. ¿Son extrapolables sus conclusiones a los humanos?
Una de las cosas que se han sugerido es que hay un sistema de recompensa natural, que básicamente premia aquellos mecanismos que permiten a la especie sobrevivir, como el comer o reproducirnos. La ingesta en sí misma es un elemento fundamental en la supervivencia de los individuos. Dentro de los estímulos que nos hacen comer están no sólo los homeostáticos, es decir los que nos ayudan a mantener el balance energético del organismo, sino también los que ofrecen un componente de placer, de recompensa. No podemos explicar nuestro patrón alimenticio simplemente mirando el balance energético. ¿Qué pasa? Que los nuevos estilos de comida con alimentos muy grasas, con dulces… producen un efecto sobre esos sistemas que llevan al sobreconsumo.
Hay un experimento muy divertido que es comer con los ojos tapados. Si lo prueba, comprobará que la ración se reduce muchísimo. También observamos que a los ratones, cuando les proporcionábamos la posibilidad de escoger entre una dieta a base de chocolate y una de pienso normal, preferían el cacao. Además de engordar, se lo comían más rápidamente que el pienso normal. Si les quitabas la golosina por un tiempo y si se la devolvías posteriormente, experimentaban un episodio de atracón: en un día ingerían todo el chocolate que no se habían tomado durante la dieta semanal. Y vimos que eso se asociaba a cambios en sistemas cerebrales de recompensa. En el caso de la comida basura, se da la particularidad de que son más agradables al paladar, tienen más contenido energético y desencadenan conductas más compulsivas. O sea, los mecanismos de recompensan se activan más con este tipo de alimentos que con frutas y verduras.
– Hablemos del síndrome de Down
Es una cuestión delicada. En los últimos años se han hecho avances realmente espectaculares en el conocimiento de los mecanismos patogenéticos. Como consecuencia de ello, podemos empezar a proponer estrategias terapéuticas. Lo primero que debemos tener en cuenta es que este síndrome tiene un componente muy importante durante el neurodesarrollo, de manera que lo que nosotros vemos no es solo consecuencia de la disfunción en el adulto de algunos sistemas, sino que también proviene de la mala formación inicial de algunas estructuras. Es muy difícil que en la madurez se pueda compensar todo esto. Se da la circunstancia también de que tiene una gran asociación con otras neuropatologías como el Alzheimer, lo que potencia el desarrollo de esta demencia en personas con síndrome de Down. Nosotros pensamos que aunque se trate de individuos adultos, y basándonos en modelos animales, hay margen para prevenir o retrasar la aparición del Alzheimer. Se ha observado que modificando el estilo de vida, por ejemplo incrementando la actividad física, social, cognitiva, se obtiene una cierta mejoría. También se están haciendo intervenciones sintomáticas durante la etapa del neurodesarrrollo, como por ejemplo intentar compensar alteraciones en el sistema neurotransmisor. Otra vía pasa por intentar dar fármacos neuroprotectores con el fin de prevenir la aparición de Alzheimer y otros proneurogénicos que mejoren la plasticidad, la neurogénesis y la proliferación de neuronas. Todas estas posibilidades, cada una con sus ventajas e inconvenientes, intentan mejorar la cognición.
¿Hay motivos para la esperanza?
A los padres les diría que tengan siempre en cuenta que los científicos estamos haciendo todo lo posible para encontrar estrategias terapeúticas que mejoren la cognición. Nuestra experiencia nos dice que las que mejor funcionan son las que incrementan la plasticidad o la neurogénesis y que estas deben venir acompañadas de una estrategia de estimulación cognitiva. Y otra cosa que les diría es que no podemos esperar que en los adultos se cure el síndrome de Down. Sí, ciertas mejorías. Y, además, que estén siendo tratados con un fármaco no quiere decir que el entorno no juegue un papel fundamental. La familia es importantísima en síndrome de Down y en todas las personas, su papel de es decisivo para que haya un buen desarrollo cerebral.
– ¿Se podría hacer algo en estado embrionario?
Ya nos gustaría. Se ha visto que, en cultivos, utilizando el mismo gen Xist que inactiva la segunda copia del cromosoma X en las mujeres, es posible bloquear la tercera copia del cromosoma 21, responsable del síndrome de Down. Desgraciadamente, en ratones no se ha podido hacer. Nuestra estrategia, por tanto, se basa en buscar en todos los genes que tienen tres copias, cuáles son los más importantes y cuáles son los más susceptibles de ser modificados terapéuticamente o farmacológicamente. Esa es una de las estrategias. Normalizando la función de ese gen, conseguiremos rescatar aquellos fenotipos en los que esa proteína participa. Si eso es así y encontramos una herramienta terapéutica que sea segura y no tóxica, intentaremos llevarlo al estudio clínico.
Marta García Fernández
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