El olor de un perfume. La imagen de algún objeto de nuestra infancia. Nuestra canción favorita. El sabor de la comida de nuestra casa. El tacto de una prenda especia.
La cuestión no es tanto cuánto se activa la memoria como qué tipo de memoria se moviliza con cada sentido. La memoria visual es fundamental en la vida de una persona. Es el tipo de memoria que ayuda a traer a la mente la mayoría de los recuerdos, y cuando falla puede llegar a provocar amnesia. La eficiencia de la vista es espectacular. Un grupo de científicos mostró a un grupo de personas las imágenes de 2.500 objetos durante más de cinco horas; luego se las volvieron a mostrar, junto a imágenes similares, y se les pidió que distinguieran cuáles eran las que habían visto en la primera ronda. Supieron distinguir muy bien las verdaderas. Según el artículo que publicaron en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), el acierto no bajó del 87 por ciento en las sucesivas variantes de la prueba a las que fueron sometidas. Y aún así se considera la memoria visual falible, imprecisa y sujeta a interferencias. Aunque los observadores pueden recordar miles de imágenes, se asume ampliamente que estos recuerdos carecen de detalles.
La memoria olfativa es mucho más emocional. El olfato tiene una capacidad mucho mayor para reavivar las vivencias personales. Según un estudio publicado en la revista Psychonomic Bulletin & Review, los recuerdos autobiográficos asociados a los olores son más antiguos que aquellos asociados a la vista o al lenguaje. Mientras los primeros comienzan a formarse antes de cumplir diez años, los segundos solo se forjan con fuerza entre los diez y los veinte años. Y los recuerdos provocados por el olor se asociaron con sentimientos más fuertes y que se habían recordado con menos frecuencia que los recuerdos evocados por la información verbal y visual.