No es el más guapo y sobre todo siendo danés, tampoco especialmente alto. Sin embargo bastan cinco minutos de charla con Meik Wiking para saber que, efectivamente, si no el más feliz del mundo, sí es un hombre que se siente a gusto en su propia piel. Nos encontramos en Madrid con él para hablar de su último libro, Hygge. La felicidad de las pequeñas cosas, en el que explica esta filosofía de vida que da importancia a lo que la tiene: las charlas con amigos, la familia o una dieta equilibrada pero con alegrías, como una simple taza de chocolate. Con esta forma de pensar el pueblo danés ha conseguido liderar el World Happiness Report anual desde que se inició en 2012 y por eso es allí donde se fundó el Instituto de Investigación de la Felicidad que preside.
P ¿Te sientes realmente el hombre más feliz del mundo?
R Ja, ja, ja. Bueno, sé que algunos medios de comunicación me han denominado así. Yo soy bastante feliz y es posible que sea uno de los candidatos a ese título, pero no sé si soy el más feliz del mundo.
P En el Instituto de la Felicidad de Copenhague, ¿habéis dado con la fórmula infalible para serlo?
R No creo que exista, pero sí que hay una serie de factores que influyen a la hora de alcanzarla. La felicidad es tener una vida plena, con relaciones sociales, confortable… Pero también tiene que ver con las oportunidades que tenemos, con nuestro género, el país en el que vivimos, etc. Depende de una serie de factores; algunos no los podemos cambiar, como la genética, pero otros, los relacionados con nuestro comportamiento, sí.
P ¿Y qué detalles de hygge dirías que tenemos los españoles?
R El brasero, por ejemplo es muy hygge. Estuve tres meses en Baeza hace unos quince años y descubrí muchas cosas interesantes. Los españoles disfrutáis con la gente, coméis bien, y todo eso es muy importante para ser feliz.
“ Todo reside en el córtex prefrontal del cerebro, donde conformamos nuestra posición en el mundo”
P Pero algo debemos estar haciendo mal porque no estamos ni entre los veinte países más felices.
R Estáis en el número 37, así que no lo estáis haciendo tan mal. Lo que pasa es que cada país tiene desafíos, nosotros en Dinamarca también, que hacen que la gente sufra. En vuestro caso están los altísimos niveles de corrupción, el paro o las dificultades que hay para compaginar vida profesional y familiar.
P ¿Y tenemos predisposición biológica para ser más o menos felices?
R Sí, hay quien tiene más predisposición para ser feliz, como hay quien la tiene para la salud, pero podemos tomar decisiones que cambien eso. También hay una discusión científica sobre dónde reside la felicidad en el cerebro, pero esto depende de lo que consideremos felicidad. Puede ser la satisfacción general con la vida o el aquí y ahora. Están relacionadas pero residen en zonas distintas del cerebro. Para mí la felicidad está en el córtex prefrontal, donde se forma la imagen que tenemos del futuro y de nuestra posición en el mundo.
P ¿Cuánto influye la capacidad económica en alcanzar la felicidad?
R Se trata de uno de los factores más complicados. No tener dinero para subsistir es una fuente de desdicha, pero cuando llegas a un cierto nivel de ingresos, tener un poco más no te hace más feliz. Además, cuando hablamos de ingresos es importante tener en cuenta los relativos y los absolutos. Hay quien es feliz ganando 30.000 €, si sus amigos ganan 18.000, pero si ganan más que él, ya no es tan feliz.
“España no está entre los países más felices por la corrupción, el paro y la conciliación familiar”
P ¿Y el lugar en el que te toca nacer?
R Si comparamos los países que son más felices y los que lo son menos, veremos que hay una diferencia entre ellos de 4,5 en una escala de 0 a 10. Lo que indica que dónde vivimos influye mucho en la felicidad. Desde el tiempo que hace hasta las circunstancias políticas que nos rodean.
P ¿Qué pueden hacer los gobiernos para que seamos más felices?
R Todo lo que nos lleve a una sociedad justa e igualitaria nos hará más felices. Esto hará que seas fontanero o banquero tengas las mismas posibilidades de ser feliz. También nos ayuda que nos reduzcan el estrés, que eliminen los riesgos para la gente. Incluso la forma en la que están diseñadaslas ciudades, que determinan si tienes que coger el coche o si puedes ir a trabajar en bicicleta.
P ¿Y qué influencia tiene la educación? ¿Podemos educar a las próximas generaciones para que sean más felices que nosotros?
R Creo que sí. En Bután, un país que en vez de su PIB miden su FIB (felicidad interior bruta), lo enseñan en las escuelas. En general, tenemos sistemas educativos que se centran demasiado en el contenido académico, cuando lo ideal sería hacer hincapié en las habilidades sociales, en ser buen amigo, buen ciudadano y en cosas que nos servirán para la vida, a enfrentarnos a desafíos, a pérdidas…
Redacción QUO
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