Como diría Homer Simpson: «si hay algo difícil de hacer, lo mejor es no hacerlo». Eso piensa nuestro cerebro cuando se enfrenta a dos caminos: el fácil y el complicado.
Para averiguar por qué nos comportamos así, investigadores de la Universidad College de Londres realizaron un estudio. En él, se pedía a 52 participantes que dijesen en qué dirección se movía un conjunto de puntos en una pantalla. Para ello, en primer lugar tuvieron que usar una palanca, lo que a todos les pareció muy sencillo y dieron la respuesta correcta. Pero después complicaron un poco la tarea. En esta ocasión, debían hacer el mismo ejercicio pero, en esta ocasión, la manivela pesaba mucho más. Con esta complicación y, a pesar de la sencillez de la prueba, la mayoría de voluntarios se equivocó al dar la respuesta. Algunos afirmaban que los puntos se movían hacia la derecha si la palanca izquierda era más difícil de mover.
Fue así como demostraron que nuestros cerebros tienden a optar por la solución más fácil, incluso si no somos conscientes de ello. Según los autores del estudio, «estos resultados muestran que el esfuerzo requerido para actuar en una decisión puede influir en la decisión en sí misma».
Fuente: dailymail.co.uk
Redacción QUO
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