El Santuario de Lourdes en Francia es uno de los principales lugares de peregrinación para los católicos de todo el mundo. Fue allí dónde se dice que en 1858 la Virgen María se le apareció a una joven campesina llamada Bernadette Soubirous. Desde entonces, al agua que mana de la fuente situada en la gruta en la que se produjeron las supuestas apariciones, se le atribuyen propiedades milagrosas. A lo largo de la historia del santuario se han producido alli (al menos eso dicen los creyentes) numerosas curaciones prodigiosas, aunque la Iglesia católica solo reconoce como auténticas (según sus propios y discutidos criterios de evaluación, porque la ciencia nunca ha avalado ninguna de ellas) setenta de ellas. La última de las cuales acabamos de conocerla esta misma semana.
Aunque ha sido ahora cuando las autoridades eclesiásticas han comunicado que el caso reúne todos los requisitos necesarios para ser considerado un milagro (una vez más, insistimos que según su propio protocolo para evualuar estos fenómenos), el supuesto suceso tuvo lugar en el año 2008. Su protagonista fue una monja también llamada Bernadette, aunque en este caso su apellido era Moriau, que sufría una grave invalidez desde hacía cuarenta años. La mujer cuenta que tras rezar a la Virgen en la gruta, regresó a su residencia, y una vez en su habitación, escuchó una voz que decía. «Quítate los aparatos». La religiosa obedeció y descubrió sorprendida que podía volver a caminar con normalidad.
Creer en milagros como este es una cuestión de fe, aunque no existe ninguna evidencia científica que los avale. Pero aquí no vamos a entrar en ese tema, tan solo nos limitaremos a recordar algunos de los supuestos prodigios se han producido en la gruta desde el mismo año en que se cuenta que ocurrieron las apariciones marianas. De hecho, las dos primeras presuntas curaciones datan de 1858. La primera de ellas fue la de Catalina Latapié, una mujer que según la tradición tenía un brazo paralizado a causa de un grave accidente, lo que le impedíaocuparse de las labores del campo. La mujer contó que una noche se despertó presa de un impulso que la empujaba a dirigirse a la gruta. Una vez allí, tras mojarse el brazo, recuperó completamente la movilidad. El segundo caso fue Louis Buriette, un trabajador de una cantera que había quedado ciego tras recibir en sus ojos el impacto de unas piedras causado por la explosión de un barreno. Se dice que su mujer le condujo a la gruta, y que tras frotarle barro de la fuente por los párpados, el hombre recuperó la visión.
Otro de los casos más famosos fue el de Henrietta Bressolles, una joven enfermera que había servido en la I Guerra Mundial. En 1918, al parecer le diagnosticaron una tuberculosis ósea que la dejó confinada en un molde de yeso. Las secuelas de la enfermedad le provocaron también la atrofia de la vejiga y el intestino. En 1924, cuando les médicos no le daban mucho tiempo de vida, fue llevada al santuario y se dice que sanó de todos sus males. Y una de las más recientes fue la de Jean-Pierre Bely, un hombre al que en 1972 le diagnosticaron esclerosis múltiple. Más de una década después, en 1987, cuando ya estaba completamente postrado en una cama, sus familiares le llevaron en peregrinación a Lourdes. Al parecer, Jean-Pierre regresó a su hogar caminando. Y así, hasta sumar las 70 historias de las supuestas curaciones milagrosas producidas en el santuario francés.
Vicente Fernández López
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