Los seres humanos tenemos (por lo general) una tendencia al optimismo, y eso hace que prestemos más atención a las buenas noticias que a las malas. Pero, ahora, un experimento realizado por la Universidad de Princeton, ha revelado que esa tendencia se invierte cuando estamos bajo los efectos del estrés, y que esa tensión nos ayuda a asimilar mejor las malas noticias, y a valorar más los posibles riesgos que nos acechan.
Los investigadores realizaron un experimento con un grupo de voluntarios, a los que les pidieron que se prepararan en un breve espacio de tiempo para dar un importante discurso en público. Cuando consideraron que su nivel de estrés ya era lo suficientemente alto, procedieron a presentarles una lista con 40 eventos catastróficos (desde ser víctimas de un robo a sufrir un accidente de tráfico), y les explicaron que las posibilidades de sufrir alguno de ellos eran mayores de lo que creían.
Luego, hicieron lo mismo con los miembros de un grupo de control que no estaba sometido a los efectos del estrés. Y los resultados revelaron que estos tendían a subestimar dichos riesgos, mientras que los miembros del primer grupo (los estresados), asimilaban mejor la información negativa, valoraban los riesgos y actuaban en consecuencia.
Tal y como explican los autores del estudio, los seres humanos tenemos (por lo general) la capacidad de alternar ese sesgo optimista que nos da tranquilidad, con el sesgo más negativo fruto del estrés. Es por tanto un mecanismo que nos permite adaptarnos a las exigencias de cada situación.
Fuente: ScienceDaily.
Vicente Fernández López
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