¿Quien no ha soñado alguna vez con encontrar un tesoro escondido? Para quien desee lanzarse a la búsqueda de alguno, le mostramos una selección de los más codiciados e incluimos además los mapas que, supuestamente, señalan su emplazamiento. Es probable que la mayoría solo sean leyendas y jamás hayan existido, pero, ¿quién sabe? Si dichos tesoros realmente existen, permanecen intactos y ejercen una llamada que, cual canto de sirena (“venid a buscarme, venid a buscarme”…), lleva siglos retando a los más aventureros
En 1553, Francisco Pizarro exigió un rescate a cambio de la vida del emperador Atahualpa. El soberano prometió llenar una habitación de oro, y cumplió su palabra. Quien no lo hizo fue Pizarro, que aun así lo mandó ejecutar. En venganza, los incas robaron el oro y al parecer lo arrojaron al lago Yanacocha, en la región de Llanganati, en los Andes. En 1700, el español Atanasio Guzmán fue en busca del oro, y aunque no lo encontró, hizo un mapa de la región. El original no se conserva, pero sí una copia que hizo el explorador inglés Richard Spruce y que está en el Museo de Historia Natural de Londres. El propio Spruce realizó una expedición para localizar el tesoro, pero no regresó.
Atatahualpa
(1500-1533)
Fue el último emperador de los incas. Los españoles le ejecutaron a garrote vil tras haberle acusado de fratricidio, ya que había mandado matar a su hermano Huáscar (que se había aliado con los conquistadores para hacerse con el trono), y convirtió incluso su cráneo en una vasija de oro para beber.
No todos los mapas de tesoros están dibujados. Algunos están escritos, como los famosos manuscritos del Qumrán, considerados como el primer documento conocido que habla de la existencia de una fortuna escondida. O mejor dicho de varias. Ya que entre otras cosas, los manuscritos señalan sesenta emplazamientos en Oriente Medio, donde supuestamente estarían escondidas varias fortunas en forma de oro. Numerosos cazatesoros han tratado de encontrarlas, pero todas los intentos se han revelado infructuosos.
El falso mapa de El Dorado
En 1617, el pirata inglés Walter Raleigh realizó su último viaje. Su intención era buscar El Dorado, una ciudad mítica de la que se decía que estaba repleta de fabulosas riquezas, en la actual Venezuela. Guiándose por los fantasiosos relatos de los nativos, el corsario envió una expedición dirigida por su propio hijo para buscar la ciudad, pero los ingleses fueron diezmados por los indios hostiles. Raleigh regresó a Inglaterra fracasado y con un mapa (arriba) de El Dorado, que dibujó tomando como base los relatos de los indígenas. Nadie en la corte se tomó en serio el documento, Walter Raleigh cayó en desgracia y fue ejecutado.
Walter Raleigh
(15542-1618)
Corsario británico amante de la reina Isabel I, contribuyó a la destrucción de la Armada Invencible, pero perdió el favor real tras varios fracasos y al enamorarse de una doncella. Fue acusado de traición y, según la costumbre, decapitado.
Tras una fructífera carrera como pirata, Isabel I nombró a Henry Morgan gobernador de Jamaica, con lo que pasó de ladrón a policía, ya que recibió orden de acabar con los filibusteros del Caribe. Durante esos años amasó una gran fortuna, pero en 1672 fue acusado de traición. Antes de ser enviado a Inglaterra para ser juzgado, ordenó esconder parte de su fortuna personal. Morgan fue finalmente exonerado y regresó a Jamaica. Las leyendas dicen que su tesoro sigue escondido en alguna isla caribeña. No dejó mapa, pero Robert L. Stevenson le inventó uno apócrifo (a la derecha), que ilustró la primera edición de La isla del tesoro.
Henry Morgan
(1635 –1688)
El pirata con mayor éxito de la historia. Saqueó la riquísima ciudad de Panamá y murió de viejo gozando de honores.
El tesoro del capitán Kidd
William Kidd (1645-1701) fue uno de los piratas más célebres de todos los tiempos. Cuando, tras años de fechorías, fue condenado a morir en la horca por un tribunal de Londres, trató de salvar su vida negociando con la Cámara de los Comunes. Les envió una carta en la que revelaba el lugar donde había escondido sus botines, a cambio de un indulto. Su oferta fue rechazada, y Kidd acabó subiendo al patíbulo. En 1929, un anticuario llamado Hubert Palmer compró un viejo escritorio en una subasta. Al restaurarlo, encontró en el interior de una pata hueca la supuesta carta que Kidd había enviado a las Autoridades. En ella se revelaban las coordenadas de una isla en el mar de la China donde estaba su tesoro. ¿Es real el documento? Es difícil creerlo, ya que en las coordenadas citadas no existe isla alguna.
Estamos ante un documento controvertido. Recibe el nombre de Mapa de Lue y, supuestamente, es un gráfico encriptado que revela el escondite de un tesoro nazi en EEUU: cien toneladas de lingotes de oro que Hitler envió a sus quintacolumnistas. Fue descubierto por un cazatesoros alemán llamado Hunter Karl von Mueller, pero muchos lo consideran un hoax. Cifrado en símbolos masónicos, se ha convertido en un icono de la cultura popular y aparece en el filme La búsqueda, oculto en el reverso del original de la Constitución estadounidense.
En 1930 falleció un anciano minero llamado Ben Morton. Había pasado años buscando en las montañas de Missouri el supuesto botín enterrado por el pistolero Jesse James. Entre sus pertenencias apareció un extraño documento que desde entonces ha sido conocido como El Mapa Wolf, ya que está presidido por la imagen de un lobo. Ben lo habría obtenido del sacerdote que dio la extremaunción a Frank James, el hermano de Jesse. El mapa resulta a todas luces indescifrable, y la opinión más extendida es que se trata de un fraude.
Jesse James
(1847-1882)
Líder, junto a su hermano Frank, de una banda de forajidos que actuó en Missouri y Kansas. Fue asesinado por la espalda por un compinche llamado Bob Ford.
En 1520, Hernán Cortés reunió una gran cantidad de oro capturado a Moctezuma. El tesoro no salió del país, pero se dice que en 1847, durante la guerra contra EEUU, el Gobierno mexicano lo escondió para que no cayera en manos enemigas. De ello se encargó el jesuita Joaquín Pomes, quien hizo el mapa de arriba señalando las cuevas californianas en las que lo ocultó. Jamás ha sido hallado.
Moctezuma Xocoyotzin
(1466-1520)
El último emperador de los aztecas, fue asesinado con una lluvia de flechas por su propio pueblo durante la llamada Noche Triste, acusado de complicidad con los españoles.
Durante la II Guerra Mundial, el general Tomoyuki Yamashita reunió una fortuna en lingotes de oro saqueando Asia. En 1945, tras la caída de Filipinas, ordenó enterrar su botín. ¿Donde? El secreto se lo llevó a la tumba. Pero en 1947, un filipino llamado Domingo Pahigon reveló que poseía un mapa del tesoro que le había quitado a un japonés moribundo. Dicho mapa es un galimatías de kanjis y coordenadas en clave que nadie ha logrado descifrar.
Tomoyuki Yamashita
(1885-1946)
Apodado el Tigre de Asia por su fiereza, conquistó China, Singapur y Filipinas. Tras la rendición de Japón, fue ejecutado por crímenes de guerra.
En el salvaje Oeste se hablaba de la existencia de una mina de oro situada en los Montes de la Superstición, en Nuevo México. Había pertenecido a un español, Miguel de Peralta, hasta que él y sus trabajadores fueron masacrados por los apaches. En 1862, un alemán llamado Jacob Waltz aseguró haberla encontrado; como prueba, mostraba una cantidad de oro por valor de 60.000 dólares. Waltz no quiso regresar por miedo a los apaches, pero dibujó un mapa que vendió por mucho dinero. Quienes la buscaron solo encontraron la muerte.
Joaquín Garrido era un anciano pescador que decía descender de los miembros de la tripulación del pirata francés conocido como el Olonés. En 1924, unos americanos de vacaciones en Cuba trabaron amistad con él, y entre las posesiones del anciano apareció un curioso mapa que señalaba el emplazamiento de un tesoro. Nadie ha logrado descifrar a qué isla pertenece. Es más, el mapa es tan infantil (hay incluso dibujados dos esqueletos), que los historiadores dudan de que sea auténtico. De hecho, a finales del siglo XIX y principios del XX, vender supuestos mapas del tesoro era un negocio habitual en las islas del Caribe. Por tanto, el tesoro del Olonés sigue sin aparecer. Si realmente existe, estará empapado en sangre, ya que este carnicero tiene la triste fama de haber matado a centenares de personas.
El Olonés
(1630-1671)
Ese fue el apodo de Jean-David Nau, considerado el pirata más sanguinario de todos los tiempos, capaz de arrancar el corazón de un prisionero y comérselo crudo. Murió despedazado vivo por los nativos de la costa de Nicaragua.