De rodillas en la estrecha franja de campos verdes que separa el Nilo del desierto occidental de Egipto, contemplo a Angus Graham y su equipo clavar en la tierra varas metálicas parecidas a las de las tiendas de campaña, pero mucho más grandes. Unas parcelas más allá, las derruidas columnas del Ramesseum, el templo mortuorio del faraón Ramsés II, se elevan sobre el trigo, dominado por las simas ámbar que esconden las tumbas reales del Valle de los Reyes.
Por esta zona se esparcen algunas de las ruinas más impresionantes del mundo, como los imponentes Colosos de Memnón. Pero lo que le interesa a Graham, director de exploraciones de la Sociedad de Exploración de Egipto (Londres), es lo que aún sigue enterrado bajo el suelo.
Sus varillas son en realidad sondas que transmiten al suelo señales eléctricas de poca intensidad para medir la resistencia de la tierra. Este método, denominado tomografía de resistividad eléctrica, permite distinguir entre el lecho rocoso (muy resistente), los sedimentos anegados (de poca resistencia) y los depósitos arqueológicos (de resistencia intermedia). Con ayuda de mediciones por toda la zona de Luxor, el equipo espera averiguar cómo los faraones de Egipto sometieron el Nilo a una modificación a gran escala y convirtieron su capital, Tebas, en una Venecia de la Antigüedad.
Inspirados en el arte
Junto a colegas británicos, egipcios y franceses, Graham está buscando antiguos canales de agua. De algunos textos y pinturas de los templos cercanos se desprende que ciertos emplazamientos situados en orillas distintas del Nilo estaban conectados por canales navegables a bordo de embarcaciones.
Las descripciones de la Bella Fiesta del Valle, por ejemplo, cuentan que las estatuas de algunos dioses se llevaban en barcazas desde el complejo de templos de Karnak, en la ribera este, a visitar a los reyes ya difuntos en sus templos mortuorios de la ribera occidental. Estas descripciones nunca se habían verificado, y Graham pretende obtener pruebas irrefutables. Si las vías acuáticas existieron, ¿estaban operativas todo el año o solamente en época de inundaciones? ¿Se utilizaban también para transportar mercancías, incluidos los inmensos bloques de piedra con los que se construyeron los templos?
Sus anteriores trabajos en Karnak ya han obligado a modificar las ideas que se tenían sobre el diseño de la orilla este del Nilo. Se había asumido que el templo siempre estuvo al borde del río, como ahora, pero junto a Judith Bunbury, de la Universidad de Cambridge, Graham descubrió que el gran río varió su curso a lo largo de los siglos.
El origen del mundo
El emplazamiento original del templo estaba en una isla fluvial, que se habría sumergido todos los años cuando el Nilo crecía. Los especialistas sabían que Karnak simbolizaba la visión de los antiguos egipcios sobre cómo se creó el mundo –en forma de “montículo primigenio” que surgió de las aguas infinitas–, pero ese descubrimiento indicaba que Karnak suponía una demostración física de esa idea.
Ken Weeks, director del Proyecto de Cartografía de Tebas en el Valle de los Reyes, describe el trabajo de Graham como “uno de los proyectos más importantes y con mayor visión de futuro de Egipto ahora mismo”, porque en lugar de ir centrándose en un emplazamiento cada vez, está interpretando el panorama de la zona en su totalidad.
El descubrimiento de Karnak podría transformar nuestra comprensión de la religión del Antiguo Egipto y su papel en la sociedad egipcia, según Weeks, quien cree que la investigación de Graham sobre la orilla oeste será igual de revolucionaria. El descubrimiento de los canales que conectaban los templos mortuorios con el Nilo y Karnak también debería indicar a los arqueólogos dónde buscar emplazamientos clave, como desembarcaderos. “Esto está diseñando el plan de trabajo para la próxima generación de arqueólogos”, asegura.
Política y arqueología
Mientras tanto, en el campo de trigo, las sondas ya están colocadas y es hora de comer. El futuro político de Egipto es aún incierto, pero mientras degustamos nuestro pan con estofado de alubias, el grupo me cuenta que la vida ha vuelto a la normalidad para los arqueólogos. “Todo el mundo ha regresado”, dice Graham, incluidos un equipo de Estados Unidos que trabaja en el palacio de Amenofis III, en Malkata, uno alemán que investiga en los Colosos de Memnon, y unos investigadores franceses que desarrollan su labor al otro lado del río, en Karnak.
El panorama era distinto cuando Graham llegó a Egipto para empezar el proyecto, en enero de 2011: le requisaron parte de los instrumentos y luego comenzaron las protestas políticas. En el caos de la revolución, los saqueadores la emprendieron con los lugares de interés arqueológico. Graham y sus colegas no tuvieron más remedio que volar a casa. Este año ha sido mejor. Durante mi visita, unas semanas tras la ronda final de las elecciones al Parlamento, Luxor estaba en paz.
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