Hace un par de meses, una joven ecuatoriana fue secuestrada por sus padres para ingresarla por la fuerza en una clínica de corrección de homosexuales. La noticia, que podría haber sido sacada de cualquier gacetilla de la época victoriana, parecía excepcional, pero ha servido para destapar que todavía hoy, en la mayor parte del mundo, los homosexuales sufren la incomprensión de la sociedad y de sus propias familias. En Ecuador, la Comunidad Terapéutica Femenina Esperanza fue clausurada de inmediato ante las protestas en las redes sociales, pero podrían existir otros 200 centros ilegales que tratan de curar la homosexualidad. En 2011 se cerraron unas 30 clínicas de este tipo. En España, diferentes asociaciones asesoran a padres asustados por la condición sexual de sus hijos y tratan de terminar con el sufrimiento inútil de miles de niños y jóvenes. Incluso algunos aprovechan para salir también del armario. Un estudio de la Academia de Medicina Francesa demuestra que hay tres veces más intentos de suicidio entre adolescentes homosexuales y transexuales, debido a la presión y a la humillación a la que son sometidos por la sociedad y sus propias familias en todos los continentes.