La Universidad Metodista del Sur de Dallas hizo este llamamiento: necesitaba 169 parejas de recién casados dispuestos a dar cuenta cada seis meses de su grado de contento en la pareja y de su peso corporal. Hicieron un seguimiento metódico y científico, durante cuatro años, de cada uno de los enamorados. La trabajera, obra de la psicóloga Andrea Meltzer, se publicó en la revista Health Psychology con este singular hallazgo: “La satisfacción conyugal engorda”.
Así pues, científicamente, y dado que la obesidad es una plaga, merece la pena ser infeliz para mantener la línea. La primera pregunta (y que nos disculpe la doctora Meltzer) es: ¿Merece la pena un trabajo de cuatro años de investigación para llegar a esto?
Hans Mayer y Rouslan Krechetnikov, del Departamento de Ingeniería Mecánica de la Universidad de California, en Santa Bárbara, publicaron su investigación en la prestigiosa Physical Review E. Los ingenieros explicaron “por qué se derrama el café de la taza cuando caminamos, incluso aunque tengamos mucho cuidado para que no pase”.
Después de numerosos experimentos sobre la dinámica del oscuro fluido, publicaron esta recomendación: “Lo mejor para que no se derrame es caminar con total normalidad, sin prestarle ninguna atención al café, aprovechando que la frecuencia del forzamiento introducido al caminar (menor de 2,5 Hz) es menor que la frecuencia natural de la oscilación del café (mayor de 2,6 Hz)”. Con la duda de si ser feliz o estar obeso, y teniendo claro que hay que caminar normal para llevar café, buscamos respuesta al por qué de este tipo de investigaciones. Nos atiende Rosario Ortega-Ruiz, profesora de la Universidad de Córdoba y miembro de la European Research Council, el organismo evaluador de la investigación científica de la UE: “Si bien es verdad que es necesario priorizar las investigaciones debido a una cuestión de responsabilidad ética y de rigurosidad científica, en ocasiones los investigadores y centros de investigación, por razones ajenas al desarrollo de la ciencia, investigan sobre temas que claramente no son pertinentes”.
¿De quién depende decidir si una investigación es pertinente o no? Por ejemplo, analizar cómo debe sonar exactamente el crujir de las patatas fritas para que nos gusten más, resultó “pertinente” para un equipo de científicos de la Universidad de Oxford.
Borrachos, suspiros y vejigas llenas
También se consideró interesante para su estudio descubrir qué nos pasa cuando inclinamos la cabeza: “Inclinarse a la izquierda hace que la torre Eiffel parezca más pequeña”.
Un equipo de investigadores de la Universidad Erasmus, en Róterdam, quería demostrar que la forma de inclinarnos influye en nuestro cerebro. El experimento consistió en someter a cerca de un centenar de voluntarios a una serie de preguntas mientras estaban subidos en el dispositivo de equilibrio de la consola Wii de Nintendo. Les pidieron que valoraran la altura de determinados edificios, el número de habitantes de algunas ciudades y el alcohol que contienen algunas bebidas espiritosas. Y dieron estimaciones más bajas cuando se inclinaban hacia la izquierda. La torre Eiffel se ve 12 metros por debajo de la media de lo que predecían los que se inclinaban a la derecha. La pintoresca conclusión procede de un estudio por el que la psicóloga holandesa Anita Eerland mereció el Ig Nobel de Psicología 2012, un ocurrente galardón que premia a las investigaciones científicas más disparatadas en diferentes áreas. En el campo de la Psicología y de la Medicina, los Ig Nobel se lo han llevado, a lo largo de diferentes ediciones, una investigación que trataba de resolver “por qué la gente suspira” (la incógnita aún busca respuesta). En otra edición, el galardón se lo llevó un estudio que concluía que: “Cuando tenemos la vejiga llena, tomamos las decisiones de forma precipitada” y, quizá la mejor de todas, una investigación de la Universidad de Glasgow que confirmó que la borrachera, aunque sea leve, “tiene un efecto embellecedor”: cuanto mayor es el nivel de alcohol en sangre, más guapos nos vemos a nosotros y a los demás.
Todas estas investigaciones proceden de prestigiosas universidades y han ocupado varias páginas de importantes publicaciones científicas. “Es posible”, dice Ortega-Ruiz, “que por centrarse en temas que están de moda o que representan mayor visibilidad se descuiden cuestiones realmente importantes para la sociedad”.
Por ejemplo, ¿es relevante investigar los celos? Pues depende. Un trabajo publicado en Evolution and Human Behavior, en el que participó la Universidad de Valencia, concluye tajante que “los hombres más bajos de estatura son más celosos”. El estudio, en el que preguntaron a 349 estudiantes valencianos y 200 holandeses, reveló, además, que “los más bajitos eran más celosos si el rival les mira por encima del hombro”. Y sobre las mujeres, pues el hallazgo fue: “las más gorditas son también quienes más pelean por la buena salud de sus relaciones”. Todo un tratado.
De animales y humanos
Cada vez son más las universidades que husmean en las relaciones de pareja, empleando a los más variopintos sujetos para su análisis. Por ejemplo, los pájaros pinzones cebra.
Se trata de una pequeña ave de vivos colores originaria de Australia, y este estudio se las trae. Investigadores del reputado Max Planck de Ornitología, en Seewiesen (Alemania) estudiaron, a lo largo de cinco generaciones, una población de más de 1.500 pinzones cebra (con grabaciones de vídeo día a día). Y, ¡eureka!, encontraron nada más y nada menos que “un componente hereditario en la infidelidad”; es decir, una razón para considerar que la tendencia al desliz extraconyugal puede ser genética.
Los investigadores no tuvieron reparo en trasladar a los humanos esa conclusión observada en pajaritos. Este desplazamiento animal-humano ocurre muchas veces al interpretar las investigaciones, y nos puede llevar a creer que un pinzón cebra tiene las claves de nuestro amor.
Y es posible ir aún más allá e indagar en el quehacer de criaturas insospechadas, comportamientos tan cotidianos como, por ejemplo, el bostezo. ¿Se contagia, o no? Fisiólogos de la Universidad de Lincoln, en Reino Unido, llegaron a esta conclusión: “No hay evidencia de contagio del bostezo en las tortugas de patas rojas”. Acabáramos.
Y no podían faltar los ratones. De gran imaginación es la investigación que llevaron a cabo en la Universidad de Barcelona sobre ratones y bilingüismo. Juan Manuel Toro, Josep Trobalon y Nuria Sebastián-Gallés demostraron que: “Los ratones no siempre son capaces de distinguir la diferencia entre una persona hablando japonés al revés y una persona hablando holandés al revés”. Desafortunadamente, no precisan cómo se comportaban los ratones en los casos en los que “sí” diferenciaban japonés al revés.
Sobre gustos y sexos
Parejas. Aquí hay de todo. Las conclusiones de estas investigaciones suelen dar la vuelta al mundo más que los chascarrillos de café. Por ejemplo, el pasado verano supimos que “los gemidos y gritos femeninos durante el acto sexual se deben más al deseo de agradar a la pareja que a la intensidad del placer”. Las voluntarias convocadas por la Universidad Central de Lancashire fueron 71 mujeres de 22 años. Atención a la conclusión: “Las mujeres fingen sus gemidos para conseguir algo y manipular al hombre”.
Hay más cosas por descubrir en el terreno de la psicología femenina y masculina. Por ejemplo: los hombres, ¿las prefieren débiles o poderosas? Una investigación de la Universidad de Michigan se publicó en The New York Times bajo el titular “Los hombres las prefieren débiles”, y esto es lo que parecía evidente para los investigadores de Michigan. Sin embargo, en la Universidad de York, otro estudio, del mismo calado, demostraba exactamente todo lo contrario. Según los expertos de York, a los varones les privan más la inteligencia y la fortaleza que las curvas. Sobre las féminas… ¿se inclinan por el físico o la cartera? De nuevo el debate. Para los de Michigan hay una mayor inclinación por lo físico: el color de los ojos y la anchura de espalda. Mientras que esta vez la Universidad de Princeton descubrió que “los hombres con coches y acciones tienen mayor probabilidad de encontrar pareja” y, para ellos, el físico era menos que secundario.
Para no olvidar, aprieta el puño
No es necesario ser muy ducho en psicología para quedarse atónito ante la afirmación que nos llega de la Universidad de Glasgow (Escocia): “Los niños inteligentes tienen más probabilidad de ser alcohólicos”.
Pero la boca se abrirá más y más al leer que el autor del estudio justifica los resultados atendiendo a la evolución de nuestra especie. Dice: “Beber alcohol es una innovación de tipo evolutivo –algo nuevo, vamos–, por lo que cabe esperar que sean los de habilidades adaptativas más desarrolladas –los más inteligentes– los que la practiquen”.
Finalmente, una recomendación. Para mejorar tu memoria, aprieta fuertemente el puño izquierdo durante 90 segundos. Científicos de la Universidad Estatal de Montclair, en Nueva Jersey (Estados Unidos), investigaban nuevos ejercicios y han observado que una opción puede ser apretar los puños, acto que estimula los hemisferios del cerebro. Eso sí, cada puño vale para una cosa: el derecho podría ayudar a formar memorias más fuertes de un evento o acción, y apretar el izquierdo podría ayudar a recuperar más fácilmente esos datos que a veces parecen perdidos. A ver cómo recordamos qué puño sirve para qué cosa.
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