Noticias curiosas de sexo, en junio

Los franceses la llaman l’heure du berger (horita del pastor), como decían los amantes del siglo XVIII para referirse a sus encuentros amorosos en los campos franceses. Para nosotros, la hora de la siesta es ese momento canalla que propicia el deseo sexual. Son muchas las parejas que buscan este rato para mantener sus relaciones sexuales infieles. La web de contactos Ashley Madison preguntó a más de 2.800 madrileños y casi la mitad señaló el tramo entre las 14,00 y las 19,00 h. Es en ese tiempo cuando los infieles tienen mayor facilidad para escaquearse un par de horas, tiempo máximo que suele durar el encuentro sexual en un hotel sin levantar sospechas. Además, Walter Ghedin, psiquiatra argentino, ha comprobado que la curva del deseo se hincha alrededor de las cuatro de la tarde tanto en hombres como en mujeres.

A medida que se avanza en el tratamiento contra el sida con antirretrovirales, los médicos advierten un descuido en el uso del preservativo y, como consecuencia, el riesgo de contagio de enfermedades de transmisión sexual, en lugar de frenarse, va en aumento. Según la OMS, aparecen cada año 448 millones de casos de sífilis, clamidias y tricomoniasis en todo el mundo. Su frecuencia es bastante más alta entre los varones homosexuales y entre los más jóvenes.

Después de varios episodios en los que la venganza de parejas despechadas toma forma pornográfica, en Estados Unidos están dispuestos a frenar este fenómeno cada vez más recurrente que consiste en subir a la red fotos comprometidas de la ex pareja que quedan a la vista de cualquiera que teclee su nombre en un buscador. Algunos estados, como California y Nueva Jersey, ya disponen de leyes que condenan tales acciones como delitos. Se castiga con un máximo de dos años de prisión y multa de hasta 5.000 dólares, siempre que pueda demostrarse intención de causar daño emocional y angustia, y que las fotos se tomaron en un entorno privado y sin el consentimiento de la víctima.

El experimento transcurrió en una jaula dividida en dos. A un lado, un ratón macho; al otro, la hembra. A ambos les provocaban dolores de cabeza. Entre ellos, una sutil diferencia: a la hembra se le permitió el acceso al macho con un agujero de dimensiones generosas, mientras que el macho tuvo que conformarse con un orificio que apenas dejaba pasar su cuerpo. Aun así, los investigadores descubrieron que para él no había dificultad que le impidiera el acceso. Por el contrario, a ella le sobraba cualquier tamaño cuando la enfermedad le hacía perder interés sexual. La conclusión: “El dolor de cabeza no es cuestión de especie, sino de género”.