La primera norma, sentirse atraído por el fetichismo de los pies en cualquiera de sus modalidades. La más popular es el trampling, que consiste en caminar o pararse sobre un cuerpo, generalmente masculino, con el único objetivo de dar y recibir placer.
Sabíamos que en países como Brasil, Estados Unidos o Reino Unido triunfan exclusivos clubs privados que celebran fiestas Foot Fetish. A ellas acuden modelos que prestan sus pies a hombres adinerados que se dejan pisar pagando sumas de dinero a veces escandalosas. En España, sin embargo, el fetichismo de los pies ha tenido un carácter privado y suele quedarse en la intimidad de las parejas. Ahora, sin embargo, empiezan a organizarse fiestas como la Spanish Feet Fetish, que ya prepara en Málaga su tercera edición, según anuncia la sexóloga Arola Poch en su blog La luna de Arola. En ella se celebran juegos de pies, alfombras humanas, sesiones de masajes, demostración de juguetes eróticos y charlas y talleres sobre fetichismo.
A los asistentes se les pide buen ambiente, consenso, respeto y, sobre todo, buena disposición para disfrutar del placer de pisar o de ser pisado. Son las bases de esta práctica, catalogada dentro del BDSM (dominación/sumisión), lo que implica que uno de los participantes es sometido y el otro domina. Generalmente, la persona que pisa calza unos buenos tacones de aguja.
Curiosamente, esta disciplina nació en la antigua Babilonia con la idea de proporcionar relajamiento muscular, aprovechando la red interminable de conexiones nerviosas en esta zona de nuestra anatomía. Los resultados terapéuticos son increíbles, aunque en este caso no tienen ninguna connotación sexual y se practica con los pies descalzos.