Después de décadas de abusar de la goma de mascar y arrojarla a las paredes de un antiguo mercado de Seattle, finalmente el ayuntamiento local ha decidido limpiar el más de un millón de bolas masticadas, pegajosas y de colores que habían convertido este muro en un reclamo turístico (y probablemente un recurso inestimable para genetistas).
Todavía queda tiempo hasta fin de año, mientras tanto, hay otras paredes que vale la pena ver.
Cuando se cierra una puerta
Donde el resto de las personas ven puertas para desguace, el artista belga Stefaan De Croock ve una oportunidad para «pintar» paredes con ellas a través de su proyecto Strook. En él trata de evitar usar pinturas y guardar el color original.
El colectivo de artistas HAD utilizó la estructura de un edificio abandonado en Bosnia Herzegovina para sacar los rostros que tenían escondidos sus ladrillos. La muestra se llama, casi obviamente, WALLS.
El grupo de grafiteros conocido como Germen Crew se unió al gobierno mexicano para reciclar el pueblo de Palmitas, en el distrito de Pachuca. ¿El resultado? Las 209 casas pintadas.
Para evitar inconvenientes con la ley, por usar pinturas, el artistas australiano Buff Diss utiliza cinta en sus diseños sobre paredes.
El artista italiano Caiffa Cosimo interactúa con el paisaje urbano para crear murales únicos.
«Mi trabajo se encuentra a mitad de camino entre el arte callejero, la pintura y la escultura. ¿Por qué piezas bordadas? Tienen un código estético». Así define su obra la artista
NeSpoon
El austríaco Nychos es de las personas que se hacen preguntas extrañas. Por ejemplo ¿cómo será el interior de la Sirenita? Para responderlo hace disecciones en las paredes
La idea es sencilla: un triciclo, un proyector y una ciudad. El triciclo alimenta el proyector y la ciudad la imaginación del dúo brasileño compuesto por Ygor Marotta y Ceci Soloaga
En lugar de ser un turista más en cualquier urbe, Benjamin Løzninger, fotografía la ciudad y luego le devuelve esa imagen a los muros vírgenes.
Uno tarda un poco en darse cuenta que el material que utiliza Nazrinka Musayeva para sus murales son bolsas de basura. Unindas, pegadas y «dibujadas» con mimo, pero basura con una nueva vida.