La prisión de Manila fue construída por los españoles a mediados del siglo XIX. Inicialmente, tenía capacidad para albergar a ochocientos reos. Actualmente, el penal de la capital filipina alberga a más de cinco mil reclusos, muchos de los cuales viven allí con sus mujeres e hijos. Si ya las imagenes carcelarias resultan tristes de por sí, ver a niños creciendo en un lugar así es sencillamente descorazonador.

Afortunadamente, dentro de lo malo y pese al hacinamiento, el ambiente no es particularmente violento. El último motín se produjo en 1999, y se saldó con siete muertos. En cambio, se dice que las condiciones sanitarias no son las mejores, y parece ser que la principal causa de mortalidad entre los presos es la tuberculosis.

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