Nuestro experimento buscaba desvelar si varía, y cómo varía, la temperatura corporal durante el momento de un beso de amor. Las imágenes obtenidas arrojan interesantes conclusiones, entre ellas que solo hay un beso de amor, común a muchos tipos de relaciones afectivas, y que genera un mapa térmico único: calienta los labios, las manos y la nariz, pero enfría el tórax: desciende la temperatura de la piel que protege el corazón. La temperatura varía entre 1 y 1,5 grados. Este mapa de calor es universal. Representa una huella única, invisible a nuestros ojos, a no ser que tengamos una cámara térmica.
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El trabajo lo ha realizado Emilio Gómez, director del laboratorio de termografías del Centro de Investigación Mente Cerebro y Comportamiento (CIMCYC) de la Universidad de Granada, y Alejandro Moliné, investigador del centro. Bajo su tutela, buscamos desde las redes de QUO a los voluntarios que han participado en el experimento.
Los rayos infrarrojos no atraviesan la ropa. Por eso era importante que quedara al descubierto la mayor parte de piel. La temperatura en el laboratorio era de entre 20 y 24 grados, la óptima para apreciar los cambios térmicos. Lo extraordinario es que, con esta cámara, podríamos ver el beso aunque los voluntarios estuvieran en otra habitación o en plena noche, porque les veríamos en la oscuridad.
Emilio Gómez describe así el mapa corporal del amor, algo que descubrieron mostrando a distintos voluntarios de un experimento anterior fotos de sus personas amadas. Los resultados confirmaron que sube la temperatura corporal en la cara (frente, nariz, mejillas, boca) y en las manos. “A esto se le llama efecto “arousal” o de activación fisiológica periférica”, explica Emilio Gómez. Pero también ocurre algo muy distinto y específico del amor romántico: baja la temperatura en el torso (en especial en la zona pectoral y abdominal).
La cara de Laura aumenta progresivamente su temperatura, cada vez es más amarillo el tono captado. “Con el beso buscamos la cercanía, la intimidad”, dice.
Por lo tanto, podemos decir que el amor sube la temperatura periférica y baja la temperatura central de nuestro cuerpo. “En la investigación realizada conjuntamente con la revista QUO, hemos comprobado que el beso en la boca activa el mapa del amor, como podéis ver en las imágenes que hemos tomado en laboratorio, tanto entre parejas homosexuales (masculinas y femeninas) como en parejas heterosexuales y entre padres e hijos”.
Y así es. En los vídeos que recogen el beso de Antonio y Laura es posible observar cómo se reduce la intensidad amarilla en el torso de Laura después del beso. También ocurre en el de Celia, la pequeña de 5 años, y claramente en el de Mari Carmen, la pareja de Inés.
Este detalle, el descenso térmico en el torso, marca, según Emilio, la diferencia que da el amor. “Lo que hemos comprobado es que solo hay un tipo térmico de beso de amor, y que es común a muchos tipos de relaciones afectivas. Lo que activa el mapa del amor es el sentimiento, la intimidad, la compasión. El beso de hermanos, el beso de amigos solo produce calor en manos y cara (efecto arousal) pero no baja la temperatura del abdomen, no produce efecto visceral o bajada del escudo protector de calor”.
Explica Emilio Gómez que, en todos los voluntarios del experimento: “La piel que protege como un escudo al corazón y a otras vísceras vitales se enfría (efecto visceral) y las manos y cara (los efectores, para la acción y comunicación) se calientan. Se diría que el amor mueve a hacer algo sin cuidado de uno mismo”.
Laboratorio de Termografía del CIMCY. Alejandro Moliné (izqda.) uno de los dos directores del laboratorio, analiza junto a Emilio Gómez Milán, investigador del mismo, las termografías de una de las parejas voluntarias.
Esto se comprende mejor si comparamos el mapa del amor con su opuesto (el mapa del estrés), que también han descrito en el laboratorio de Granada. Si nos exponemos a un estímulo estresante físico, como agua helada o a muy bajas temperaturas externas, la temperatura periférica baja y la temperatura central (del torso) aumenta. El objetivo en este caso es proteger los órganos vitales. Las vísceras necesitan una ventana de temperatura óptima y sostenida para funcionar. Así, podemos decir que el amor, al menos térmicamente, es lo contrario del estrés. “La respuesta general de adaptación te lleva a luchar o huir para sobrevivir – explica Emilio”. Sin embargo, el amor te lleva a cuidar a otro incluso en contra de tu propia supervivencia (retiras la armadura de calor del pecho y luchas por él).
Una prueba de que el beso reduce el estrés es que la recuperación térmica tras sufrir frío doloroso en una mano, por inmersión en agua helada por ejemplo, es más rápida si te besan o si ves fotos de besos y más lenta si ves fotos horribles. Las personas muestran ese patrón térmico específico del amor cuando ven fotos de sus seres amados, sobre todo de su pareja e hijos. Pero, atención, porque el amor es amplio. “Algunos fanáticos del fútbol -concluye Emilio- muestran antes este mapa con su equipo, el Madrid o el Barcelona, que con su madre”.
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