Las diferencias entre el erotismo y la pornografía darían para escribir muchos ensayos sesudos. Pero, como dicen que una imagen vale más que mil palabras, hemos seleccionado seis de las más famosas escenas eróticas de la historia del cine. Todas tienen en común que vienen cargadas de alusiones sexuales, pero en ellas no se muestra nada de sexo. Al menos no de forma evidente.
Esta magistral adaptación de la gran novela de Alberto Moravia es, sin duda, una de las mejores películas de Bernardo Bertolucci. Y en ella destaca «>la espectacular y sensual escena del tango.
El personaje de Dominique Sandá (la actriz de cabello rubio), seduce a la bellísima mujer casada encarnada por la mroena Stefanía Sandrelli, y lo hace delante de su propio marido, bailando un tango con ella, en un local cercano a la Torre Eiffel.
La escena es tan delicada como sugerente, con los ajustados vestidos ciñéndose a las perfectas figuras de las dos mujeres que, a la vez que bailan, están haciendo el añor la una con la otra.
Bertolucci no muestra la escena de cama posterior. No hace falta. Con el sensual tango ya lo ha dicho todo.
Por cierto, ¿mientras el director rodaba esta escena ya le estaba dando vueltas en la cabeza a El último tango en París (1972)?
«¿Sabe usted? La primera vez que vi a Viridiana me dije… mi prima acabará jugando al tute conmigo». Eso es lo que le dice el personaje de Francisco Rabal a un amigo en una escena de esta obra maestra de Luis Buñuel.
El director aragonés tenía planeado finalziar la película con un menage a trois entre el personaje de Rabal, el de Viridiana, encarnado por Silvia Pinal, y el de la doncella que interpretaba Margarita Lozano.
Pero, para sortear a la censura, sugirió el triángulo sexual de una forma realmente magistral: haciendo que los tres personajes jugasen una partida de tute.
En el Hollywood clásico la homosexualidad solo podía plasmarse de un modo metafórico. Y eso es lo que hizo magistralmente Howard Hawks en este genial western.
Nada más conocerse, los dos jóvenes pistoleros encarnados por Montgomery Clift y John ireland se sienten mútuamente atraidos. «>Alardean de sus respectivas habilidades con las armas, y acaban intercambiando sus revólveres, en una alusión muy clara al acto sexual.
«Solo hay dos cosas mejores que un revolver. Una mujer y un reloj suizo. ¿Has tenido alguna vez un reloj suizo?», le pregunta el personaje de Ireland a su nuevo amigo.
Pocas veces una escena ha reflejado también lo que es el deseo salvaje, como la que hemos elegido de este memorable filme de King Vidor.
El personaje de Patricia Neal contempla extaasiada como el obrero al que interpreta Gary Cooper taladra un bloque de hormigón. Ella es incapaz de apartar sus ojos de su camisa sudorosa y de sus brazos musculados. Sin obviar el evidente significado fálico del taladro.
Pos teriormente, ambos personajes acabarán manteniendo una relación de claros tintes sadomasoquistas.
A lo largo de la historia del cine ha habido muchísimos stripteases, pero el de esta mítica película de Roger Vadím fue el primero realizado en gravedad cero. Un striptease que destaca también por su ingenua manera de sugerir más que mostrar.
El personaje de Jane Fonda se va quitando las piezas de su traje espacial mientras flota en un ambiente de ingravidez. Los títulos de crédito, colocados estrategicamente, impiden que el espectador pueda ver ninguna de las partes más íntimas de su cuepro.
La gran novela de Vladimir Nabokov en la que se basa la película fue un escándalo mayúsculo. Y lo mismo ocurrió con el filme de Stanley Kubrick. Aunque para adaptar el libro a la pantalla, el director tuvo que hacer auténticos prodigios para tratar de la forma más sutil posible su escabroso tema.
Por eso, el delicado momento, en el que el personaje de James Mason le pinta las uñas de los pies a la púber Lolita, resulta una imagen sencillamente perfecta por cómo fusiona la inocencia y la perversión.