Para dibujar, más allá de un garabato, o para resolver un puzle con la cara de un gatito, hay una edad biológica que marca el inicio: el momento en que el cerebro aprender a entender las imágenes
Además de las destrezas motoras que hay que desarrollar para coger un lápiz y hacer con él un trazo, lo fundamental para dibujar es plasmar una imagen que representa algo conocido, y esa habilidad, exclusivamente humana, se desarrolla a partir de los cuatro años según un nuevo estudio.
La revista Child Development acaba de publicar el resultado de una investigación realizada en la Universidad de East Anglie (UEA) que buscaba encontrar en qué momento los niños desarrollan la habilidad de formar un puzle, un clásico juguete educativo empleado con frecuencia para ayudar al niño a que desarrolle habilidades de coordinación mano-ojo. Pero, además de probar las habilidades de sus dedos, tuvieron en cuenta si el niño entendía lo que estaba formando.
El estudio revela que los niños de tres años puede hacer el puzle manejando las piezas a base de prueba y error, es decir, a fuerza de cambiar posiciones, terminan resolviéndolo. Pero solo a partir de los cuatro años los niños han desarrollado la capacidad de entender que lo que tienen entre manos es una imagen, una representación de algo conocido, que han de recomponer. Es decir, hasta los cuatro años, según este estudio, el niño no está realmente resolviendo el rompecabezas porque aún no identifica que lo que ve es un gatito o una flor.
La diferencia entre un garabato y pintar un rostro es parecida a montar un puzle encajando piezas al azar o entendiendo que lo que forman cada una de las partes es una flor, o un oso, o un paisaje.
El investigador principal de este estudio, el Dr. Martin Doherty, de la Facultad de Psicología de la UEA, explica: «Observamos la capacidad de los niños para hacer rompecabezas.
Sorprendentemente, prácticamente no hay investigación sobre esto, a pesar de la suposición común de que estos son buenos juguetes educativos, pero sin embargo no se han estudiado. Los rompecabezas requieren recomponer una imagen, por lo que los niños solo lo resolverán si entienden qué es una imagen».
El equipo, que incluye investigadores de las universidades de Edimburgo, Napier, oeste de Escocia y Warwick, trabajó con 169 niños de entre tres y cinco años. Algunos de los niños trabajaron en rompecabezas tradicionales con una imagen, rompecabezas sin imagen y rompecabezas basados en imágenes hechos de piezas rectangulares del mismo tamaño. La mitad de este grupo recibió una guía de imágenes que mostraba cómo debería verse la imagen completa.
Los investigadores registraron cuánto tiempo les llevó a los niños completar los rompecabezas y la cantidad de veces que intentaron unir las piezas del rompecabezas.
Otro grupo de niños recibió un rompecabezas al que le faltaba una pieza, y diferentes opciones para llenar el vacío.
Los investigadores también evaluaron si los niños comprendían la imagen del puzle que estaban montando. Y midieron el éxito para completar el puzle en función de la comprensión de la imagen. «Descubrimos que los niños que comprendían la imagen podían completar el rompecabezas de forma más rápida y eficiente». En general, la eficiencia aumentó entre los tres y cinco años. Pero los investigadores marcaron en los cuatro años el momento en que empezaban a entender las imágenes.
«Lo realmente único de este estudio es que estamos mostrando la edad y la etapa de desarrollo en que los niños adquieren una comprensión fundamental de la naturaleza de las imágenes y esta es la base para aprender a dibujar y pintar», agrega el investigador
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El profesor en psicología Julian E. Hochberg, autor de un estudio titulado ‘Pictorial Recognition as an Unlearned Ability: A Study of One Child’s Performance’, utilizó a su propio hijo recién nacido como conejillo de indias para llevar a cabo un estudio, manteniendo al niño con una exposición restringida a cualquier tipo de imagen visual durante los primeros dos años de vida. La intención del estudio era corroborar si el niño podía reconocer representaciones visuales tan sencillas como dibujos de animales, o de objetos como una llave, un zapato, etc., a pesar de no haber estado expuesto a este tipo de imagen anteriormente y no haber recibido entrenamiento para reconocer dichas representaciones. Antes del niño haber cumplido dos años de edad, al momento de éste contar con un vocabulario relativamente amplio, se le hizo una prueba: mostrándole una serie de fotos en blanco y negro y dibujos a línea: se le pidió al niño que identificara estas imágenes, y el niño identificó correctamente casi todas las imágenes. Los resultados de este estudio confirman que el ser humano cuenta con una habilidad innata para reconocer cualquier tipo de lámina o dibujo, y que esta habilidad no depende del nivel cultural de las personas o del entrenamiento que hayan recibido para reconocer estas representaciones.