SER HUMANO

Los efectos del aislamiento social en el cerebro de los más pequeños

No cabe duda que la soledad es una amenaza para la salud mental. No importa si vivimos en un mundo conectado por redes sociales, la realidad es que los menores de edad señalan una creciente sensación de aislamiento. La pandemia de COVID-19, que obligó a muchos países a implementar el distanciamiento social y el cierre de escuelas, aumenta la necesidad de comprender las consecuencias del aislamiento social y la soledad. Si bien estudios previos han demostrado que el aislamiento social durante la infancia es perjudicial para la función y el comportamiento del cerebro adulto en mamíferos, los mecanismos  del circuito neuronal siguen siendo poco conocidos.

Ahora, un equipo de investigación de la Escuela de Medicina Icahn, ha identificado  células cerebrales en la corteza prefrontal, una parte clave del cerebro que regula el comportamiento social, que son necesarias para la sociabilidad normal en la edad adulta y son profundamente vulnerables al aislamiento  juvenil en ratones.

Los hallazgos del estudio, publicado en Nature Neuroscience, evidencian el papel de estas células, vinculadas al circuito de recompensa en el cerebro. Si el hallazgo se replica en humanos, podría conducir a tratamientos para trastornos psiquiátricos relacionados con el aislamiento.

«Además de identificar este circuito específico en la corteza prefrontal que es particularmente vulnerable al aislamiento social durante la infancia – explica el líder del estudio, Hirofumi Morishita –, también demostramos que es un objetivo prometedor para los tratamientos de los déficits de conducta social”.

El equipo de Morishita descubrió que, en ratones machos, dos semanas de aislamiento social inmediatamente después del destete, conducen a un fallo de activación de las neuronas de la corteza prefrontal medial. Dado que los déficits de comportamiento social son una parte común de muchos trastornos psiquiátricos y del neurodesarrollo, como el autismo y la esquizofrenia, la identificación de estas neuronas prefrontales específicas, apuntará hacia objetivos terapéuticos para la mejora de los déficits de comportamiento social.

Juan Scaliter

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