¿Los rituales de «águila de sangre» de los vikingos podrían haber ocurrido realmente? Este reportaje es la conclusión de una investigación científica
Luke John Murphy, University of Iceland; Heidi Fuller, Keele University y Monte Gates, Keele University
Los vikingos son famosos por sus barcos veloces y sus incursiones sangrientas, y durante mucho tiempo también se les ha identificado con una violencia desmesurada y brutal. Entre los siglos VIII y XI los vikingos llegaron a toda Europa desde sus hogares de Escandinavia para enriquecerse mediante el comercio y las incursiones.
Es especialmente infame el grotesco ritual conocido como “águila sangrienta”, que según se dice los guerreros vikingos ejecutaban contra sus enemigos más odiados. En este ritual supuestamente se abría la espalda de la víctima y se arrancaban sus costillas de la columna vertebral, lo que permitía extraer sus pulmones. Luego estos se extendían sobre sus costillas abiertas en canal, y el movimiento ondulante final al parecer se asemejaba al aleteo de las alas de un pájaro (de ahí el nombre de águila).
Este ritual aparece representado en la serie Vikingos, en el videojuego Assassins Creed: Valhalla y en Midsomma, una película de terror sueca de 2019.
Durante décadas se ha considerado que el águila sangrienta era una mera leyenda. No se han encontrado evidencias arqueológicas de él, y los propios vikingos, que daban cuenta de sus logros solo a través de piezas de poesía oral y de las sagas (que no se pusieron por escrito hasta muchos siglos después de su composición) no lo mencionan. Así, se cree que es muy poco probable que este ritual realmente tuviera lugar; habría sido fruto tanto de los múltiples malentendidos generados por la compleja lírica vikinga como del empeño de los historiadores cristianos en mostrar a los agresores nórdicos como bárbaros paganos.
Sin embargo, el estudio que hemos publicado recientemente aporta un enfoque completamente nuevo sobre el tema. Nuestro equipo, compuesto por científicos médicos y por un historiador, sustituyeron la pregunta tradicional (“¿Los rituales de águila sangrienta realmente ocurrieron?”) por otra nueva: “¿Podrían haber ocurrido realmente?”. Y nuestra respuesta es un sí rotundo.
Las investigaciones académicas previas se habían limitado a centrarse en los detalles presentes en textos medievales sobre tortura, con lo que se han generado amplios debates sobre los términos exactos usados para describir los procesos de “cortar” y “horadar” que tenían lugar en la espalda de la víctima durante el ritual del águila sangrienta. La postura mayoritaria es que todo el fenómeno es fruto de un malentendido a la hora de interpretar poemas complejos, y no algo que podría haber ocurrido realmente.
Hemos investigado los efectos que el águila sangrienta podría haber tenido en el cuerpo humano, y para ello hemos recurrido tanto a conocimientos anatómicos y fisiológicos modernos como a relecturas extremadamente minuciosas de nueve documentos medievales sobre el ritual. Lo que hemos descubierto es que, con la tecnología de la época, realizarlo habría resultado difícil, pero de ningún modo imposible.
Creemos que existe un tipo especial de punta de lanza usada por los vikingos que pudo usarse como herramienta improvisada para abrir en canal la caja torácica desde atrás. Este arma podría haber sido representada en un monumento de piedra situado en la isla de Gotland, en Suecia. En él hay una escena en bajorrelieve en la que se representa algo que pudo haber sido o un ritual de águila sangrienta o algún otro tipo de ejecución.
Sin embargo, también descubrimos que, aunque el ritual se hubiera llevado a cabo con gran cuidado, es probable que la víctima hubiera muerto rápidamente. De este modo, acciones como convertir las costillas en alas o extraer los pulmones se habrían ejecutado sobre un cadáver. El último “aleteo”, por tanto, no podría haber tenido lugar. Pero a pesar de que todo esto convierte al águila sangrienta en algo poco probable desde nuestra perspectiva moderna, también hemos logrado demostrar que, aunque ejecutar rituales sobre cadáveres era algo poco corriente, no era totalmente inédito entre las élites guerreras de la Edad Vikinga.
Nuestra investigación, enmarcada en datos históricos y arqueológicos, ha demostrado que el ritual del águila sangrienta encaja con lo que sabemos del comportamiento de dichas élites. Estas no tenían escrúpulos a la hora de valerse de cadáveres de personas y de animales en rituales especiales, e incluso en el transcurso de ejecuciones espectaculares. Nuestro estudio se centró específicamente en los denominados “enterramientos ultrajantes” (deviant burials), como por ejemplo el sufrido por una mujer perteneciente a la nobleza, ricamente vestida, que fue decapitada en el siglo X y cuyo esqueleto fue encontrado en el antiguo emplazamiento vikingo de Birka. Dicha mujer fue enterrada con los restos de su cabeza introducidos entre su brazo y su torso, mientras que los restos de su mandíbula (probablemente destrozada durante la decapitación) fueron sustituidos por la mandíbula de un cerdo. Y es que los miembros de estas élites guerreras estaban obsesionados con su reputación, y estaban dispuestos a romper cualquier límite para salvaguardarla.
Es probable que el águila sangrienta supusiera un ejemplo aún más extremo de este tipo de comportamientos, que sin embargo se llevaban a cabo de manera excepcional; solo en casos de prisioneros de guerra que hubieran sometido a una muerte humillante al padre del ejecutante del ritual (o a alguno de sus parientes masculinos). En las sagas medievales se mencionan otros métodos para llevar a cabo estos “asesinatos por resarcimiento” (trigger killings), como por ejemplo ser arrojado a un pozo de serpientes, ser quemado vivo en una casa comunal sin dar opción a un combate justo o incluso arrancar los intestinos a la víctima y clavarlos en un poste. En las sagas, el águila sangriento es descrita como una forma en que los parientes de la víctima podían restaurar su honor ultrajado.
Frente a la postura académica establecida, nuestra hipótesis es que los rituales de águila sangrienta pudieron haber tenido lugar perfectamente durante la Edad Vikinga. Era algo no solo técnicamente viable, sino además compatible con otras prácticas sociales más amplias relativas a las ejecuciones y al trato que se le daba a ciertos cadáveres. Y, por otro lado, todo ello reflejaba la obsesión cultural por el honor y el prestigio que afectaba a la sociedad vikinga. Y lo que es más: esta brutalidad espectacular habría garantizado que todo el que hubiera sabido de ella la hubiera contado con entusiasmo y con todo lujo de detalles escabrosos… Justo como seguimos contándola hoy.
Luke John Murphy, Postdoctoral Researcher in Archaeology, University of Iceland; Heidi Fuller, Senior Lecturer in Medical Science, Keele University y Monte Gates, Senior Lecturer in Medicine and Neuroscience, Keele University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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