Un equipo español de la Universidad Rey Juan Carlos está investigando una nueva forma de tratar el trastorno orgásmico femenino con realidad virtual
Juan Ardoy Cuadros, Universidad Rey Juan Carlos y Ariana Vila González, Universidad Rey Juan Carlos
La realidad virtual ha llegado a nuestras vidas pisando fuerte y parece que viene para quedarse. Y la psicología no iba a quedarse atrás en este sentido: existen ya un gran número de intervenciones que usan la realidad virtual para tratar diferentes trastornos.
La realidad virtual es una tecnología que permite la generación de entornos tridimensionales con los que el sujeto puede interactuar en tiempo real. En otras palabras, es algo que nos permite generar mundos que no existen realmente.
Al mencionar realidad virtual quizás nos vengan a la mente películas como Ralph rompe internet o Tron Legacy. Podrían ser ejemplos válidos.
Sin embargo, en psicología, cuando nos referimos a realidad virtual, estamos hablando de algo más parecido a Ready player one. Para los lectores que no la hayan visto, la película muestra un mundo futurista donde las personas pueden evadirse de su vida real en un mundo virtual llamado Oasis.
Para ello, utilizan gafas de realidad virtual, guantes e incluso trajes completos que les permiten sentir el contacto, o plataformas que facilitan el movimiento. En tal contexto se escenifica muy bien lo que podría ser una realidad virtual realmente integrada con nuestra sociedad.
Es ciencia ficción, pero nos permite hacernos una idea de las posibilidades que tiene. En psicología funciona igual. Se utilizan también gafas de realidad virtual y todas las herramientas al alcance para mejorar los tratamientos tradicionales.
Los problemas psicológicos que más han sido tratados a través de esta tecnología, y que por tanto cuentan con una mayor evidencia científica, son las fobias.
Desde la psicología tradicional, las fobias, este tipo de miedo irracional, se tratan exponiéndonos al estímulo que lo provoca, es decir, a aquello a lo que tememos. ¿Así de fácil? Ojalá. Hacen falta técnicas para hacerlo posible. El papel del psicólogo, por tanto, es enseñarlas, al mismo tiempo que facilitar y permitir que este acercamiento sea posible y no traumático.
Este tipo de tecnología nos permite tener delante de nosotros cosas que no están realmente ahí. Es decir, que si tengo miedo a las arañas, no tengo que traer una araña, sino que simplemente puedo observarla a través de la pantalla.
De la misma forma, si tengo miedo a volar, no tengo que pagar un vuelo, sino que puedo “montarme” en el avión a través de la pantalla. Si tengo miedo a las agujas, no tengo que ir al médico, puedo “pincharme” a través de la pantalla.
En este sentido, la realidad virtual nos permite mejorar y facilitar lo que ya sabemos que funciona, permitiendo mejores tratamientos, más eficientes y eficaces y, en cierto sentido, más económicos para el paciente.
Como adultos, tenemos muy claro en qué circunstancias debemos pasarlo mal para poder mejorar. En psicología podríamos aprovechar una frase que a simple vista nos parecerá muy tradicional, “Si duele es que está curando”, para ilustrar que tenemos que afrontar las dificultades y retos que plantea la terapia para poder avanzar.
Esto, sin embargo, es más fácil decirlo que hacerlo, sobre todo si lo que se pide es monótono, aburrido o desagradable.
Ante tal escenario, la realidad virtual nos facilita el acercamiento a aquellas actividades que más esfuerzo nos cuestan. Un ejemplo de ello pueden ser los ejercicios de relajación.
Aunque durante la sesión se aprenden, tradicionalmente se ha dejado en manos del paciente esta tarea para que la practique en casa. Posteriormente, una vez aprendida, se utiliza como herramienta terapéutica en distintas sesiones.
Actualmente, existen compañías que facilitan espacios de realidad virtual para que los profesionales puedan mejorar la comodidad de sus pacientes mientras estos realizan las tareas requeridas. Por ejemplo, realizando los ejercicios de respiración en un bosque.
Desde la psicología también se trabajan las problemáticas relacionadas con la sexualidad. Hay ciertos trastornos, como el trastorno orgásmico femenino, que tienen muy buen pronóstico terapéutico. Sin embargo, las mujeres no acuden a consulta por diversos motivos: vergüenza, sentirse socialmente juzgadas, etc. Ahora mismo, un equipo de la Universidad Rey Juan Carlos está investigando una nueva forma de tratar este trastorno a través de la realidad virtual.
En concreto, se está estudiando mediante terapia de avatar, un tipo de tratamiento del que se ha hablado pero que no se ha puesto en práctica todavía. La terapia de avatar no necesita gafas y se puede utilizar directamente desde prácticamente cualquier ordenador, lo que facilita que aquellas mujeres que quieran comenzar un tratamiento relacionado con el sexo se animen a solicitarlo.
Los primeros ensayos realizados por nuestro equipo muestran que esta estrategia puede ser verdaderamente eficaz y presentar ventajas sobre la modalidad presencial, permitiendo que más mujeres se beneficien de un tratamiento basado en la evidencia.
Igual que con las fobias, la realidad virtual en este caso nos proporciona un espacio en el que practicar de forma segura lo que después tendremos que poner en práctica en la vida real.
Los tratamientos sexuales suelen tener en común la necesidad de corregir creencias erróneas sobre el funcionamiento sexual, lo que es normal y lo que no. También ayudan a eliminar la ansiedad que pueda generar lo relacionado con la sexualidad. Estos tratamientos ayudan a la mujer a descubrir lo que da placer y cómo conseguirlo, tanto sola como en pareja, y a focalizar la atención en lo importante durante la relación.
Todo esto se podría llevar a cabo desde el ordenador, a través de lo que llamamos avatares, una representación virtual de nosotros mismos.
Se ha demostrado que ver a nuestro avatar llevando a cabo actividades produce las mismas sensaciones en el cerebro que si lo estuvieramos haciendo nosotros. De esta manera, practicar en el mundo virtual permite que la paciente experimente con su cuerpo virtual como un paso previo para poder hacerlo con su cuerpo real, lo que reduce notablemente la ansiedad.
En definitiva, la idea de utilizar la realidad virtual para facilitar el contacto terapéutico con personas es una forma de ampliar el alcance de los tratamientos de la psicología.
Desafortunadamente, el estigma de la salud mental aún pesa sobre las cabezas de estas personas, haciendo que se sientan culpables y avergonzadas de sus problemas de salud, como si fuera una elección personal padecerlos o como si la responsable fuera nuestra supuesta “debilidad”.
La incomprensión general de la sociedad sobre la salud mental condena a muchas personas a no recibir la ayuda que necesitan, incluso cuando disponemos de los medios para hacerlo. Aprovechar las tecnologías, en este caso la realidad virtual, para acercar la terapia a quienes de otra forma no la solicitarían es un pequeño paso más en el camino para mejorar la salud mental, una de las grandes asignaturas pendientes de nuestra sociedad.
Juan Ardoy Cuadros, Profesor de Psicopatología, Universidad Rey Juan Carlos y Ariana Vila González, Investigadora Pre-Doc en Realidad virtual y Psicología, Universidad Rey Juan Carlos
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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