¿Qué sabemos del futuro y cómo lo sabemos? Anticipar lo que está por venir, predecir o ser capaces de definir hacia dónde nos dirigimos es una aspiración tan vieja como las preguntas que nos formulamos sobre el origen del mundo. De dónde venimos y a dónde vamos
El pasado es accesible a través de huellas más o menos indelebles. Sin embargo, no podemos enviar a nuestros exploradores en busca de trazas o evidencias en los restos arqueológicos o en los libros del futuro (o eso asumimos).
Nuestra mejor herramienta para indagar sobre la realidad, el método científico, resulta strictu sensu inaplicable. Podemos formular hipótesis sobre lo que está por venir, pero no podemos diseñar experimentos que nos permitan refutar su validez en el presente. Con los “estudios de futuros” nos movemos en un terreno filosóficamente pantanoso. El futuro es siempre una asignatura pendiente.
¿Hasta dónde podemos anticiparnos? ¿Hasta dónde extender nuestra imaginación sobre el futuro? ¿Hasta dónde deberíamos hacerlo? ¿Por qué nos dominan las imágenes distópicas y apocalípticas sobre la guerra nuclear, el calentamiento global o la sumisión a la inteligencia robótica? ¿Son igual de validas todas las propuestas? ¿En la futurología todo vale?
Para responder a estas preguntas en el curso Estudios de Futuro: Ciencia, Filosofía y Ficción de la UNED, mostramos los fundamentos, el alcance y las limitaciones con las que nos encontramos. Y lo hacemos conciliando disciplinas que, a menudo, se presentan como alternativas irreconciliables, como son la ciencia, la filosofía, y también la ficción.
En Cómo mienten las leyes de la física, la filósofa Nancy Cartwright combate el fundamentalismo científico. Alcanzar la verdad es imposible, por la sencilla razón de que la verdad es un concepto que nos hemos inventado nosotros. Negarnos a verlo sería, como argumentó en un controvertido debate el físico Paul Davies, un artículo de fe.
Las decisiones de una multinacional, un pequeño negocio, un gobierno o administración o nuestras propias decisiones como padres, hijos, vecinos o en cualquier otro rol están influidas por la visión que tenemos del entorno, por ideas, juicios éticos o ideológicos y, a veces, simples prejuicios. El cálculo que podemos realizar sobre opciones, oportunidades y riesgos se superpone y confluye con la narrativa, el relato personal o dominante en la sociedad en un momento determinado.
El primer gran reto es tomar conciencia de los factores a menudo invisibles que influyen en nuestras decisiones y de las posibilidades y métodos que es posible utilizar para, en función del problema y los objetivos, mejorar nuestra comprensión, valorar e incrementar nuestras opciones y mejorar nuestra perspectiva.
Crear el futuro es una labor en gran medida colectiva. La mayor parte de las personas tenemos una capacidad muy limitada de influir en el desarrollo de los acontecimientos. Pero ni siquiera el más poderoso de los autócratas, las grandes corporaciones o la persona más rica del planeta tienen un control preciso sobre el porvenir.
En un sistema complejo como son la sociedad y la economía, la información y la capacidad de actuación son siempre limitadas y la toma de decisiones se produce en un entorno de gran incertidumbre. A menudo, como en el caso de la proverbial mariposa que batiendo sus alas en el Pacífico acaba produciendo un huracán en el golfo de México, el futuro es sistémicamente inaccesible. Y sin embargo, de alguna manera, nuestras acciones en apariencia irrelevantes acaban integrándose en el curso de acción del colectivo.
La imagen de un futuro compartida por un colectivo amplio es más poderosa y mucho más plausible que la de un futuro, por brillante que sea, que reside solo en la cabeza de un genio desconocido. En la obra The Image of the Future, de 1973, Fred Polak, pionero en los estudios de futuro, defiende que sin una visión persuasiva del futuro y la convicción de que la acción para alcanzarlo es posible, cualquier organización, nación o civilización acabará por decaer.
En la sociedad actual, el cine, la televisión y las redes sociales son el campo de batalla sobre el que se descarga un intenso bombardeo de imágenes que intentan atraernos. Y este es el segundo gran reto de los estudios de futuro: iluminar la existencia de imágenes que nos tientan con sus atractivos cantos de sirena, ayudarnos a tomar conciencia y mejorar nuestra capacidad para integrar expectativas y crear nuestras propias imágenes colectivas de un futuro deseable y alcanzable.
Los estudios de futuro solo pueden ir a más. Vivimos en un mundo cada vez más complejo, donde la tecnología nos ofrece posibilidades que no parecen tener límite, pero al mismo tiempo magnifica los riesgos que debemos asumir. El número de problemas es ingente y los recursos para enfrentarlos siempre escasos.
Existe en la actualidad una corriente de pensamiento creciente sobre el futuro a muy largo plazo y nuestra responsabilidad como depositarios y administradores de opciones de futuro durante el brevísimo instante que representa nuestra vida. El reto nos parece apasionante.
Francisco J. Jariego, Independent Researcher, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia; Isabel Fernández Peñuelas, Profesora del curso Estudios de Futuros: Ciencia, Filosofía y Ficción UNED / Directora Estudios de Futuros The Futuros Factory, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia; Jesús Zamora Bonilla, Catedrático de Filosofía de la Ciencia, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia y María Jiménez-Buedo, Profesora del Departamento de Lógica Historia y Filosofía de la UNED, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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Hoy en un viaje de solo 50 Km en coche, cada pueblo que he cruzado, acequias, arroyos, canales de riego, ríos, barrancos.., se detectaba donde hay agua por su olor putrefacto, sin necesidad de parar el coche..., eso no es ninguna señal positiva de futuro, mas bien es indicativo de todo lo contrario, nosotros no somos sabios, y sera la propia naturaleza, acción reacción, causa efecto la que corrija el factor negativo, que probablemente sea el humano. siento mi pesimismo, pero el olor del agua que nos rodea, no me permite ningún optimismo en ese aspecto.