El frío aumentó la presión de selección sobre los primeros colonizadores de Eurasia, según un nuevo estudio genético
La presión evolutiva es un concepto fácil de comprender. Cuando hay un cambio en el entorno, como el clima, el suministro de alimento o un nuevo depredador, las especies se tienen que adaptar por un método expeditivo: los individuos que se adaptan sobreviven y se reproducen, los que no, mueren.
Casi ningún ser vivo ha conquistado tantos hábitats diferentes en tan poco tiempo como los humanos modernos. El Homo sapiens ha penetrado en el Ártico helado, la selva tropical, el desierto seco, las profundidades marinas, e incluso ha llegado a la Luna. Técnicas culturales como el vestido, el fuego y los posteriores logros técnicos lo hicieron posible. Pero aún quedan muchas preguntas sin respuesta sobre cómo se extendió el Homo sapiens por el mundo desde el continente africano y qué selección natural sufrió en el proceso. Los nuevos descubrimientos indican que no siempre fuimos tan adaptables.
Un grupo de investigación australiano ha analizado los datos genéticos de más de 1.500 humanos que vivieron en Europa y Asia en los últimos 45.000 años, los ha comparado con los genomas humanos modernos y ha descubierto que los humanos podrían haber sido tan susceptibles a los cambios ambientales repentinos en el pasado como otros animales. Los análisis publicados en PNAS muestran un prolongado periodo de adaptaciones genéticas, desconocido hasta ahora, hace unos 50.000 a 80.000 años, que se debió principalmente a un factor: el frío. Los que no pudieron soportarlo, se extinguieron.
Los investigadores dirigidos por Raymond Tobler, del Centro Australiano de ADN Antiguo de la Universidad de Adelaida, hallaron en los datos rastros de 57 «hard sweeps», variantes genéticas raras que se propagan rápidamente en una población debido a las cambiantes condiciones ambientales. Al parecer, la capacidad de los humanos para adaptar su comportamiento y desarrollar nuevas herramientas y técnicas no siempre fue suficiente para sobrevivir en tiempos difíciles.
Las adaptaciones a hábitats fríos y secos incluyen genes implicados en el almacenamiento de grasas, el desarrollo neuronal, la fisiología de la piel y la función de los cilios en los bronquios, por ejemplo. Estos «hard sweeps» se han observado a menudo en otras especies animales, pero hasta ahora apenas hay pruebas de ellos en los humanos. Los científicos suponen que la frecuente mezcla de poblaciones en los últimos 8.000 años los ha tapado.
El patrón espaciotemporal de los fenómenos de barrido duro también sugiere que los primeros colonizadores del continente euroasiático pasaron por un prolongado periodo de aislamiento genético y adaptación, posiblemente en la Península Arábiga o cerca de ella, antes de su dispersión global. Los autores denominan a esta fase el estancamiento arábigo. Sólo entonces los humanos se extendieron más hacia Asia y Europa.
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