Enrolla una hoja, colócala delante del ojo y pon la palma de la mano a su lado.
Si con los dos ojos abiertos desplazas la mano pegada al tubo lentamente, llegará un momento en que parezca agujereada.
El cerebro forma la visión combinando las imágenes captadas por cada uno de los ojos.
En la mayoría de los casos las imágenes son muy parecidas, y combinarlas no da problemas.
Pero en esta ocasión, lo que ven ambos ojos por separado difiere, y el cerebro, al procesar ambas imágenes como está acostumbrado, lo único que consigue es perforar la mano.
Redacción QUO
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