William Harvey demostró que la sangre circulaba en un circuito cerrado e impulsada por el corazón.

También constató que las válvulas presentes en las venas impiden el retroceso de la sangre.

Y lo hizo con un sencillo experimento que se puede recrear fácilmente: en primer lugar es necesario conseguir que se marquen las venas de una mano, para lo que se puede recurrir a apretar la parte superior del brazo, o simplemente, ejercitar un poco la mano.

Cuando lo consigas, coloca la mano sobre una superficie y bloquea una de las venas con un dedo.

Una vez que has detenido el flujo sanguíneo, coloca otro dedo junto al anterior y arrástralo sobre la vena hasta vaciarla.

Observarás que la sangre no vuelve a llenarla. Enhorabuena: las válvulas de tus venas funcionan a la perfección..

Redacción QUO