El puente de mando del imperio de Bill Gates, desde donde gobierna todo Microsoft, ocupa el último piso de un discreto edificio de oficinas en los suburbios de Seattle, con vistas al lago Washington. Aquí, en el feudo del segundo hombre más rico del mundo, todo, desde los ejemplos de arte moderno, pasando por las pantallas incrustadas en las paredes, hasta llegar a la reluciente cafetería del personal, con una estufa de leña artificial, todo está diseñado teniendo en cuenta el más mínimo detalle.
Tan al mínimo detalle como la propia vida de Gates. Sus asistentes administran su horario diario en fracciones de cinco minutos. Cada uno de esos cinco minutos está reservado para algo. Bill Gates llega a nuestra entrevista en su oficina de cristal, conocida como La Pecera, y su atuendo es inmaculado, desde los pantalones oscuros al jersey gris de cachemir. La única mancha en el conjunto es una línea hecha con un rotulador, que recorre todo el largo de su palma izquierda: parece que ha limpiado con la mano una pizarra blanca.
Hoy, a sus 62 años, en esta segunda etapa de su vida, el fundador de Microsoft, que posiblemente sea el principal filántropo del planeta, sigue siendo un enigma en muchos sentidos. Le pregunto cuál de los desafíos para la seguridad sanitaria mundial es el que más temor le produce, y Gates destaca tres: resistencia a los antibióticos, recortes financieros para mejorar la salud en los países más pobres y la próxima enfermedad desconocida, mencionada por la Organización Mundial de la Salud como ‘enfermedad X’.
“La amenaza del patógeno desconocido, altamente contagioso, letal y de dispersión rápida, es real. Podría ser una cepa de gripe mutada u otra cosa completamente distinta. La gripe porcina y los brotes de ébola de 2014 fueron un atisbo de esta amenaza”.
África crece demasiado
Pero en su mente hay otro temor, uno que a menudo todos ocultan bajo la alfombra en el mundo desarrollado: la explosión demográfica en los países más pobres de África y su impacto futuro, ya sea alimentando la pobreza, la inestabilidad política, el conflicto y los refugiados o provocando un nuevo auge en el crecimiento mundial, como sucedió en India y China.
Esta preocupación, y cómo resolverla, domina la segunda publicación anual del Informe de la Fundación Bill y Melinda Gates, que se publicó en septiembre. En él, hace un seguimiento de los mayores desafíos que afrontamos como especie.
Fiel a las costumbres de un hombre que, en los inicios de Microsoft, memorizó las matrículas de los vehículos de sus empleados para controlar quién trabajaba y cuántas horas, el nuevo informe publicado por su fundación contiene un sorprendente nivel de detalle. Y la conclusión inquieta enormemente al siempre optimista Gates: “Para decirlo sin rodeos, se desvela que décadas de progreso en la lucha contra la pobreza y la enfermedad pueden estar a punto de estancarse”.
A medida que las tasas de natalidad descienden en el mundo desarrollado, en las partes más pobres de África están en auge: en 2050, los diez países más pobres del continente aumentarán más del doble en población.
“Lo que es alucinante es que si los expertos en demografía, que han sido muy precisos hasta la fecha, tienen razón sobre África, entonces el continente pasará de los mil millones actuales a duplicar ese número a mediados de siglo, para alcanzar los cuatro mil millones a finales”.
La Fundación Bill y Melinda Gates nació en el año 2000 y es una fusión de los diversos intereses filantrópicos de la pareja, que se casó en 1994. Y han pasado ya diez años desde que Gates dejó Microsoft para trabajar a tiempo completo en esta fundación. Incluso en ese breve lapso, el mundo se ha transformado, en parte gracias a la tecnología desarrollada por Gates.
45,8 millones de seguidores
El hombre que alguna vez soñó con un “ordenador en cada hogar” todavía posee una fe inquebrantable en el poder de la tecnología. Publica actualizaciones periódicas en Facebook y en Twitter, donde cuenta con 45,8 millones de seguidores. Según los informes, su mansión frente al mar en uno de los barrios periféricos de Seattle (Washington, EEUU), está equipada con pantallas y sensores de decenas de miles de dólares. Jeff Bezos, fundador y director ejecutivo de Amazon, que este año superó a Gates en la lista anual de Forbes, con una fortuna de 112.000 millones de dólares, en comparación con los 90.000 millones del fundador de Microsoft, es su vecino.
Pero la luna de miel de la tecnología, admite, ha llegado a su fin. Gates cree que las compañías del sector deberían estar mejor reguladas y su impacto (particularmente en los jóvenes) tendría que comprenderse mejor. “Los gobiernos decidirán cómo hacerlo”, afirma. “Del mismo modo que las familias deciden cuáles son las reglas para sus hijos, los gobiernos también deben educarse en estos temas. Sí, estas compañías están tratando de ser benignas y las personas involucradas no son malvadas, pero, en última instancia, depende de los gobiernos entender qué cosas deberían regularse”.
Estamos hablando ahora, queda claro, sobre el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, quien aparece por detrás de Gates en la lista mundial de ricos y cuya compañía de redes sociales ha sido golpeada por una serie de escándalos vinculados a hackeos, fake news, intrusión en las elecciones y el uso indebido de datos privados.
“Incluso él [Zuckerberg] no supo predecir todo lo que sucedería, que se usara como una plataforma de influencia política”, agrega Gates, quien fue algo así como un mentor del creador de Facebook, también involucrado en sus propias actividades filantrópicas. “Y todo se va a intensificar más aún. Las personas que tienen mucho éxito deben cumplir con un estándar muy alto. Algo de eso conducirá a una personalización muy injusta, como si estos errores se debieran a fallos exclusivos de Mark o algo así. Mark sabe que está en una posición de responsabilidad y está tratando de aprender sobre esto”.
Su mirada de Elon Musk
Otro multimillonario tecnológico que recientemente provocó titulares muy polémicos es Elon Musk. En su caso, publicó una serie de tuits (ahora eliminados) en los que, entre otras cosas, llamaba ‘pedófilo’ a uno de los submarinistas que ayudaron en el rescate de los doce niños atrapados en una cueva de Tailandia por una inundación. A este respecto, Gates es bastante más circunspecto. “No conozco a Elon tan profundamente”, señala. “No he hablado con él sobre la polémica. Pero no creo que sea alguien por quien deba sentir lástima”.
La era tecnológica también ha engendrado una crisis en las democracias occidentales, con una sociedad cada vez más polarizada. Gates admite que considera que la actual falta de confianza en la prensa, la educación y los políticos “es un poco aterradora”. Por lo tanto, también lo es la tendencia a ser “más nacionalista y menos global”, algo que se ha hecho evidente con la política del presidente estadounidense Donald Trump de “América primero” y, asegura, en menor medida, con el Brexit.
Gates elogia la reciente gira africana de Theresa May, en la que volvió a comprometerse con el objetivo de gasto de ayuda de Gran Bretaña del 0,7% de la Renta Nacional Bruta. Por otro lado, ha intentado reunirse con Jeremy Corbyn (líder del Partido Laborista británico, de la oposición y muy implicado en campañas en pro de los derechos humanos), aunque hasta ahora no ha podido ser, debido a diferencias horarias.
La filantropía exigida
A principios de este año, en una carta abierta publicada por el décimo aniversario de la fundación que lidera con su mujer, Melinda, se podía leer: “La filantropía es una responsabilidad básica de cualquiera con mucho dinero. No es justo que tengamos tanta riqueza cuando miles de millones tienen tan poco”. Antes de casarse, la pareja (que se conoció en una cena en 1987) dice que a menudo hablaban de regalarlo todo. De hecho, ya se han comprometido públicamente a legar su fortuna a diversas iniciativas, en lugar de dejarla a sus tres hijos, de entre 16 y 22 años. Tal celo fue heredado, en parte, de su padre, William Gates Sr., abogado y también filántropo declarado, quien, curiosamente, teniendo en cuenta las nuevas advertencias de Gates sobre la población, fue un defensor del control de la natalidad en EEUU. Por su parte, la decisión de centrarse en los derechos de las mujeres en los países en vías de desarrollo es algo que también se debe a la influencia de Melinda.
“En mi familia estaba ampliamente aceptado que tanto mis dos hermanas como yo iríamos a la universidad. No había profesiones que no estuvieran abiertas para ellas, y eso era algo que estaba muy claro. Lo mismo ocurría en la familia de Melinda. Se han hecho muchos progresos en lo que respecta a las ideas extremas de los roles de género, al menos en las familias de clase media y alta de EEUU. Nadie quiere vivir en un hogar pobre, pero ser una mujer en un hogar pobre es particularmente difícil”.
Así, volviendo al desafío de África, Gates enfatiza los peligros obvios de intentar cualquier política similar a las llevadas a cabo por China o la India. Para él, la solución pasa por mejorar el acceso al control de la natalidad y educar y darle el poder a las mujeres. Así es como mejoran las economías.
Ser uno de los hombres más ricos no basta en un planeta tan dividido, pero Gates se mueve, y se nota. Y quiere cambios.